”Amenazó con pegarme, pero varias personas, que a esa altura ya se habían bajado de sus autos, lo pararon”
Me gustaría contar el ‘‘incidente’’ absolutamente asqueroso del cual nunca me voy a poder olvidar.
Había ido a correr al cerro con mi pololo y nuestros dos perros. Estábamos de vuelta en el auto, yo manejando y él en el asiento de pasajero, cuando aparentemente me tiré en la línea de otro auto (señalicé, pero el tipo venía muy rápido). Él trató de pasarme como pudo, me hacía cambios de luces y lo típico, y cuando estábamos llegando a una luz roja, se puso al lado mío y se dio la libertad de bajar la ventana y empezar a insultarme a diestra y siniestra. Entre “fea”, “pendeja” y otros insultos, los cuales yo le contesté, le salió esta joyita: “además con perros, ¿qué te pones mermelada para que te la chupen?”. Esta frase nunca, pero nunca se me va a olvidar, la tengo grabada en una parte bien oscura de mi cerebro. Mi pololo se bajó, e indignado le empezó a pegar patadas al auto del señor, quien también se bajó. Entre que ellos estaban a punto de agarrarse a combos, la señora de este caballero también se bajó y le empezó a pegar a mi auto. La historia de lo que pasó después es larga. Mientras su hija lloraba en el asiento de atrás, este insaciable caballero vio que estaba sudada por haber hecho ejercicio, y me dice: “además estás pasada a ala”. Por último amenazó con pegarme, pero varias personas, que a esa altura ya se habían bajado de sus autos, lo pararon. Cuando todo se acabó, seguí temblando por varios minutos, no podía ni encender mi auto.
Todos los días veo el abollón que dejó en mi capó. Me he cuestionado mucho si mi respuesta y la de mi pololo fueron las adecuadas, ya que la otra opción era quedarnos callados, aceptar la falta de respeto, resignarnos e irnos.
Me da una pena enorme su pobre niña, criada por dos padres machistas y violentos.
En fin, son varias las cosas que me siguen doliendo del hecho. Primero, que este sujeto arruinó la relación inocente que yo compartía con mis perros, se metió en mi cabeza y ahora tengo que estar acordándome de esa asquerosa frase a cada rato. Además logró alterarme al punto de ver rojo, algo que no me hace sentir para nada orgullosa. Por último, me molesta enormemente que luego del horrible rato que nos hizo pasar, se fue, solo para volver a insultar a la próxima mujer automovilista que tenga el “descaro” de ponerse en su camino.
Sé que esto, en comparación con lo que les pasa a muchas mujeres, no es nada, pero para mí se siente mucho, muchísimo.