Estaba solo y venía un grupo de travestis. Uno de ellos me dijo al oído “Mijito” con una voz muy desagradable. Me molestó bastante.
Los hombres pueden trabajar contra del acoso sexual callejero, hablando con otros hombres, para hacerles entender que ellos no pueden decidir lo que es o no ofensivo para una mujer.
Muchos hombres ven al acoso verbal callejero como simples cumplidos, pero ¿qué pasa cuando a las mujeres les molesta? El periodista Jozan Cummings, del medio virtual The Root, se lo preguntó y escribió un artículo al respecto.
El autor se basa en su perspectiva como hombre para decir que él podría estar de acuerdo en que muchos se consideren ‘‘caballeros’’ al decir estas frases. Sin importar lo bien intencionadas que sean las palabras o lo respetuosas que se crea que son, están llegando a oídos exhaustos. Oídos que antes de ese cumplido, lo han oído todo y lo oyen todos los días. Sea con miradas o con palabras, las mujeres ya están hartas.
Lamentablemente, la gran mayoría de estas conductas son perpetradas por hombres a los que, seguramente, nunca se les enseñó que esta es una práctica no deseada y, por lo mismo, violenta. Muchos no saben cómo respetar a sus pares mujeres y caen en esta pésima y poco original conducta. Cummings también desmiente la aseveración de que a las mujeres que les molestan estas acciones tienen mal carácter: nadie tiene el derecho a decirles que están equivocadas si es eso lo que sienten.
Una de las mayores preocupaciones que plantea el autor es que el debate sobre el acoso sexual callejero se ha abordado sólo desde un punto de vista: el de las mujeres (y con razón, ya que ellas son las víctimas la mayor parte del tiempo). Sin embargo, la organización en contra del acoso callejero ‘‘Hollaback’’ toma el otro lado: “Los hombres en particular no están conscientes de la frecuencia y la gravedad de las faltas de respeto que muchos compañeros y compañeras (especialmente mujeres), experimentan en los espacios públicos’’, explica en su sitio web.
Rolando Thompkins, uno de los directivos de la organización ‘‘Stop Street Harassment’’, indica que una de las mejores cosas que los hombres pueden hacer para trabajar en contra del acoso sexual callejero es hablar con otros hombres y hacerles entender que ellos no pueden decidir lo que es o no ofensivo para una mujer. También compara esta situación con el racismo al indicar que ‘‘al igual que una persona blanca no puede decirme lo que es ofensivo para mí en términos de raza, yo no puedo decirle a una mujer qué es ofensivo para ella’’.
Cummings explica que, culturalmente y como hombre, sabe que cuando quiere conocer a una mujer, debe ser ‘‘agresivo’’, que es lo que se enseña a todos los jóvenes. Es decir, debe acercarse a una mujer que no conoce y comenzar una conversación. Para el autor, saber cómo acercarse a una mujer está en contraste con ser misógino o machista, y evita este último comportamiento.
En el artículo, también se señala que existen beneficios al hablar con los pares sobre el acoso callejero, ya que muchos hombres poseen historias en la que han salido con una mujer o han escuchado a alguien decirle algo. Es probable que este tipo de experiencias ayuden a los hombres a cuestionarse a sí mismos.
Como sea, los varones necesitan hablar más con las mujeres y entre ellos sobre lo que han vivido. Quizá, por la brecha cultural, sea difícil alcanzar a un consenso respecto de qué es y qué no es acoso sexual callejero. Probablemente, una mayor comprensión desde ambos géneros ayude a que todos y todas lo sobrellevemos de una forma más sana y sin violencia.
Me ha costado compartir este testimonio, ya que pensaba que otros creerían que soy maricón, pero ya no me importa su opinión.
Lamentablemente, el acoso callejero no es solo contra las mujeres, porque, aunque no sea visible, también afecta a los hombres y reconocerlo no te hace un afeminado. A mí me violaron y por muchos años me escondí. Ahora tengo una polola (feminista hasta la médula) que me acompaña al psiquiatra y me está ayudando a enfrentar mis temores. Pero hace algunos días mientras iba camino a la universidad, me acosaron desde un auto. El hueón me gritó que quería comerme, que era rico y otras cosas que prefiero no reproducir. Quizás por mi pasado o simplemente porque no me esperaba que otro hombre me dijera algo así a plena luz del día, me paralicé, me sudaban las manos, me sentí sucio y vulnerable.
Por mucho tiempo me escondí por vergüenza y pensé que era mi culpa lo que me había pasado, pero con el apoyo de mis cercanos ahora sé que no depende de tu fuerza física, tu condición social o de si eres mujer u hombre.
De verdad espero que otros hombres puedan empatizar con este problema; respetemos a los demás y dejemos de creer que el poder se gana humillando a otros. El daño de las palabras no deja marcas físicas, pero genera daños permanentes en la valoración personal. Ninguna persona merece vivir con miedo. Los hombres de verdad cuidamos y respetamos a las mujeres.