“No me dejaba salir y me decía: ‘sigue un rato conmigo, vamos, si vivo cerca'”

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    Al leer lo que muchas escriben, es inevitable recordar las veces que me ha sucedido. Tengo veintinueve años y lo que me pasó una vez, hace que tome precauciones incluso quince años después.

    Venía del colegio, sola. Esperaba la micro a la vuelta del portón de salida y un viejo (yo tenía trece y el jetón unos 50) me preguntó la hora. Le dije que no usaba reloj. Empezó a preguntarme por el colegio y luego, cuando vino la micro, se subió detrás de mí, me empujó a un asiento al lado de la ventana y se sentó, “bloqueando la salida con un bolso”. No atiné a nada, ni a gritar. Me siguió hablando y tocando durante el tramo a mi casa, que era de unos veinte minutos, ¡muy, muy largos en ese momento!

    Cuando vi que me acercaba a mi casa, sólo dije “me bajo”, casi sin voz. No me dejaba salir y me decía “sigue un rato conmigo, vamos, si vivo cerca”. Casi llorando y respirando muy rápido moví la cabeza diciendo “no”. El mierda sacó la mochila y me dejó salir, me dio un agarrón en la pierna y me tiró un beso. Me bajé aterrada, llorando.

    Me obligué a tranquilizarme antes de llegar a mi casa. Nunca lo conté, hasta el día de hoy. Después de eso, empezó el pánico a andar sola o usar ropa vieja y ancha. Me costó mucho no sentir miedo en la calle.