“Nunca me había sentido tan asqueada, lo peor es que me sentí asqueada por mí, por ser mujer”
Esa fue la primera vez en que me sentí acosada en la vida. Nunca me había sentido tan asqueada, lo peor es que me sentí asqueada por mí, por ser mujer.
Tenía unos 9 ó 10 años, estaba con mi mamá esperando la micro, frente al Líder de General Velásquez. Estaba con falda, una falda de niña, obvio; me llegaba a las rodillas y ni pechugas tenía en ese tiempo. Un tipo empezó a llamar mi atención haciendo un sonido ‘chht chht’ para que lo mirara, entonces empezó a lamerse los labios de forma sexual y a tocarse el pene. En ese momento de verdad que quedé congelada, sentía que no sabía qué estaba pasando y me asusté. Comencé a mirar hacia otro lado pero el tipo seguía. Ni si quiera tuve el valor de decirle a mi mamá en primera instancia, hasta que le pedí que nos corriéramos de allí y lo notó. Jamás había escuchado a mi mamá gritarle a un desconocido en la calle: “viejo asqueroso, ¡pedófilo!”.
El paradero estaba lleno y nadie hizo nada. Luego pasó la micro y el viejo asqueroso, desde abajo de la micro, hizo el mismo gesto con los labios y me tiró un beso. Mi mamá, obvio, estaba enrabiada y me decía que no le hiciera caso, que era un enfermo.
La situación yo creo que me afectó mucho cuando me empecé a desarrollar. Cuando me empezaron a crecer las pechugas me empecé a conseguir vendas para tapármelas, porque me asqueaba de una forma impresionante ser mujer.
Ahora, cada vez que me dicen algo en la calle, recuerdo a ese viejo asqueroso. Me costó harto entender que no debo sentirme culpable y creo que, al contrario de lo que muchos dicen, justificando con un “es algo lindo, te sube el autoestima”, a mí me la bajan, me degradan, como lo hizo ese viejo.