“Les respondimos a todos los que nos gritaron, pero sólo recibimos insultos de vuelta: ‘maraca, anda a meterte el dedo en el hoyo’, nos decían riéndose”

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    Una amiga extranjera vino a Santiago a visitarme. Durante la primera semana de sus vacaciones, fue violada. Hicimos juntas la denuncia por abuso sexual en Carabineros y la PDI, fueron días muy dolorosos para ambas. El Ministerio del Interior se comunicó con nosotras para ofrecerle a mi amiga apoyo psicológico y jurídico.

    Fuimos al Programa de Atención a Víctimas y al Sernam, pero mientras hacíamos estos trámites en el centro, fuimos víctimas de reiteradas manifestaciones de acoso callejero. Mi amiga estaba todavía muy vulnerable, lloraba cada vez que veía a alguien parecido a su agresor y le costaba mucho sentirse segura en ambientes en el que hubiese muchos hombres. Imagínense cómo se sintió caminando por el centro. Nos defendimos, les respondimos a todos los que nos gritaron pero sólo recibimos insultos de vuelta: “Maraca, anda a meterte el dedo en el hoyo”, nos decían riéndose y escapando en sus autos, cobardes.

    Según el Ministerio Público, en Chile se comenten 17 violaciones diarias. ¿Sabrán estos imbéciles por lo que están pasando las mujeres a las que deciden acosar? ¿Les importará? Pese a todo, mi amiga se fue de Chile sabiendo que en su país las cosas no hubiesen sido muy distintas. Lamentablemente, la violencia contra las mujeres está demasiado arraigada en nuestro continente y no poder salir de nuestras casas sin sufrir acoso callejero, que es una de las manifestaciones más cotidianas de esa violencia.