“Estaba metiendo su mano por debajo de mi jumper, me asusté mucho, pero lo enfrenté”
Cuando tenía 16 años, usaba mi jumper ajustado y corto. Me encantaba andar así e, incluso, hasta hoy me considero fan de las mini.
El asunto es que un día venía del colegio y la micro estaba muy llena. Yo iba parada. De pronto, sentí que alguien a mi espalda estaba metiendo su mano por debajo de mi jumper, me asusté mucho, pero lo enfrenté: agarré rápidamente la mano del sujeto y me volteé ¡era un viejo como de 60 años! Muy enojada, lo interpelé, le dije que qué le pasaba, por qué me andaba tocando. Otro hombre se acercó y me interrogó sobre lo sucedido, le conté y me defendió. Le dijo al viejo que era un degenerado, le pidió al chofer que detuviera la micro y lo bajó a patadas. Luego solicitó que me dieran el asiento, porque yo estaba muy alterada, al borde de las lágrimas. Cuando le agradecí por defenderme, él me contó que tenía una hija de mi edad y que no entendía cómo podían haber seres con una mente tan retorcida.
Llegué a mi casa y me puse a llorar, me sentía mal y sucia. Lloré durante varios días y jamás le dije a mis padres lo que había sucedido. Le agradezco a ese caballero el que me haya defendido y ayudado. Sin embargo, en otras situaciones de acoso no he tenido tanta suerte.