“Ni siquiera había dado mi primer beso y sentí una mano que se metió por debajo del short”
La primera vez que me enfrenté al acoso sexual callejero, tenía como 11 o 12 años y lo recuerdo nítidamente. Iba de pie en la micro, era verano, usaba shorts y una polera fresquita, porque hacía mucho calor. En esa época ni siquiera había dado mi primer beso y todavía jugaba con muñecas. Sentí una mano que se metió por debajo del short y me comenzó a acariciar toda la nalga. Intenté moverme, pero la micro iba llena y no pude. Eso duró varios minutos, hasta que me pude bajar. No grité ni nada, quedé congelada.
Cuando tenía cerca de 15 años, me iba y venía del colegio con mi hermana, un año menor que yo. A esa edad éramos un poco más “choras”, no nos dejábamos intimidar. Vivíamos una situación de violencia intrafamiliar en la casa, no nos espantábamos con facilidad. Lo primero que nos pasó juntas fue que al cruzar la calle un tipo le dio un agarrón monumental, que le levantó la falda del uniforme hasta la cabeza. Lo salimos persiguiendo con la intención de pegarle, pero no lo alcanzamos.
Por esa misma época íbamos bien seguido a un supermercado cerca de la casa, siempre nos mandaban a comprar ahí. En el estacionamiento había un tipo que acomodaba los autos. Era mayor, de unos 60 años. Siempre nos gritaba cosas, puras cochinadas de índole sexual. Todos los días. Un día nos aburrimos y decidimos enfrentarlo. Justo nos habían mandado a comprar un montón de latas de conserva, así que cuando veníamos de vuelta y el viejo nos empezó a seguir y decir cosas, nos dimos vuelta y le pegamos con las bolsas en los brazos y piernas. Llegó un guardia y le contamos todo. El guardia le paró el carro al viejo y no volvió a aparecer por ahí.