“Me agarró una pechuga y siguió su camino”
Iba a encontrarme con mi mamá en el supermercado. Es un camino habitual que hago, ya que me queda al lado de mi casa. Me acuerdo que andaba con ropa suelta, sin escote y un enorme chaleco café que me tejí hace un tiempo. Estaba hablando con una amiga por celular. Por la calle, en sentido contrario, venía un ciclista, de sexo masculino y de aproximadamente unos veinte años. Pasó y sonrió. Luego de eso me agarró una pechuga y siguió su camino.
¡Quedé helada! Jamás me había pasado algo así, menos pensé que lo haría un ciclista que son socialmente reconocidos como tan “buena ondas”. Me enojé mucho y sin pensar me di vuelta y con toda mi fuerza le tiré el celular en la espalda, y le grité muy fuerte un garabato. Nadie hizo nada. Me sentí sumamente vulnerable, porque habían violado mi intimidad. Ya no creo en los ciclistas, los miro con recelo, y cuando se me acercan me aparto. Cuesta volver a confiar después de haber vivido algo así. Uno se pregunta, ¿Sabrán el tremendo daño qué pueden causar sus acciones?