“Le dije, ¿le gustaría que un desconocido hiciera eso con su hija, su mamá o hermana? Él pidió disculpas y agachó la cabeza”

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    Iba caminando por afuera de una construcción, cuando un hombre me gritó algo que no distinguí bien. Me devolví y le pregunté  qué me había dicho. Él  abrió los ojos con cara de sorpresa y luego empezó a decir que yo era muy linda y ese tipo de cosas. Le dije que él no tenía el derecho a opinar sobre mí o sobre mi cuerpo y que yo tampoco le había dado la confianza, ni nada.

    Le dije, ¿le gustaría que un desconocido hiciera eso con su hija, su mamá o hermana? En ese momento se cortó un poco y luego siguió diciendo “pero son palabras bonitas”. Le respondí que no me importaba, que era algo desagradable, que no correspondía y que simplemente no lo hiciera. Él pidió disculpas y agachó la cabeza. Yo seguí mi viaje, contenta de no haberme quedado con la rabia callada.