“Me sacó la hawaiana y me chupó entre los dedos”
Iba caminando por el borde costero, yo tenía doce e iba con dos amigas de once, era verano así que íbamos con short y hawaianas. Toda mi vida he vivido a cuadras de la playa, así que no era raro salir con mis amigas a caminar por esos lados.
En un punto vimos un auto estacionado y con el capó abierto. Parecía que se había quedado en panne. En ese tiempo, yo estaba obsesionada con aprender a manejar y con todo sobre autos. Justo el dueño del auto nos pidió ayuda para arreglarlo, nos dijo que necesitaba que alguien acelerara cuando diera la orden mientras alguien más apretaba no sé qué en el motor. Así que me senté en el asiento del copiloto e hice lo que me decía. En un momento me dijo que lo estaba haciendo mal y se puso a apretar el acelerador con su mano, conmigo aún sentada ahí, apretando su cara contra mis piernas y yo no sabía qué hacer.
Mis amigas desde donde estaban no veían y yo estaba encerrada. Le empecé a decir que mi mamá nos estaba esperando y nos teníamos que ir. Antes de dejarme bajar miró mis pies y dijo que los tenía sucios, me sacó la hawaiana y me chupó entre los dedos, después se hizo a un lado y me dejó ir. En ese momento me sentí pésimo, estaba tiritando. Cuando nos alejamos lo suficiente le conté a mis amigas y se rieron.
A los once años solo veían que “chupar los pies” era algo chistoso. Yo tampoco sabía por qué, pero aún a esa edad, de alguna manera sentí que eso era algo sexual. Me sentí sucia y violada, todo lo que podía pensar era que si le contaba a mis papás me iban a retar, porque siempre me decían que no hablara con extraños y no me subiera a autos ajenos.
Pasaron más de seis años sintiéndome culpable y tonta por haberme sentado en ese auto.