“Le agarré odio a mi propio cuerpo en plena pubertad”
Cuando tenía 11 años me mandaron a comprar. Estaba contenta porque llevaba puesto un vestido nuevo confeccionado por mi abuela, que me parecía lo más lindo del mundo. Todo iba bien, hasta que un hombre muy mayor se asomó por la reja de su casa, me miró con deseo y me dijo cosas asquerosas al oído.
Como nunca me había pasado algo así, entré en pánico y corrí hasta mi casa llorando. Cuando llegué, me cambié el vestido de inmediato y le tomé fobia. También le agarré odio a mi propio cuerpo en plena pubertad. No quería usar sostén, no quería crecer. Desde ese día comencé a usar poleras enormes y pantalones gigantes para ocultar mis formas, y pasaron más de 10 años hasta que pude volver a ponerme un short, una falda o cualquier prenda ajustada sin temor a cómo pudieran verme los demás.
El acoso callejero nunca es justo, menos a los 11 años.