“El acoso callejero no solo le ocurre a la mujer, los hombres también somos víctimas”
Por Samuel
El acoso callejero no solo le ocurre a la mujer. También los hombres somos víctimas, aunque creo que solo cuando somos niños. Tenemos en común que el victimario es un hombre ya mayor. Cuando era pequeño, tipo seis o siete años, vivíamos con mi familia en una población de una comuna del sur de Santiago. A unas cortas cuadras de mi casa existía una botillería en la que, durante todo el día, se juntaban muchos hombres indigentes, alcohólicos entre otros. Un poco más allá de la botillería estaba el almacén donde debía ir a comprar. Siempre que pasaba por ahí sentía las miradas de todos sobre mí, lo que me hacía sentir inseguridad, temor. De niño era muy tímido, no era capaz de enfrentar a las personas, por lo cual pasar frente ese lugar se transformaba un calvario.
Todo empeoró cuando producto de mi realidad económica usaba un pantalón un poco apretado (me quedaba chico) y fui a comprar. A esa edad uno no es consciente de temas sexuales, uno es solo un niño y las miradas de los tipos cambiaron a palabras. “Aaahh, tiene el potito paraíto”. Esa fue una de las frases que escuché mientras me alejaba del lugar. Como niño me sentí mal. Mientras caminaba intente cubrir con mis manos mi trasero. Sentí horror. Lamenté que se fijaran en mi trasero. Cuestioné su forma, mi autoestima bajó. Sentí tristeza. No entendía por qué se fijaron en eso, pero intuía que no era por algo bueno. Me sentí vulnerado, casi violado. Sentí ganas de ocultarme, huir. No quería que se fijaran en mi cuerpo. Me hice más tímido. Quizás no es algo tan fuerte como lo que le ocurre a muchas niñas y niños, pero en ese momento fue algo horrible para mí.
Pasó el tiempo y continúe con mi vida de niño. Los juegos, mi amigo-perro-mascota, mis amigos niños, mis primos, el colegio, los dibujos animados, hicieron olvidarme del asunto, aunque siempre me sentía incomodo con mi trasero o con mi espalda. Trataba de usar ropa ancha, pararme siempre detrás de una pared o de un poste.
Años más tarde, nos cambiamos de casa y ya a la edad de once o doce años, otro hecho perturbó mi conciencia. Veníamos en la micro mi madre, mi hermana y yo (soy hermano mayor). Ellas iban sentadas juntas y yo en el asiento de atrás. Veníamos conversando y yo me inclinaba hacia adelante para charlar cuando comienzo a sentir la sensación de que alguien me observaba. Mire hacia al lado y en la otra columna de asientos de la micro estaba un tipo. Aún lo recuerdo muy bien. Venía con tenida de deportista y usaba unos lentes de sol oscuros.
El tipo me miraba fijamente y escucho un sonido como cuando uno arruga una bolsa. Me fijo en eso y veo que el tipo comenzaba a masturbarse. A esa edad de pre adolescencia aun no tenía conciencia de esas cosas, seguía siendo un niño, pero de todas formas sentí pánico. Instintivamente, mire al tipo a la cara para que dejara de hacer eso, intimidarlo o algo así, pero ¿qué hombre se intimidaría por un niño? Y él seguía masturbándose y no quitaba su vista sobre mí. Me sentí muy incómodo. No sabía si gritar, si decirle a mi mamá. Deseaba que alguien se diera cuenta y golpeara a ese tipo, pero solo nosotros íbamos en la micro. Fueron unos momentos muy tensos. No quería estar ahí, me desesperaba, el tipo se masturbó por mucho rato hasta que termino. Se paró y temí que nos fuera a hacer algo, pero para mi gran alivio se bajó de la micro. Miré por la ventana para observarlo y el hombre me miró horriblemente e hizo un gesto con la mano igual al masturbarse. Eso fue lo peor. Quede pálido, no hablé todo el día y me encerré en mi pieza.
Ahora a mis próximos veintidós años de edad, recuerdo esos episodios y no les miento, aún siento pena y ganas de llorar.
He llegado a sentir odio por mi género. Odio al machismo en la sociedad chilena. He visto a mi padre desde niño mirar con deseo a mujeres en las calles y he visto a mi madre sacándose la chucha por nosotros. He visto a mis compañeros de colegio precozmente sexualizándose y haciendo de la mujer un simple objeto sexual. He escuchado las conversaciones de mis compañeros de trabajo sobre “las mujeres son así y asá”, “qué mijita más rica”, como si la mujer no fuera nada. Los he visto ir a lugares expresamente a “vitrinear minas”. He escuchado las preferencias de hombres ya mayores por las “pendejitas” o las “colegialas” y lo que más me da horror es lo tan normal que se ve el asunto entre hombres.
No soy de los tipos que miran en las calles y si alguna vez lo he hecho es porque encontré bonito su rostro. Ahora que tengo polola, he tenido que convivir con el acoso callejero a diario. Ella también desde muy niña fue víctima de constantes abusos, hasta de un intento de violación. He tenido con tristeza conversarle y penosamente pedirle que no se vista como ella quisiera, si no que intente vestirse “más tapada”. Entiendo perfectamente que no es la idea. La mujer puede vestirse como le da la gana y es el deseo genuino de sentirse auténtica, linda, radiante para ella misma. El problema aquí somos los hombres, pero como dice el dicho “más vale prevenir que lamentar”.
Ella siente miedo al andar sola. Son muy constantes las miradas, las malas palabras y sinceramente yo también temo y siento miedo de que le pueda pasar algo. Por eso siempre la acompaño, trato de estar siempre con ella. La defiendo, encaro a los tipos que la miran y si es preciso, estoy dispuesto hasta recurrir a la violencia con tal de proteger su espacio y su integridad. Pero no se puede vivir así. No se puede vivir con miedo. Es por eso mi esperanza en esta gran iniciativa. Tengo la esperanza que este movimiento toque la conciencia de las personas.
Veo con tristeza la degradación contra la mujer en las teleseries, en la publicidad, en el trabajo. Pero también veo con agrado la lucha de cada mujer al salir adelante sola en este país machista. El sexismo es como un cáncer social.
Mujeres que lean esto, aquí tienen a un hombre que les da su incondicional apoyo. Hombres que lean esto, aprendan a conocer a una mujer, no es difícil. El machismo y patriarcado son cosas del pasado. Evolucionen sus conciencias.