“No supe cómo reaccionar, era un cabro chico y yo una mujer con más años que él”
Tengo 27 años, trabajo en una institución pública y como es obvio utilizo un uniforme institucional: feo, muy feo. Es ese uniforme que te queda muy ancho -soy delgada y se ve peor- y que ni arreglándolo se vería mejor.
Mi historia es la siguiente. Tomé el metro como de costumbre y me bajé en Quinta Normal para tomar la micro que llega a Maipú. Todo iba bien, hasta que me subí a la micro y me di cuenta de que los únicos asientos que iban desocupados eran los de atrás, no los del fondo, sino esos que están elevados antes de llegar a la puerta trasera. Nunca me ha gustado sentarme ahí, porque una vez me asaltaron a las 17:00 de la tarde, con la micro llena. Para variar nadie hizo nada. También sufrí otro intento de robo, así que siempre optao por irme de pie, pero adelante. Además, pensé que como iba con ese uniforme tan feo, “nadie me vería”.
Ese día iba muy cansada, así que pensé que nada iba a pasar, que tenía que superar mi trauma producto de los robos y que en caso de cualquier cosa, gritaría. Me senté en el asiento que está al lado de la ventana y más adelante se subió un escolar, como de segundo o tercero medio, que iba con un bolso típico de gimnasia. Se sentó al lado mío y de pronto sentí que se empezó a acercar mucho.
Lo miré de reojo y no noté nada extraño, por lo tanto me corrí disimuladamente. En eso, sentí que algo muy suave rozaba mis manos. Pensé que eran las suyas y me volví a correr. Él, muy insistente, se acomodaba muy cerca mío, obviamente con su bolso encima de sus piernas por lo que no me dejaba ver qué era.
De pronto, volví a mirar de reojo y vi -esto es muy asqueroso pero lo voy a decir tal cual-, PELOS. Vi pelos muy largos, entonces giré para ver qué era y efectivamente era su pene. En ese minuto entré en shock, pensaba qué hacer, si pegarle un charchazo al escolar o pararme disimuladamente.
También pensaba que si hacía escándalo la gente lo bajaría de la micro y el “pobre pendejo” quedaría con un trauma atroz (no es lo que pienso hoy). No supe cómo reaccionar, era un cabro chico y yo una mujer con más años que él. Y él me estaba invadiendo, acosando.
Me paré y me quedé en la parte de adelante de la micro hasta bajarme. Caminando las cuadras que me faltaban para llegar a mi casa reflexioné lo tonta y cobarde que había sido, por no haber denunciado públicamente al estudiante. Pensé también que le había hecho un flaco favor al no decirle nada, porque con mi silencio estaba permitiéndole acosarme y naturalizando la situación, para que él después lo volviera a hacer.
Quise compartir mi experiencia para que ninguna mujer permita que un hombre, independiente de su edad, la acose.