Aprendizajes en Buenos Aires: columna de Beatriz Sánchez

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    “Pensaba que esto no se lograría ni en 20 años más”. La frase es de la diputada argentina Victoria Donda, una de las autoras del proyecto legal de aborto que alcanzó a votarse en la Cámara de Diputados de ese país de manera exitosa y, que por una diferencia de 31 votos a favor y 38 votos en contra, se perdió en el Senado. Finalmente, 38 senadores y senadoras, en su mayoría del norte del país -de zonas más conservadoras- impidieron el aborto legal apoyado por millones de mujeres que coparon las calles céntricas de las principales ciudades transandinas. “Perdimos, pero es un triunfo”, me dice Donda, “ya corrimos el cerco, el proyecto será ley… quizás no hoy, pero sí mañana”.

    Viajamos a Argentina un grupo de feministas y diputadas feministas del Frente Amplio. No sólo queríamos mirar de cerca este verdadero fenómeno sucedido en Argentina, sino que acompañar y aprender cómo lograron vencer diferencias y desconfianzas entre organizaciones de mujeres y organizaciones políticas. Cómo habían llegado a unificarse bajo un color, una pañoleta verde al cuello, con el símbolo del pañuelo blanco en la cabeza de las abuelas de plaza de mayo. Cómo habían logrado cambiar el lenguaje y hablar de las que estaban por un lado por el aborto legal y por otro, no las “pro-vida” como se hacen llamar en Chile, sino las “pro-aborto clandestino”. “Fue un trabajo largo, que buscaba la despenalización social del aborto y se logró”, nos explica la diputada Donda.

    ¿Qué pasó entonces? ¿Cómo se logró una transformación social tan profunda? ¿Qué gatilló esta nueva mirada? El cambio de la sociedad frente al aborto ya no sólo por causales limitadas sino como un derecho de la mujer a través del aborto legal, se logró por un hito al que todas las organizaciones sociales en Argentina apuntan. Hace tres años, la enorme movilización de Ni Una Menos. Tras varios casos horribles de femicidio en el país, se organizó una protesta de mujeres bajo el lema “Ni Una Menos”. Aludía a NO más muertes, a que NO era tolerable para la sociedad, a que TODAS importan, a que había que reaccionar o seguiría sucediendo. Fue una marcha masiva como nunca habían visto las mujeres de ese país; no sólo se movilizaban las convencidas o las organizaciones feministas, sino las mujeres de distintos sectores socioeconómicos, raciales, etarios y culturales. Fue un ¡basta!

    “Esta movilización marca un antes y un después”, nos diría a modo de explicación Raquel Vivanco, vocera de MUMALA (Mujeres de la Matria Latinoamericana), una organización feminista argentina. Por primera vez, la sociedad, las mujeres, se volcaron masivamente a la calle para decir: no más violencia machista. Pero en Argentina no sólo se levantaron en contra del grado más extremo de violencia, como son los femicidios, sino contra todas las violencias que sufrimos las mujeres en los distintos espacios en que nos desarrollamos. También sobre la violencia que el Estado ejerce en contra nuestra, por ejemplo, obligándonos a someternos a abortos clandestinos. Se estima que en Argentina hay 450 mil abortos al año. Y a diferencia de Chile, muere un número altísimo de mujeres al año por abortos en muy malas condiciones.

    Ese es el momento en que las organizaciones centran su denuncia y ponen el foco en la violencia del Estado y en la necesidad de dar una respuesta del aparato público de salud. Para terminar con esta violencia del Estado, que lleva a miles a la muerte o a terminar mutiladas al penalizar el aborto fuera de causales específicas. Se trata hoy de un tema sanitario. Se trata hoy de la respuesta que el Estado les debe a las mujeres. Se trata ahora de la protección que a la que el Estado está obligado para con las argentinas. Se trata ahora de un tema de vida o de muerte. Entonces, se está por un aborto legal o se está por un aborto clandestino. Porque haya o no haya ley; abortos seguirán existiendo.

    De esta manera y con este discurso, comenzó una movilización transversal en la sociedad argentina. El tema ya no se discute entre organizaciones feministas y algunas organizaciones políticas. Se discute en los barrios, en las escuelas, en las universidades, en los trabajos, al interior de las familias. Se transforma en un factor social. Con esta realidad, las organizaciones y las diputadas deciden presentar un proyecto de aborto legal. Al aunar fuerzas le dan una caracterización: el pañuelo verde, tal como lo hicieron sus abuelas y sus madres al luchar contra la dictadura con un pañuelo blanco en la cabeza. Esta vez son sus hijas las que con un pañuelo verde al cuello dicen: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Es “la revolución de las hijas”, como la llaman en Argentina.

    Ese día, ese 8 de agosto cuando el Senado debía votar lo que ya la Cámara de Diputados había sancionado (de ahí que se conociera como media sanción), no sólo hubo marchas y manifestaciones en las calles. Ese día hubo una ocupación pacífica de varias cuadras a la redonda del Congreso argentino. Durante 24 horas, millones de mujeres y hombres, con pañuelos verdes, las uñas pintadas de verde, ropa verde, brillos verdes en la cara, esperaron -presionando- el resultado de la votación. Fue una espera alegre, esperanzadora. Todas sabíamos que era muy difícil que se aprobara. Pero eso no detuvo la movilización ni las ganas. A las 18 horas de ese día no se podía caminar por el centro. Estaba repleto. Todas y todos con pañuelos verdes nos mirábamos cómplices. Estábamos ahí por lo mismo, con las mismas convicciones, con la misma esperanza. Cientos de miles de personas en la calle y ni un policía. Como chilena me resultó extraño; para ellas es lo habitual. Se sienten dueñas del espacio público.

    Finalmente, cerca de las 2:45 de la madrugada del 9 de agosto, el proyecto se votó y se rechazó. La gente volvió a sus casas. Hubo tristeza, pero no derrota.

    Al día siguiente Página 12, el diario argentino, tituló: “Nadie para el viento”. Y esa es la sensación. No fue hoy, quizás no será mañana, pero mucho más temprano que tarde en Argentina, y espero que también en Chile, el aborto “será ley”.

    Por Beatriz Sánchez.

    *Foto del Diario de Yucatán.