“El carabinero me dijo: es preferible que no denuncie, olvídelo, esto pasa”
Era domingo, iba a tomar locomoción a cuatro cuadras de mi casa. En el camino, un desconocido que andaba en bicicleta subió a la vereda y, una vez allí, se bajó para caminar, lo que no me pareció muy extraño en ese momento. Sin embargo, una vez que él estuvo a mi lado, tiró su bicicleta contra mis piernas para inmovilizarme. Choqué contra una reja y me puse a insultarlo, pensé que me quería asaltar, pero no: él quiso tocarme. El tipo era un degenerado. Jamás agarró mi bolso, sólo deseaba tocar… tiré la carpeta que llevaba en la mano y sólo atiné a engancharle el brazo y lanzar combos al aire como loca. Cuando pude sacar una pierna empujé la bicicleta y le pegué una patada en las costillas, pero no fue lo suficientemente fuerte, porque no pude derribarlo.
Ante esto, el tipo agarró su bici y se fue rápido. Irónicamente, tres minutos después de este episodio pasó una patrulla de Carabineros, la que a pesar de mis gritos y señas, no paró. Asustada, regresé a mi casa. Horas más tarde, salí acompañada por un amigo y nos encontramos a un carabinero. Me acerqué y le pedí que me aconsejara sobre qué hacer en estos casos. Él dijo: si usted no quiere pasar por la humillación de contar y revivir este episodio, por su bienestar psicológico, es preferible que no denuncie. No hay a quién culpar, seguir o detener. Hizo bien en pegarle, pero sólo olvídelo, esto pasa.
Sólo quiero decir que aquí en Arica hay un tipo joven, veinteañero, moreno y encapuchado, anda en bicicleta y acosa mujeres. Esto no me pasó solamente a mí, cuando le conté a una amiga, ella reconoció haber sufrido un ataque similar en otro sector cercano al lugar donde yo fui atacada.