“Que alguien se te acerque sin conocerte y te diga al oído ‘estai rica’ es violencia”
Ahí estaba yo, saliendo de la pega. Aún hacía calor, pero una suave brisa refrescaba mi ida a casa. Desde lejos, vi en el paradero a un lolita alta, pelo crespo, negro, largo; delgada, vestida con una falda muy linda. Mientras caminaba, pensé en mi Amparo y que desde lejos a pesar de la diferencia de edad se parecía físicamente a esta muchacha.
Cuando me acerqué más para llegar al mismo paradero, la miré y vi que llevaba una holgada polera que dejaba ver parte de su muy lindo sostén, tipo traje de baño. En ese momento, mientras volvía a pensar que se parecía mucho a mi chiquilla, pasó una camioneta llena de “hombres” y paró frente a nosotras. Comenzó un bombardeo de “piropos” de aquellos trogloditas hacia nosotras en el paradero. La niña me miró asustada y caminó a mi lado, le dije: estos tipos no tienen hijas, ni mamá, ni hermanas. Ella me regaló una sonrisa asustada, me preguntó qué micro tenía que tomar y me explicó que íbamos al mismo lugar. Me pidió irnos juntas para evitar “piropos” ordinarios, que quizás juntas se atrevería a responderles con alguna frase célebre que los hiciera callar.
Subimos en silencio a la micro, buscamos un par de asientos y me comentó lo asustada que se sintió, que quizás no debió ponerse esa polera. Me sentí indignada, con rabia y pena al mismo tiempo y le dije que se sintiera libre de vestir cómo guste y se sienta cómoda, que nadie le quite la libertar de sentirse bella caminando por la calle, que no debería dejar que nadie le quitara ese derecho.
Ahora pienso que mis hijas caminarán asustadas de que uno o más troglodita las empapele de violencia callejera. Así es: que un tipo se quede mirando tu escote es violencia; que alguien se te acerque sin conocerte a decirte que “tai rica” al oído es violencia en su máxima expresión; que uno o más tipos te griten por diversión en la calle es una agresión.
¡Basta de “galanes” cumas e indecentes que se creen con la libertad de decirlos lo que se les ocurra!