“¿Acaso yo no tengo derecho a viajar sentada y tranquila también?”
Estaba en la micro sentada mirando por la ventana, hasta que de pronto sentí que pasaron a llevar uno de mis senos, me acomodé bien en mi asiento para no rozar y miré a quien estaba al lado mío: era un hombre vestido de terno de unos 35-40 años. Me miró con una sonrisa coqueta, tomé mi bolso con toda seguridad con la intención de salir de mi asiento y en ese segundo, con sus dos manos, agarró mis dos senos y me dice “adonde vai mijita rica”. Sin duda le di una cachetada y empezó a reír a carcajadas, toda la gente de la micro comenzó a mirarme y él me dijo “¿qué te hice ahora alaraca para hacerme eso?”. Me dio tanta rabia que grité todo lo que hizo, pero la gente empezó a defenderlo, decían que era una agresiva, que eso no se hacía, que cómo no iba a hacerlo si yo andaba vestida con pantalón apretado (eran jeans ajustados de esos que usa casi todo el mundo), que las señoritas no andaban en esas cosas, que cómo me sentaba al lado de un hombre. Luego, acarició mi rostro y me dijo “linda, no pasó nada, tranquila, siéntate no más y deja de huevear”. No me quedé de brazos cruzados e insistí en que no tenían por qué defenderlo si no tenía ningún derecho a tratarme así. En ese momento, todos empezaron a gritarme y a defenderlo aún más, insistiendo en que querían viajar tranquilos y yo estaba molestando. ¿Acaso yo no tengo derecho a viajar sentada y tranquila también?
Fue tanto el alboroto en la micro, que el chofer me insistió que dejara de molestar o me iba a tener que bajar. Lamentablemente tuve que hacerlo. Apenas bajé comencé a llorar, no quise llamar a nadie porque eran como 40 personas dentro de la micro. Estaba segura que nadie me iba a apoyar y tuve que caminar 25 minutos sola e insegura por tratar de defenderme.