“Es penca dejar de ser como una es por miedo a que te griten o te toquen”
Ya me había pasado antes que me gritaran cosas en la calle o que algún pelotudo me dijera algo cuando pasaba al lado de él. Suelo salir a la calle con audífonos, y las veces que no lo hice, siempre respondí, por lo que me llegaban comentarios como “hueona loca” o “ordinaria”. Pero la situación que voy a contar me dejó congelada.
Iba un sábado al dentista, tipo once de la mañana, en Metro. Iba con un vestido suelto negro y zapatillas. El metro no iba tan lleno, pero lo suficiente para que la gente fuera un poco apretada. Recuerdo que sentí una puntada en mi trasero, pero no le di importancia, pensé que alguien me había pasado a llevar con el bolso. Cuando sentí que era más insistente, miré y era un tipo metiendo la mano bajo mi vestido, manoseándome el trasero. Me quedé como tabla, no supe cómo reaccionar. Siempre me habían dicho en casa que si llegaba a pasarme algo así tenía que gritar, hacer escándalo, pero dentro mío me hice pequeñita, me quedé muda. El tipo luego bajó en la siguiente estación y me quedé igual de paralizada, con asco, con ganas de llorar y con rabia hacia mí misma por no haber hecho nada. Hasta el día de hoy, cuando recuerdo, me siento enrabiada con el tipo y conmigo por no haber reaccionado y haberme paralizado así; porque aunque a una le enseñen qué hacer en esas situaciones, no te esperas que suceda.
Hace rato que no uso vestidos en la calle ni me gusta salir muy arreglada, sobre todo porque siempre ando en transporte público. Es penca tener que dejar de ser como una es o quisiera ser, por miedo a que te griten o te toquen.