Acoso callejero

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    Captura del Live OCAC y OTD
    Durante el jueves 22 de abril, se llevó a cabo la conversación que reunió al Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC) y a la Asociación Organizando Trans Diversidades (OTD).

     

    El 22 de abril de 1973 en la Plaza de Armas de Santiago de Chile, se llevaba a cabo la primera manifestación Trans/Travesti de la que se tiene registro en el país. “Durante la última Semana Santa de la Unidad Popular con Salvador Allende en el poder, un grupo de travestis prostibulares decidió romper el silencio y protestar por el abuso policial reinante, demandando por vez primera derechos civiles no contemplados en la revolución socialista, entre ellos, el matrimonio homosexual”, compartió OTD en su cuenta de su red social Instagram para recordar la significativa fecha para las disidencias sexo-genéricas. 

    OTDCHILE INSTAGRAM
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    En el marco de los 48 años de esta manifestación que fue brutalmente reprimida por la policía, la prensa y la sociedad civil, se llevó a cabo la conversación en vivo a través de Instagram bajo el tema: “Acoso Callejero: Miradas desde las Trans Diversidades”. 

    La instancia que fue dirigida por la presidenta de OCAC, Carolina Jiménez,  contó con la participación de MatiVal Cortéz – activista género fluido, socie de OTD Chile y asesor jurídique de la Unidad de Legislación y Políticas Públicas desde julio de 2018 -; y con la de Shane Cienfuegos – Trabajadore social, diplomade en estudios de género, maestrante en estudios de género y cultura Universidad de Chile-. 

    La conversación trató distintas violencias que viven las personas Trans en Chile, como el acoso callejero y la violencia estructural desde la falta de políticas públicas contra la discriminación hacia la comunidad LGBTIQ+. 

    “Cuando ya nos ‘feminizamos’ empezamos a vivir la violencia estructural que reciben las mujeres y es súper violento. Antes del tránsito no sufría tanta violencia en las calles, pero cuando tengo esta expresión más femenina, por así decirlo, ahí yo dije ‘la mujer sufre caleta’”, contó Shane, y agregó que “la Comisión Interamericana de Derechos Humanos establece que la tasa de superviviencia de vida es hasta los 35 años (en trans diversidades). Es una cifra que no se ha modificado en América Latina y es sumamente fuerte. Entonces sí creo que deben haber leyes, sanciones a propósito de la hiperviolencia y de la violencia que recibimos en todos los espacios”.

    MatiVal agregó que durante el gobierno de Sebastián Piñera, no han existido avances circunstanciales respecto a la calidad de vida de las personas LGBTIQA+, y que a raíz de esto, OTD decidió bajarse de la mesa que estaba constituída con la subsecretaría de DDHH, Lorena Recabbren. Además, la Asociación propone la creación de una institucionalidad antidiscriminatoria autónoma tal como existe en otros países, como en Argentina y México, cuyo objetivo sería promover políticas públicas al gobierno central en esta materia.

     

    Te invitamos a revisar la conversación completa: 

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      A partir de la publicación realizada por el diario La Tercera -y replicada por varios medios de comunicación- se hace necesario aclarar lo siguiente:

      El acoso sexual callejero sí es delito en Chile, contrario a lo que se ha señalado en algunos medios. Nuestro país ha sido pionero en tipificarlo penalmente, dándole así protección a las personas que sufren de esta violencia sexual en el espacio público.

      Como OCAC propusimos un proyecto de Ley que tuvo apoyo unánime de las parlamentarias y parlamentarios. Fue un proceso legislativo largo, que duró aproximadamente cinco años, tiempo en que nuestro proyecto tuvo varias transformaciones.

      El proyecto finalmente aprobado, y que hoy es Ley, establece que el acoso sexual callejero es delito en el caso de grabaciones y abuso sexual por sorpresa (como las tocaciones). Está sancionado con penas de presidio, lo que habilita a que las policías puedan detener en situación de flagrancia.

      En el caso del acoso verbal, persecuciones y acercamientos intimidantes hostiles o humillantes y actos de exhibicionismo, se castigan como faltas. Esta falta tiene una pena diferenciada: el acoso verbal tiene pena de multa, mientras que las demás conductas enumeradas tienen penas privativas de libertad de menor índole en conjunto con multas.

      Producto de que no se tomaban las denuncias por parte de las policías, se constituyó una mesa intersectorial, solicitada por OCAC al Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, para revisar la aplicabilidad de la legislación y de qué manera podemos robustecerla, y no -como se ha dejado entrever- para realizar en particular la modificación señalada por la Fiscalía. Es en este contexto que la Fiscalía elabora una minuta que da cuenta de un problema de adecuación de la Ley con el Código Procesal Penal, que solo se advirtió con su implementación.

      Es importante destacar que en la noticia publicada por La Tercera pareciera ser que todos los problemas de aplicación de la legislación tienen que ver con la Ley en términos de la detención por flagrancia o su aplicación en menores de edad, cuando en realidad no es tal. Este es uno de los tres artículos de la Ley de Respeto Callejero: dos de ellos se configuran como delito -totalmente contrario a lo que se afirma en la noticia-.

      No perdamos de vista que los problemas de aplicación de las legislaciones en torno a las violencias sexuales tienen que ver con los pasos para hacer la denuncia y con las investigaciones. Acá el problema no está en que no se pueda detener en flagrancia en el caso que se cometa un acto de acoso sexual verbal según el artículo 494 ter, sino que tiene que ver con que cuando hay tocaciones, roces, punteos, agarrones, etc., Carabineros no está tomando las denuncias, está revictimizando e insiste en preguntar cómo la víctima estaba vestida. Pongamos el foco donde corresponde y no solo en un artículo de la legislación. Este artículo sí es aplicable y sí da lugar a un proceso de persecución penal.

      Existe voluntad para corregir y adecuar la Ley con todas las normas del sistema penal, porque más allá de la indicación que hizo Fiscalía, nuestro sentido y nuestra militancia política está con trabajar por la construcción de un espacio público seguro, libre de violencia sexual e igualitario para todas las personas.

      El llamado es a informarse y a informar bien: las personas sí pueden denunciar y que “no se aplique la detención por flagrancia” en uno de los tres hechos delictuales tipificados en  nuestra Ley, no significa impunidad. Las policías, de todas maneras, tienen la obligación de auxiliar a las víctimas de este tipo de violencia y tomar las denuncias, porque el acoso callejero sí es delito.

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        El día jueves 16 de mayo de 2019, mientras iba camino al trabajo, estaba esperando micro en un paradero de Llico con Haydn. Un caballero en un auto, que no recuerdo la patente ni el color (salvo que tenía vidrios polarizados), tocó la bocina e hizo señas. Miré hacia atrás pensando que era para otra persona, pero estaba sola. El tipo siguió haciendo las señas por lo que pensé que tal vez lo conocía. Me acerqué un poco a la calle, el bajó y el vidrio y me dijo: “señorita, ¿la llevo?”. Yo, sorprendida y un poco alterada porque efectivamente no lo conocía, le dije que se alejara. Él detuvo el auto, se bajó y me insistió: “le estoy diciendo que se suba”. Ya bastante molesta por decir lo menos, lo interrumpí gritándole que qué se imaginaba, que se alejara. La gente de los otros autos ya estaban haciendo sonar las bocinas por la demora, unos se bajaron y un caballero que vendía diario (al que no vi) se acercó a incriminarlo. Alejándome rápidamente le grité muchas gracias y me subí a la micro muy asustada y con mucha adrenalina. Esto fue a las 8:10 a.m.

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          Christel Andler Celedón

          El proyecto, que fue presentado por el Observatorio Contra el Acoso Chile en 2015 y que ya fue aprobado por unanimidad en la Cámara de Diputados, tipifica conductas de acoso sexual en espacios públicos, como las persecuciones, exhibicionismo y acoso verbal. Solo falta su promulgación.

          Luego de 5 años en tramitación en el Congreso Nacional, el Proyecto de Ley de Respeto Callejero fue aprobado por unanimidad. Como Observatorio Contra el Acoso Chile (OCAC) celebramos y reconocemos esta Ley como una importante herramienta para trabajar en la erradicación de todas las violencias sexuales y que desde sus inicios buscó la erradicación del acoso sexual en los espacios públicos.

          Este potente avance significa que el Estado reconoce la existencia de estas agresiones. “Para poder reparar el daño de un tipo de violencia sexual es importante reconocerla y nombrarla como tal. Esto es una legislación de reconocimiento y por lo tanto el Estado así trabaja en la erradicación de esta”, explicó María José Guerrero, presidenta de OCAC.

          Como Observatorio Contra el Acoso Chile esperamos que el Ejecutivo se comprometa y destine recursos a programas de apoyo y reparación para víctimas, y a políticas públicas de prevención de este tipo de violencia sexual. Así mismo, esta Ley interpela a la sociedad civil a alzar la voz, a ser testigos activos y lúcidos. “Este proyecto -al que le falta solo ser promulgado- contribuye también a preparar y a educar de mejor manera sobre este tipo de violencia sexual no solo a la sociedad civil, sino que también a instituciones que reciben denuncias de este tipo de delito”, acotó María José Guerrero.

          ¿En qué consiste la Ley?

          El Proyecto de Respeto Callejero modifica el Código Penal para tipificar el delito de acoso sexual en espacios públicos y consta de tres artículos. Dos de ellos tienen pena de delito y uno tiene pena de falta, en que se combina una pena corporal como es la prisión. Para que comience el proceso penal en estos tres casos, siempre es necesaria la denuncia hecha por la misma víctima ante Carabineros, PDI o Fiscalía.

          Entre los avances que tendrá esta Ley está la tipificación de conductas de acoso sexual en espacios públicos, como las persecuciones, exhibicionismo y acoso verbal. Además, agrega la sorpresa y otras maniobras que no supongan consentimiento de la víctima, como formas de cometer el delito de abuso sexual y tipifica como delito la grabación de genitales o partes privadas del cuerpo sin el consentimiento de la víctima.

          Puedes leer más detalle de nuestro proyecto en esta minuta que preparamos.

          Si bien aún falta la promulgación de este proyecto, nos sentimos contentas porque es el fin de un largo proceso que comenzó con golpes por parte de la sociedad patriarcal. Nos dijeron que le estábamos poniendo color, nos llamaron locas y exageradas, pero no nos rendimos. Golpeamos todas las puertas, discutimos, educamos y nos organizamos con más mujeres que quería también decir basta al acoso callejero. Y lo logramos.

          ¡Vencimos, compañeras! Y como no sólo se nos acosa en la calle, ahora vamos más.

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            Salí de fiesta con mis amigos de la universidad un día de semana. Me quise devolver a mi casa casa entre 00:00 y 01:00 horas, pedí un Uber y me canceló el recorrido. Por eso, caminé a tomar colectivo como a dos cuadras de distancia de donde estaban mis amigos.

            Mientras esperaba colectivo se acercaron dos hombres como de mi misma edad. Uno de ellos se acercó a mi oído y me dijo piropos tipo “mijita rica”, “guachita, qué no le haría”, etc. Me enojé mucho y le respondí “aléjate ctm”. Mientras me alejaba evitando mirarlo, me empujó por la espalda y caí al suelo. Me empezó a golpear y a presionar la cara y el cuerpo contra el pavimento diciendo “te voy a enterrar la cuchilla”. El otro hombre que andaba con él le decía que se calmara, pero seguía pegándome. Yo no podía creer que me estuviera golpeando, sentía mucha rabia y le decía: “¡entiérrame el cuchillo po, me pegai por la espalda!”.

            Un colectivero se dio cuenta de lo que estaba pasando y  tiró el auto encima. El tipo se corrió y yo atiné a subirme rápidamente al colectivo. El colectivero me dejó en la puerta de mi casa. No conversamos en el camino. Tenía la cara hinchada con marcas y la mano sangrando. Estuve toda una semana en reposo, con medicamentos y haciéndome curaciones en las heridas. Quedé con nariz hinchada, moreteada, dolor de espalda, costillas, rodillas y manos.

            No denuncié, nadie me dijo que debía hacerlo, al contrario, cuestionaban por qué estaba a esa hora esperando colectivo, cuestionaban mi reacción al ser agredida, que no recordara su cara, me cuestionaban a mí y nadie me llevó a denunciar. Me arrepiento de no haberlo hecho. Mi primera reacción fue minimizar todo, contarlo con risas, entre bromas. Me costó entender la gravedad de lo que pasó. Hasta el día de hoy tengo el reflejo de asustarme cuando alguien se acerca mucho en la calle.

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              La situación que más me marcó fue a los 15 años cuando salí de mi casa a tomar la micro para ir al colegio. Al llegar a la esquina, veo a un hombre que a plena luz del día se estaba masturbando mientras me miraba pasar. Quedé paralizada, nunca había visto tal escena, no supe qué hacer. Lo único que atiné fue a no mirarlo y seguir caminando lo más rápido posible.

              Para mi mala suerte, esta misma escena, con ese mismo sujeto, la tuve que presenciar casi todos los días por un tiempo. Nunca supe si sabía a la hora que yo salía de mi casa en las mañanas, pero supongo que sí, porque por varios meses tuve que enfrentarme a esa horrible situación. Nunca lo conté y no tenía con quién irme a esa hora, por lo que siempre pase por ahí sola. Ahora pienso que me hubiese gustado mucho tener la valentía y determinación que tengo ahora para enfrentar este tipo de situaciones, pero más me hubiese gustado que nunca pasara, ni a mi ni a ninguna otra adolescente.

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                Mi mamá varias veces me relató esta historia, siendo yo muy pequeño y hasta bien grande.
                Iba ella con mi papá (cuando aún eran pololos) por una de las calles de Chillán cuando tres tipos, conductores de locomoción colectiva, se les cruzaron. Apenas pasaron en sentido contrario, uno de ellos le da un agarrón. Ella le cuenta a mi padre, él que se da vuelta y los encara y ellos responden con golpes y amenazas. Entre ambos (mi papá y mi mamá, armada de su cartera con un gran frasco de colonia en su interior, que acababa de comprar) los hacen huir.

                Ella siempre terminaba la historia diciendo “menos mal que iba con tu papá” y en mi interior, con rabia y pena pienso que desearía vivir en un país donde no fuera necesario que las mujeres anduvieran acompañadas de un hombre para sentirse seguras.

                Hoy tengo una hija y sigo pensando lo mismo, quiero que pueda ir donde quiera, a la hora que quiera y vestida como quiera. Quiero que viva su vida feliz y sin miedo.

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                  En 2016, en la micro que tomo en el metro San Pablo hacia mi casa, observé a un hombre bastante mayor que hacía movimientos extraño con los brazos y tapaba sus manos con unos diarios que tenía sobre las piernas. No le di importancia, me bajé y él siguió en la micro. Días después lo volví a ver y pasó lo mismo. Normalmente, cuando llego a mi destino, ya se ha bajado la mayoría de la gente de la micro. Ahí es cuando el tipo siempre comenzaba a mirarme asquerosamente. Me di cuenta que se masturbaba debajo de esos diarios y un bolso que usaba. Me angustié demasiado así que no le conté a nadie. No podía dormir.

                  Le hablé a un primo que es Carabinero. Me dijo que podía llamar anónimamente y que podían hacer parar la micro, que tratara de sacar foto o algo o decirle a alguien que me ayudara, pero le dije que no me atrevía, que a lo mejor no me creían. Pasó el tiempo y me puse a estudiar en la noche así que no lo volví a ver hasta este año. Hemos coincidido en la micro. No sé qué hacer. Una vez simulé que le estaba sacando fotos y se cohibió. Este mes dos veces lo miré fijamente y al darse cuenta que lo miraba, se bajó de la micro mucho antes de mi parada. No tengo pruebas, pero estoy muy angustiada y estoy sufriendo de ansiedades. No le puedo contar a nadie y estoy pensando en pararle los carros al viejo asqueroso y mentirle que lo tengo grabado. No se por qué nadie más se da cuenta o el viejo solo lo hace conmigo cuando se queda solo y yo estoy a punto de bajarme.

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                    Todo sucedió cuando yo tenía 16 años mientras caminaba del colegio a mi casa. Admito que en ese tiempo todavía creía que las mujeres tenían un cierto grado de culpa en una situación de acoso, ya que “ellas provocan”.
                    Mi pensamiento cambió ese día. Nunca pensé que me iban a gritar algo porque yo no era femenina: usaba ropa muy ancha y no tengo curvas.
                    Cerca del colegio estaban construyendo casas y, obvio, andaban maestros por el sector. Me percaté que les gritaban cosas a chicas que iban delante mío ya que usaban falda o el buzo muy ajustado. Y me tocó a mí: una niña con un buzo mega ancho. No puedo recordar lo que me dijeron, sólo recuerdo el sentimiento de rabia e impotencia. Llegué a mi casa, con enojo. Me hicieron sentir mal.
                    Las mujeres y niñas NO provocamos. Finalmente da igual lo que te pongas porque te van a gritar “washitah rica”, “tan solita que anda” u “hola mi amor” con una mirada lasciva.

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                      Después de la fiesta de un amigo, decidí volver en micro para acercarme lo más posible a mi casa y que saliera más barato. Yo vivo en La Reina y no se puede llegar en transporte público. Cuando me fui de la fiesta, me llevé un vaso de vidrio conmigo que guardé en un bolsillo de mi chaqueta, sin intención alguna. Debo haber salido tomando lo que quedaba de mi trago y me quedé con el vaso nomás.

                      Tomé la micro y me bajé en Colón con Vespucio a eso de las 4am. Para abaratar aún más el taxi, aunque fueran 100 pesos, decidí caminar hasta Isabel La Católica. Me fui por la vereda pero vi que a lo lejos iba un hombre caminando solo, entonces decidí cruzar y seguir por el parque. Al poco rato, el hombre también cruzo y se detuvo en un semáforo para “hablar por teléfono”. Como él se quedó parado, yo seguí y quedó atrás mio, lo que me dejó en desventaja ya que no podía verlo. Seguí caminando, pero como siempre he sido súper precavida (algo que no celebro, sino que más bien me entristece, ¿por qué debiese ser algo bueno que tenga caminar estando constantemente en alerta?) daba vuelta la cabeza para mirar donde veía el hombre caminando reiteradamente. Al poco rato, segundos, noté que se estaba dirigiendo hacia mí. Venía directo hacia mí. En ese momento, me di vuelta para enfrentarlo y el tipo estaba al frente mío. Rápidamente, habló: “elige, tu celular o tu vagina”, me dijo.

                      Ahora viene la parte inexplicable de la historia. No sé cómo, ni de dónde vino, pero en dos segundos saqué el vaso que tenía en mi chaqueta y lo levanté gritándole con la voz quebrada: “sale conchatumadre o te lo reviento en la cabeza”. El tipo salió corriendo, al igual que yo. Menos mal que lo hicimos en direcciones contrarias.

                      Sinceramente, no logro explicar mi reacción, pero con el tiempo creo entender de dónde puede haber provenido: la rabia interna de tener que caminar con miedo, de que los hombres crean que nos pueden usar, violar y matar, la furia de que esto sea el status quo y de que la situación no cambie.