1era encuesta de Acoso Callejero

El acoso callejero cotidiano

La primera encuesta de acoso callejero realizada por OCAC Chile fue aplicada entre el 18 y el 28 de febrero de 2014 vía web a 3.234 personas entre 10 y 64 años de todas las regiones del país.

Entre los datos más relevantes encontrados está que las formas más recurrentes de acoso, superando el 90% de los casos, son los silbidos y otros sonidos, como besos, jadeos, bocinazos, y las miradas lascivas. Le siguen los piropos denominados agresivos (que hacen alusión al cuerpo o al acto sexual) con un 72%. Los acercamientos intimidantes y el contacto físico leve, como tocar la cintura o las manos o hablar al oído, han sido sufridos por casi el 60% de las encuestadas. Cerca de un tercio de ellas, por su parte, ha sufrido formas más graves de acoso callejero.

En promedio, las encuestadas comenzaron a sufrir acoso a los 14 años, es decir, cuando se empiezan a desarrollar los caracteres sexuales secundarios en las mujeres.

Los hechos de acoso ocurren desde la cobardía y la indolencia: el agarrón escondido entre la multitud del metro, el comentario sexual dicho rápidamente mientras se cruzan ambas personas en un paseo peatonal, la masturbación en un auto que parte raudo tras exhibir su miembro a la persona acosada. Muy pocas veces el acoso ocurre de frente y mirando a los ojos, porque se sabe incorrecto.

Esto fue demostrado por la encuesta: 72% de las acosadas plantea que una de las dos reacciones más comunes cuando responden es que se queden en silencio y sigan su camino y sólo 2% se disculpa. Más de un tercio plantea que al ser increpados, los acosadores insistan con su práctica violenta o las insulten.

En la mayor parte de las ocasiones, el acosador es un hombre (97%) y al ocurrir en el espacio público (la calle, el transporte público y lugares públicos abiertos o cerrados), suelen ser completos desconocidos.

Experiencias traumáticas de acoso callejero

Del total de personas encuestadas, 71% ha tenido una experiencia de acoso callejero que considera traumática. Estos casos ocurren en promedio a los 18 años, siendo común sufrirlos entre los 10 y los 25 años.

El acoso callejero tiene efectos psicológicos y en ocasiones pueden provocar un trauma si se trata de hechos altamente violentos o con una connotación sexual tan intensa que hacen creer a la víctima que está en riesgo de ser violada. Según las encuestadas, los principales sentimientos o emociones provocados por hechos de acoso en la calle son asco (60%), rabia (53%), miedo (53%) e inseguridad (35%), entre otros.

Como se ha podido comprobar en los testimonios que recibe el OCAC y en las intervenciones diarias en la página de Facebook, estos efectos psicológicos se traducen en restricciones que aplican las propias afectadas y sus familias:

  • Cambian los recorridos habituales para llegar a su casa, lugar de estudio o trabajo por temor a encontrarse nuevamente con el o los agresores.
  • Cambian los horarios en que transita por el espacio público y buscan siempre caminar acompañadas.
  • Modifican su modo de vestir, con el fin de desincentivar a potenciales acosadores. Si bien esta medida puede disminuir la frecuencia del acoso, no es una solución, el acoso no depende del tipo o la cantidad de ropa que se use, pues sigue ocurriendo incluso cuando una persona ocupa ropa abrigada de invierno.

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[1] Por motivos de facilidad de lectura y considerando el alto porcentaje de mujeres en la muestra, en adelante se referirá a los/as encuestados/as en términos femeninos.

[2] El importante sesgo de género en la muestra tiene mucho que ver con que este es un problema sufrido principalmente por mujeres y al tratarse de una encuesta voluntaria y con cariz de denuncia, la motivación de las mujeres por contestar fue mucho mayor a la de los hombres. Por su parte, el sesgo respecto al nivel socioeconómico (considerando las comunas con mayor nivel de respuesta) podría atribuirse al acceso a medios informáticos para responder una encuesta web, al mismo tiempo que puede vincularse a la posición ventajosa, en términos educativos, para cuestionar esta práctica de acoso como algo incorrecto, no natural y transformable.