Nicolás Peña

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    Era una tarde cualquiera, yo iba caminando por una de las calles más transitadas de Antofagasta, hacia el dentista. Sentía las miradas babosas de algunos hombres, pero las ignoraba porque no sabía qué hacer, así que seguí caminando. Luego de un rato, pasó al lado mío un hombre de treinta y tantos años y se atrevió a tocar uno de mis senos y decirme: “me lo comería todito, mi amor”. Quedé en shock, me di la vuelta y por un rato me quedé ahí mirando cómo se alejaba como si nada hubiese hecho, como si no acabase de tocarme, de agredirme y de humillarme. Comencé a maldecir hasta a mi genética por tener muchas curvas y entre esos pensamientos, se me cruzó el “no es tu culpa”. Me decidí y comencé a correr detrás del tipo, estaba esperando el semáforo como dos cuadras más allá y yo no me iba a quedar de brazos cruzados. Corrí y cuando lo tuve al lado mío, me miró y me dijo: “ah, te quedé gustando”. Me enojé y le pegué con el codo en todo lo que se llama cara. “¡Maraca de mierda, puta, zorra” y otros garabatos me siguió gritando mientras le sangraba la nariz y yo me alejaba de su lado.

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      Esto pasó en invierno. Hacía mucho frío y yo andaba demasiado abrigada. Me dirigía a mi casa, luego de salir temprano de la universidad como a las 11 y tanto de la mañana. Tomé la micro I09 en dirección a Maipú. Iba muy poca gente, así que me senté junto a la ventana para irme durmiendo en el camino.

      De repente comencé a sentir como unas cosquillas en mi espalda, pensé que podía ser la etiqueta de la camisa. Pasó un rato y en eso siento un agarrón cuático en mi guata. Me doy vuelta y veo un viejo con cara de excitado, un viejo de unos 60 años. “Conchesumadre…” pensé. Me paré rápido y veo que el viejo se estaba masturbando. Salí corriendo para delante de la micro. Quedé en shock, sólo atiné a sentarme al lado de una señora. Me sentí pésimo, un nervio cuático indescriptible, un hormigueo por todo el cuerpo. Me sentía paralizada. El viejo luego se bajó de la micro.

      La verdad, yo siempre me defendía. Soy de las que le responde a los hombres asquerosos que me gritan cosas en la calle y los enfrento. Siempre decía que si alguien me toca, le saco la cresta. Pero jamás me habían vulnerado de esa manera. Realmente, no supe qué hacer, no hice nada. Es cuático, una se siente sucia y queda temerosa de andar sola.

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        Me acaba de pasar algo terrible. Todas hemos pasado por el acoso callejero, pero este hueón me dejó mal. Estaba entrando a Dimeiggs, y como en esa tienda te ponen seguridad hasta por si acaso, preferí preguntar si vendían de los vasos que andaba buscando. Eran dos guardias: uno abuelito y muy amable, y un loco joven con pocas cejas. El segundo, comenzó tratándome de “mi reina”, “washita linda”, “washita rica”, etc. Luego me dijo que no sabía si había lo que necesitaba, así que le respondí que pusiera la seguridad a mi bolso. Andaba de cartera y cada cinta que le ponía, venía una cosa cerda que me decía al oído, como “en un ratito te voy a hacer de todo, washita”. Además, me rosaba el pecho con su mano. Quedé mal, helada, no supe qué decir, sentí impotencia. Me dije: “yo que tengo una facilidad para tirar chuchás y no salió ni una sola”. Avancé medio pasillo y colapsé.

        Salí de la tienda, entré por la otra puerta y le comenté al caballero que estaba con otro guardia en el mesón. Salí porque no quería verlo. Lloré. Dos tipos que entregaban panfletos me preguntaron qué me pasaba. Se acercó una señora y me separó de ellos, porque desconfió. Igual sentí que se aprovechaban de que estaba llorando y pensé que quizás me podían asaltar o no sé; ya no sabía qué pensar. La señora me agarró del brazo y me llevó al retén de Carabineros y me dije “por la chucha, lo único que faltaba”. Hablamos con los pacos, me calmaron y fueron a buscar al loco. Él se defendió diciendo: “yo nunca le falté el respeto ni la traté con garabatos ni nada. Yo tengo señora, tai súper mal, flaca”. A todo esto, la señora me dijo que este tipo igual la trató de “cosita rica”.

        Cuando lo vi y escuché, me sentí peor. Me dijo cosas como: “ni que te hubiera violado que le poní tanto color”. Le dije a los pacos que no lo quería ver, salí por otro lado del retén y quedaron de hablar con su jefe para que lo despidiera.

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          El domingo 28 de mayo la selección nacional de fútbol femenino jugó contra su símil de Perú en el Estadio Nacional. Sin embargo, el partido no fue transmitido por canales de televisiónl, lo que no sólo deja fuera a quienes viven en regiones, sino que demuestra la falta de apoyo al sexo femenino en esta disciplina.

          El domingo 28 de mayo la selección nacional de fútbol femenino jugó contra su símil de Perú en el Estadio Nacional. Cerca de 12.000 personas presenciaron la victoria por 12 goles a 0 de las chilenas. Sin embargo, a pesar de sus grandes condiciones como jugadoras, la importancia que debiera tener y el interés emergente que existe, esta fue la segunda vez en la historia que se les ha permitido usar el Estadio Nacional. A ello se suma que el partido no fue transmitido por ningún canal, lo que no sólo deja fuera a quienes viven en regiones, sino que profundiza las diferencias que se viven en esta disciplina.

          Mundo de hombres

          Una de las primeras barreras que enfrenta el fútbol femenino es adentrarse en un deporte altamente masculinizado. Se sigue tratando el fútbol como un deporte exclusivamente de hombres, con lo que se naturaliza el poco desarrollo y oportunidades que tienen las mujeres que lo practican. Ramas de fútbol femenino son cerradas y coartadas desde la época escolar, dificultando incluso el cambio de paradigma social. A las futbolistas se les insulta de muchas formas desde temprana edad, con el principal argumento de una supuesta falta de feminidad.

          A tal punto llega el sexismo, que Joseph Blatter, ex presidente de la FIFA, señaló en una oportunidad que las mujeres deberían “usar pantalones cortos más ceñidos” para cambiar el look y atraer más espectadores. Además, demostró no saber las reglas sugiriendo falsamente que las mujeres jugaban con una pelota más liviana.

          Además, sufren una constante invisibilización: se les niegan reconocimientos, su existencia y son dejadas de lado. Una clara muestra de esto puede verse con el Mundial Femenino Sub 17 del 2010. La selección femenina consiguió clasificar al mundial de Trinidad y Tobago luego del vice campeonato conseguido en Brasil, hace siete años. No obstante, cuando la selección Sub 17 masculina clasificó al mundial de este año, los medios señalaron que era un logro que no sucedía hace dos décadas. “Duele ni si quiera que no nos valoren, sino que no existimos” comentó en su momento a La Tercera Iona Rothfeld, seleccionada nacional y ahora presidenta de la ANJUFF (Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino).

          En Chile, el fútbol femenino tiene condiciones similares al fútbol amateur: las jugadoras no reciben sueldo, por lo que no pueden vivir de esta actividad. En algunos casos incluso tienen que pagar para formar parte del club. Debido a esto, las futbolistas tienen que compatibilizar trabajo o estudios con sus entrenamientos y partidos oficiales. Si necesitan moverse de ciudad para disputar un encuentro, han de sacrificar tiempo de estudio o días remunerados. Incluso, los clubes tampoco facilitan seguros de salud, por lo que si una jugadora sufre una lesión o enfermedad, el costo asociado corre por cuenta personal.

          Por otra parte, las condiciones en las que juegan son malas. Les pasan las peores canchas y usualmente no cuentan con equipo ni materiales adecuados. Sus partidos no son transmitidos y tampoco tienen auspiciadores, como para incentivar inversión alguna de parte de los clubes. Y estas paupérrimas condiciones ni siquiera les aseguran alguna estabilidad en la actividad. En 2016, los clubes Audax Italiano y Unión Española cerraron sus ramas de fútbol femenino argumentando falta de recursos, difusión y apoyo.

          Experiencia internacional

          En Europa, el fútbol femenino ha dado grandes pasos. Los clubes son profesionales, cuentan con auspicios, regulación de sueldos y los partidos se transmiten en vivo. Estos países han desarrollado esta disciplina gracias a un extenso aporte de sus respectivas federaciones y ciertas regulaciones de la confederación europea. Alemania ha sido el país con más avances, lo que se refleja con siete copas europeas y dos copas mundiales. Estados Unidos y Japón también han logrado grandes avances, logrando llegar ambos países a las últimas dos finales de mundiales realizadas, ganando una cada uno. Por otra parte, en Latinoamérica, México, Colombia y Venezuela ya tienen ligas profesionales de fútbol femenino instauradas el último año, con sus primeros campeonatos disputándose este año.

          Un gesto favorable se ha producido de parte de la CONMEBOL (Confederación Sudamericana de Fútbol), la cual exige que los clubes participantes en competencias internacionales, a partir del 2019, deberán “tener un primer equipo femenino o asociarse a un club que posea el mismo”. Con esto, los equipos tendrán que “proveer de soporte técnico y todo el equipamiento e infraestructura (campo de juego para la disputa de partidos y de entrenamiento) necesarias para el desarrollo de ambos equipos en condiciones adecuadas”. Sin embargo, esto todavía no asegura una profesionalización del deporte, dejando fuera contratos, pagos de sueldos y seguros de salud.

          Desafíos

          En Chile, existen dos organizaciones dedicadas a mejorar las condiciones del fútbol femenino. La ANJUFF, Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino, cuya misión “nace de la urgencia de regular las bases y condiciones en las que se desarrolla esta disciplina”. También contamos con la COFFUF (Corporación de Fomento de Fútbol Femenino), que nace con la intención de “hacer que cada día más niñas, jóvenes y mujeres descubran en el fútbol un deporte entretenido, social y competitivo”. Con este fin, organizaron el partido de la selección femenina en el Estadio Nacional, dejando la entrada gratuita para demostrar el interés que existe. Asimismo, antes del amistoso internacional, se jugó la final de la copa de fútbol amateur femenino, también organizada por la COFFUF, dando la oportunidad a estos equipos de jugar dicho recinto con un público inimaginable, por ahora, para la actividad.

          Todavía falta mucho por lograr en el fútbol femenino, son grandes y diversos los desafíos: igualar las condiciones técnicas y económicas de las futbolistas a las de sus pares hombres y entregar formas de difusión adecuadas. Por nuestra parte, te invitamos a revisar imágenes del partido, difundir esta actividad y mostrar que el interés por el fútbol femenino existe.

          Foto: www.peloteroschile.cl