A raíz de las ordenanzas municipales en Las Condes y Recoleta que buscan sancionar el acoso callejero, hemos visto preocupantes reacciones en contra, que surgen sobre todo desde la desinformación.

No sorprende la histeria colectiva que generan estos cambios culturales ya que históricamente, cada vez que las mujeres hemos visibilizado injusticias sociales antes normalizadas, los sectores más conservadores han puesto el grito en el cielo.

Es bueno comenzar por explicar qué es el acoso callejero:

“Son prácticas de connotación sexual ejercidas por una persona desconocida, en espacios públicos como la calle, el transporte o espacios semi públicos (mall, universidad, plazas, etc.); que tienen el potencial de generar malestar síquico y social. Estas acciones son unidireccionales, es decir, no son consentidas por la víctima y quien acosa no tiene interés en entablar una comunicación real con la persona agredida.

Las prácticas de acoso sexual callejero son sufridas de manera sistemática, en especial por las mujeres, ocurriendo varias veces al día desde aproximadamente los 12 años, generando síntomas indicativos de estrés postraumático, no sólo por hechos de acoso especialmente graves, sino por su recurrencia.” (Más información aquí).

Y para avisar a los detractores, que no se acaba Chile al sancionar el acoso callejero, hicimos un barrido por otro hito histórico que generó reacciones que hoy consideramos exageradas y absurdas, cuyas demandas sociales nadie cuestiona en la actualidad: el voto femenino.

Si bien, hoy nos parece de toda lógica que la ciudadanía tenga la posibilidad de participar de la elección de sus representantes, hace un siglo había quienes pensaban que otorgar este derecho a las mujeres desataría el caos social: que los hombres tendrían que hacerse cargo de sus hijos y de las tareas domésticas (¡oh, calamidad!) y que las mujeres empezaríamos a abusar de los varones y a someterlos (básicamente, lo mismo que ellos estaban haciendo pero al revés). No faltaron los que decían que las mujeres querían derecho a voto porque eran feas y no tenían marido aún (¿les suena conocido?). Y tampoco estuvieron ausentes quienes publicaban sin ningún reparo los diversos castigos físicos que les darían a las mujeres sufragistas si tuvieran la posibilidad.

Más de 100 años después las reacciones poco han cambiado (solo son de peor calidad gráfica) y queremos evidenciarlo: mira a continuación estos 15 afiches contra del movimiento sufragista.

CARTELES 

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“Todos trabajan menos mamá. Ella es una sufragista” / “Quiero votar pero mi esposa no me deja”.

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“Mi esposa se unió al Movimiento Sufragista (he sufrido desde entonces).”

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“Votos para las mujeres” / “Día de Elecciones”.

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“Origen y desarrollo de una sufragista: a los 15, una pequeña mascota. A los 20, una pequeña coqueta. A los 40 aún no se ha casado. A los 50, una sufragista”.

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“¿Se acabará la protesta de mujeres a tiempo para que cocinen la cena?”

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“En las reuniones de sufragistas puedes escuchar algunas cosas planas y verlas también”.

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“Votos para las mujeres” / “¿Salvé a mi país para esto?”

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“El hogar de una sufragista” / “Después de un duro día de trabajo”.

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“Nadie me ama. Supongo que seré una sufragista”.

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“Paz, por fin”.

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“Mami es una sufragista”.

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“Queremos el voto”.

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“Alimentando a la fuerza a una sufragista”.

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“Lo que yo haría con las sufragistas”.

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“Sufragistas que nunca han sido besadas”.

 

En conclusión, ¡bienvenidos los cambios sociales que nos permiten eliminar las brechas! Ya quedó claro que la sociedad no se desarma con el voto femenino, los anticonceptivos o el divorcio, solamente nos permiten avanzar hacia una sociedad que proteja a las mujeres y les permita a todos y a todas disfrutar de los espacios sin violencia. ¡No tengan miedo!

*Si quieres conocer más sobre la historia del sufragio femenino te recomendamos la siguiente bibliografía: mujeresenred.net y la película “Las Sufragistas”.
*Si quieres conocer sobre la historia de este hito en Chile, te recomendamos “Crónica del sufragio femenino en Chile” de Diamela Eltit.