“Después de esto no quise callarme, mi familia se enfrentó a él”
Fue a fines del año pasado. Recuerdo que era un poco tarde para ir a la casa de él, pero quería arreglar nuestros problemas. Era mi amigo, yo tenía 14 años y él 16. Confiaba tanto en él. Al llegar, lo primero que llamó mi atención fue que no escuchaba ni a su mamá, ni a su papá, tampoco a su hermana, siendo que él me dijo que estaría con ellos. Recuerdo bien que después empezó a tomar cerveza, a pedirme perdón reiteradas veces sin una razón concreta. Yo estaba enojada, ya que me mintió al decirme que no estaba solo y al comenzar a tomar y no a dialogar sobre nuestras diferencias. Le dije que me iría, pero cuando abrí la puerta, él la cerró, y me sujetó tan fuerte que dolía. Le pedí que me dejara ir, pero la manera en la que respondió fue peor: me sentó arriba de él y me pidió que me moviera para él. Yo estaba en blanco. Luego, al notar que yo no hacía nada, me quiso soltar el botón de los jeans. Él hizo lo mismo con su buzo, y cuando estuvo a punto de hacerlo, lo empujé y salí corriendo de ahí. Nunca me sentí tan vulnerable, tan asqueada, tan mal. Después de esto no quise callarme, mi familia se enfrentó a él, también por términos legales, pero todo quedó en nada. Y ahora, me cuesta creer y confiar en las personas, no podía esperar algo así de una persona tan cercana e importante para mí.