amenazas

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    Me gustaría contar el ‘‘incidente’’ absolutamente asqueroso del cual nunca me voy a poder olvidar.

    Había ido a correr al cerro con mi pololo y nuestros dos perros. Estábamos de vuelta en el auto, yo manejando y él en el asiento de pasajero, cuando aparentemente me tiré en la línea de otro auto (señalicé, pero el tipo venía muy rápido). Él trató de pasarme como pudo, me hacía cambios de luces y lo típico, y cuando estábamos llegando a una luz roja, se puso al lado mío y se dio la libertad de bajar la ventana y empezar a insultarme a diestra y siniestra. Entre “fea”, “pendeja” y otros insultos, los cuales yo le contesté, le salió esta joyita: “además con perros, ¿qué te pones mermelada para que te la chupen?”. Esta frase nunca, pero nunca se me va a olvidar, la tengo grabada en una parte bien oscura de mi cerebro. Mi pololo se bajó, e indignado le empezó a pegar patadas al auto del señor, quien también se bajó. Entre que ellos estaban a punto de agarrarse a combos, la señora de este caballero también se bajó y le empezó a pegar a mi auto. La historia de lo que pasó después es larga. Mientras su hija lloraba en el asiento de atrás, este insaciable caballero vio que estaba sudada por haber hecho ejercicio, y me dice: “además estás pasada a ala”. Por último amenazó con pegarme, pero varias personas, que a esa altura ya se habían bajado de sus autos, lo pararon. Cuando todo se acabó, seguí temblando por varios minutos, no podía ni encender mi auto.
    Todos los días veo el abollón que dejó en mi capó. Me he cuestionado mucho si mi respuesta y la de mi pololo fueron las adecuadas, ya que la otra opción era quedarnos callados, aceptar la falta de respeto, resignarnos e irnos.
    Me da una pena enorme su pobre niña, criada por dos padres machistas y violentos.
    En fin, son varias las cosas que me siguen doliendo del hecho. Primero, que este sujeto arruinó la relación inocente que yo compartía con mis perros, se metió en mi cabeza y ahora tengo que estar acordándome de esa asquerosa frase a cada rato. Además logró alterarme al punto de ver rojo, algo que no me hace sentir para nada orgullosa. Por último, me molesta enormemente que luego del horrible rato que nos hizo pasar, se fue, solo para volver a insultar a la próxima mujer automovilista que tenga el “descaro” de ponerse en su camino.
    Sé que esto, en comparación con lo que les pasa a muchas mujeres, no es nada, pero para mí se siente mucho, muchísimo.

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      Hace un par de semanas, ‘‘The New York Magazine’’ publicó un artículo en el cual se revelan las últimas revelaciones del caso de Bill Cosby, junto con los testimonios de sus víctimas y el comportamiento social existente frente a una violación.

      Hace un par de semanas, ‘‘The New York Magazine’’ publicó un artículo en el cual se indican las últimas revelaciones del caso de Bill Cosby, junto con los testimonios de sus víctimas y el comportamiento social existente frente a una violación.

      En el medio se habla en primer lugar de las declaraciones del comediante Hannibal Buress en su show, en las que trató a Bill Cosby de ‘‘violador’’. Quizás lo más sorprendente no fue que Hannibal Buress llamara ‘‘violador’’ a Bill Cosby, sino que el mundo ya lo había escuchado. Una década antes, 14 mujeres habían acusado a Cosby por violaciones. En 2005, un miembro del equipo de basketball femenino, Andrea Constand, denunció a las autoridades que él la había drogado; denuncia que fue la base de múltiples acusaciones posteriores, sin embargo, mayoritariamente fueron vistas con escepticismo, se les amenazó y desacreditó.

      La revista también destaca la declaración de Cosby en el caso de Costand, que fue revelada hace un par de semanas, en la que el comediante admitió haber tratado de tener sexo con mujeres jóvenes con la ayuda de ‘‘Metacualonas’’ o ‘‘Quaaludes’’: una droga que desinhibe a las personas sexualmente, deprime el sistema nervioso y puede llegar a dejar inmóvil a alguien. Él le pidió a un agente de modelos que lo contactara con mujeres jóvenes que eran nuevas en la ciudad y que ‘‘no estaban bien en términos financieros’’. En su declaración, Cosby se veía confiado con respecto a que su comportamiento no constituyó una violación, aparentemente él vio una muy pequeña diferencia entre invitar a cenar a alguien para tratar de tener sexo y drogar a alguien para conseguir lo mismo. En cuanto al consentimiento, él dijo: ‘‘Creo que soy un muy buen lector de las personas y sus emociones en cuanto a las cosas sexuales y románticas’’. En su declaración afirma que debido a que estas mujeres accedieron a reunirse, él sintió que tenía un derecho sobre ellas, y en parte la razón por la que las acusaciones contra Cosby demoraron tanto en ser públicas, es porque las mujeres también creyeron esto (así como los abogados, el personal, los amigos y otras personas que también mantuvieron estos incidentes en secreto).

      Meses después de sus declaraciones, se dio por finalizado el caso de Cosby y Constand. Las acusaciones rápidamente fueron olvidadas por el público, si es que en algún momento estuvieron en su memoria. Nadie quería creer que el padre de la televisión con su chaqueta de punto era capaz de realizar estos actos, y por lo tanto, nadie lo creyó.

      En el medio se realizó una reflexión sobre el largo periodo en que Cosby cometió abusos sexuales sin recibir un castigo, como también la forma en la que las mujeres vulneradas tuvieron que sobrellevar este trauma a través de los años. Asimismo, se analizó cómo ha sido la lucha de la cultura en las últimas décadas, contra la violación.

      En la década de 1960, cuando se denunció la primera agresión sexual cometida por Cosby, la violación se consideraba como un acto violento cometido por un extraño. La violación cometida por conocidos no estaba asimilada como tal, ni siquiera por las mujeres que la sufrían. En las décadas del 70 y 80, diversos movimientos sociales ayudaron a que la gente tomara conciencia que entre el 80% y 90% de las víctimas, sí conocía a sus agresores. Sin embargo, aún persiste la cultura del silencio y la vergüenza, especialmente cuando el hombre al que se acusa tiene algún tipo de prestigio o poder. La primera suposición que se plantea es que las mujeres que acusan a hombres famosos lo hacen porque quieren dinero o atención. Al igual como, según se dice, Cosby le dijo a algunas de sus víctimas: ‘‘Nadie te creería, por lo que ¿para qué hablar?’’.

      En Chile, Patricia Muñoz, directora de la Unidad Especializada en Delitos Sexuales y Violencia Intrafamiliar del Ministerio Público afirmó en un reportaje de la revista ‘‘Paula’’ que ninguna mujer que no haya vivido una violación querría pasar por el proceso que enfrentan quienes judicializan sus experiencias, ya que nadie quiere contar una y otra vez cómo la agredieron, ni hacerse un examen sexológico, o estar en terapia sicológica durante años para superar el trauma que generó la violación, para, además, enfrentarse a un sistema en el que distintas personas le hacen preguntas del tipo: ¿Usted se prostituye? O ¿Cuántas relaciones sexuales tiene al mes? Dentro de los delitos sexuales, uno de los más difíciles de probar es la violación a mujeres adultas. Esto porque se exige demostrar ante los jueces que ellas opusieron resistencia y que no consintieron tener relaciones.

      En términos culturales y sobre la manera en que se abordan los casos de violación, la abogada de la corporación ‘‘Humanas’’ Daniela Quintanilla afirma: ‘‘Cualquier mujer se enfrenta a una relación desigual de poder con sus pares varones y esto es la base de la teoría del género. Hay muchos casos como el de Bill Cosby que constituyen crímenes, y cuando existe un sistema público que lo avala, lo único que hace es permitir la impunidad que, a su vez, perpetúa los estereotipos que son la base de los abusos’’. También indica: ‘‘La igualdad no significa tratar igual a todo el mundo, significa tratar igualmente a quienes son iguales y tratar desigualmente a quienes son desiguales y en estos casos de violencia y abuso sexual, lo que subyace es un componente de relación de subordinación histórica.’’

      ‘‘En Chile, el abuso sexual contra mujeres adultas ni siquiera está constituido como delito debido a su naturalización. Los que participan en un proceso judicial están influenciados por las relaciones de género y los estereotipos, y por eso existe la demanda histórica de las mujeres a no responsabilizar a las mujeres por los delitos de violencia  sexual (indagar sobre conductas sexuales pasadas, sobre la vestimenta de la mujer, sobre su comportamiento, etc.)’’

      ‘‘En el caso de Bill Cosby, las mujeres no sabían si fueron o no víctimas de violación debido a que se dirigieron a su casa y consumieron la droga voluntariamente. Alguien puede hacer un paralelo con otro delito: si yo voy a la casa de un hombre que conozco en una fiesta, consumo una droga que él me ofrece y al día siguiente me doy cuenta que se robó mi auto, puede que mi conducta haya estado vinculada a una exposición de riesgo, pero esto no quita la responsabilidad que otro me robó el auto, sigue siendo un delito’’.

      ‘‘En este caso, ni siquiera podemos decir que solo se le exige a la mujer un estándar de probidad muy superior al de cualquier otro tipo de delitos. Las mujeres, al tener que demostrar que fueron víctimas de violación mediante signos de forcejeo, deben martirizarse a tal punto que deben poner en riesgo su vida y su integridad física para defenderse de una agresión, de manera que posteriormente pueda defenderse en términos penales, y esto lo único que hace es seguir responsabilizando a las mujeres de los delitos sexuales y seguir reforzando todos los estereotipos detrás del abuso’’.

       Imagen: New York Magazine

      Por: Alejandra Pizarro

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        Hoy, viernes 5 de junio, estaba en una cafetería de Patronato con una amiga, sentada con vista hacia la entrada del local. Un hombre de gran contextura entró y, sin comprar nada, cargando una mochila que parecía de viaje, pasó de largo hacia el fondo, aprovechando en el camino de guiñarme un ojo, lanzarme un beso y pasar la lengua por sus labios, mientras me miraba con una cara que yo creo que varias (sino todas) conocemos.

        El hombre iba a pasar de largo y le pedí, con voz firme, pero amable, que me pidiera disculpas. Él, muy sonriente, se hizo el desentendido. Cuando dije en voz alta el gesto que hizo, se acercó más a mi asiento -aún sonriendo- y dijo que no había hecho nada. Le insistí, que si me podía pedir disculpas por lo que hizo, y dijo “muy bien, señorita, discúlpeme”. Yo le dije gracias y que siguiera su camino. No parecía tener intenciones de retirarse de una distancia poco apropiada de mi puesto.

        Regañó y le pedí que siguiera caminando. El hombre siguió su camino hacia el final del local, mientras me amenazaba con que no le hablara así (o no le hiciera ‘ese show’, no recuerdo bien), porque a la gente que lo trataba así, él les metía un balazo. “Si quiero te mato”, repitió un par de veces.

        Nerviosa, con su presencia a mis espaldas, me puse de pie y fui al mesón a informar a los dueños de la situación, esperando que llamaran a Carabineros. No tuve tiempo de hacer la petición, a penas alcancé a decir que tenía un problema con un cliente, el hombre se encaminó al mesón subiendo la voz -aún sonriente-, y simulando estar calmado, diciendo que a él nadie lo trataba así, que yo lo estaba humillando, que lo había echado del local y que era una falta de respeto, cada vez subiendo más el tono.

        Le dije “yo no lo eché, no le estoy gritando, no me grite”, pero era evidente que no escuchaba. La mujer que atendía la caja le pedía que se calmara, pero él sólo me miraba fijo a los ojos, volviendo a amenazarme con balazos e incluso con que tenía un bate y me mataría a batazos.

        El hombre terminó por salir del local, me seguía amenazando y desde fuera miraba mientras caminaba. Con mi amiga quedamos tan asustadas, petrificadas, que no pudimos salir del café en un buen rato (más de dos horas), temiendo que me estuviera esperando afuera. Finalmente, mi papá nos fue a buscar en auto.

        Después de lo ocurrido, se nos acercó un hombre mayor y una mujer adulta, su hija, a preguntar sobre el altercado y decir que estaban a punto de intervenir, pero más allá de eso, nadie lo hizo, a pesar de haber bastantes personas en el local. Ni siquiera el dueño dijo una palabra, mientras un hombre de estatura y contextura mucho mayor a la mía me amenazaba con matarme frente a ellos.

        Agradezco que no me pasara nada a mí ni a ninguno de los presentes, pero me impresiona que por pedir respeto, por pedir amablemente disculpas, haya sido amenazada de muerte. Y sé que no todas las mujeres reaccionan (ni tienen por qué reaccionar) con tanta ‘tranquilidad’. Me da terror pensar en todos los casos de acoso que terminan en muerte porque una no les acepta sus gestos obscenos con la cabeza gacha como si nos hicieran un favor, como si una simplemente existiera para y por ellos.

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          En estas calles de Chile, muchas mujeres han sufrido algún tipo de acoso. En algunos casos, más de uno. Las calles de Valparaíso no son para nada tranquilas y no hay diferencia entre noche y día. Las personas que presencian estas situaciones no hacen más que eso, presenciar el abuso.

          Hoy, un tipo algo ebrio -la verdad, ebrio era lo menos que podía tener, probablemente tenía otro tipo de droga en el cuerpo y no me refiero a marihuana- me tiró el pelo e intentó acosarme No me soltó inmediatamente, por lo que le dije “oye, para la hueá” y comenzó a insultarme. No me dejó seguir mi camino e intentaba provocarme para que le pegara. Me decía “pégame,
          poh”, reiteradas veces. Su “acompañante” rápidamente se fue. Pude hacerme a un lado e intentar seguir mi camino, pero el tipo caminaba detrás de mí y me decía; “cuando esté sano, te las vas a ver conmigo”, “¿acaso no me has visto?, ¿no me conoces maraca culiá?”, y volvía a repetir “cuando esté sano te las vas a ver conmigo”.

          Era un tipo que no se veía de poco dinero. Tomé mi celular, me vio y cruzó la calle. Inmediatamente, se fue. Carabineros no contestó en las más de cinco llamadas que hice. Unos bomberos me dijeron que  tomara la micro para irme a casa, que los carabineros no contestan, ellos me “custodiaron” mientras tomaba la micro.

          Es horrible cómo muchas mujeres que son acosadas -y otras hasta violadas- no pueden obtener justicia en este país, pues estos tipos saben muy bien que con contactos y dinero salvan la situación. Como mujer, ya estoy cansada de ver y de tener que cruzar o “dar la vuelta más larga” para poder ir un poco, solo un poco, más segura. Estoy cansada y me da mucha impotencia tener que soportar este tipo de situaciones, ya que el tipo que tienes en frente es muy poderoso o simplemente no hay asistencia policial. IMPOTENCIA.