”Ahí sentí que no había lenguaje común entre hombres y mujeres”
A pesar de la frecuencia con la que una mujer es molestada o acosada, la verdad es que en realidad muchas veces nos cuesta contar y expresar las situaciones de las que hemos sido víctimas, en parte es un reflejo propio de una crianza machista, puesto que se nos ha enseñado desde pequeñas que el ser un sujeto sexuado del género femenino es malo, si nos violan o acosan inconscientemente la sociedad nos dice que ha sido nuestra culpa, por como vestimos o por llamar la atención de degenerados y mal educados.
Al igual que varias que han dado su testimonio acá, puedo decir que fui víctima de acoso desde muy temprana edad, aproximadamente desde los 11 años en adelante. Cuando comencé a desarrollarme, llame la atención de hombres, no solo de mi edad, sino que de hombres de edad; viejos. Cuando yo aún jugaba con muñecas y Barbies y salía a comprar pan, hombres viejos (pedófilos asquerosos) me miraban y gritaban cosas. La adolescencia no fue diferente, sino peor puesto que tengo una ‘‘delantera’’ llamativa. Crecí aprendiendo a soportar las groserías denigrantes desde chica, y cada vez que alguien me ‘‘piropeaba’’, en vez de hacerme sentir bien, me sentía sucia. Ningún hombre me veía como ser humano, sino como un par de tetas caminando y eso para cualquier ser con capacidad de razonamiento es un insulto y una degradación. En vez de hacerme sentir bien, los ‘‘piropos’’ asquerosos me hacían sentir mal y me hacían sentir odio hacia mi cuerpo.
Ya en la universidad, me pasó algo realmente asqueroso viajando en un bus de noche. Era un viaje de diez horas y me tocó viajar con un hombre al lado, obviamente me sentía incomoda porque en una ocasión anterior, ya había despertado con la mano de otro hombre sobre mi pierna. Las primeras horas del viaje fueron tranquilas y logré quedarme dormida, pero a dos horas de viaje sentí un movimiento constante a mi lado y fue ahí cuando sentí la mano del tipo en mi pierna. Pensé: ‘‘¡otra vez lo mismo!’’, pero no, era peor. Cuando abrí los ojos, el animal estaba masturbándose descaradamente a mi lado, en ese momento sentí un vacío en mi estómago, me restregué los ojos para ver si era verdad lo que estaba pasando y le quité la mano de mi pierna, sin embargo el tipo siguió en lo suyo y ni siquiera se inmutó. Yo nerviosa me levanté y bajé al primer piso del bus a buscar al sobrecargo.
Golpeé Incesantemente la puerta de la cabina pero nadie salió. En ese momento no sabía qué hacer, quedé en shock, me senté en las escaleras y viajé dos horas ahí. Debido a que no quería sentarme con el imbécil de nuevo, me quedé esperando a que alguien saliera de la cabina. Finalmente, llegamos a La Serena y antes de que pudiera informar lo sucedido, el tipo se bajó y se fue. Cuando me preguntaron qué hacía en la escalera y expliqué lo que sucedió, el chofer y el sobrecargo me dijeron que debería haberles avisado. ¡Había golpeado media hora la puerta y nadie abrió!
Después de eso me ubicaron en la sección de salón cama y me dejaron viajar ahí, pero antes, el sobrecargo no encontró nada mejor que hacer que coquetearme y al día siguiente llamar a mi celular (ya que me había pedido el teléfono para “informarme si el pasajero había sido localizado”). Me llamó para invitarme a salir. Ahí sentí que no había lenguaje común entre hombres y mujeres, ya que ¿a quién se le ocurre coquetearle a una mujer que ha sido violentada de esa manera? ¿Qué pasa con el mundo? He vivido muchas situaciones similares, y es por eso que creo que la educación a nuestros hijos y en los colegios es fundamental. Las mujeres no somos un pedazo de carne puesto a su disposición para su placer, somos seres humanos, individuas con derecho a ser tratadas con dignidad.
Espero que estos testimonios ayuden a los hombres a comprender por qué no debemos tolerar el ‘‘piropo’’. Es espeluznante el hecho de tener que pensar constantemente qué rutas tomar y en qué horario por miedo a ser violadas. Los hombres no conocen ese temor; todos tememos a los asaltos y accidentes, pero ¿a la violación? ¿al acoso sexual? Son pocos los hombres que logran entenderlo, y demostrarían tener un gran corazón e inteligencia al hacerlo.