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    Durante esta semana dio a conocer un video publicado a comienzos de abril, donde la diputada RN Paulina Núñez entregó su declaración de principios para la Fundación Nueva Mente. En los 3.57 minutos que dura la declaración, la autoproclamada feminista de derecha entrega un sinnúmero de argumentos que dan cuenta de lo poco feminista de su discurso. Sin embargo, sólo se analizarán cuatro de ellos para dejar en claro el peligro de la despolitización de un discurso tremendamente político.

    En primer lugar, la honorable, como estrategia argumentativa de su posición que el feminismo no es patrimonio de la izquierda, hace mención a que éste “trasciende el sesgo político”. Ante esto es necesario ser tajante: el feminismo es profundamente político al ser una apuesta de proyecto democrático, pero no en las condiciones económicas, políticas, sociales y culturales actuales. Por lo tanto, si bien no toda la izquierda es feminista –por lo menos no el ejercicio partidista actual-, el feminismo no es sino de izquierda en tanto cuestiona las bases de la reproducción y no sólo las administra (incongruencia basal con el discurso de derecha).

    Siguiendo el argumento y como segundo punto a analizar, cuando la diputada de derecha menciona que “si ser feminista es querer igualdad, yo soy feminista”, cae en un error imperdonable de reducir el significado al significante. La igualdad no es una bandera feminista en las condiciones actuales, es decir, no es igualdad en un sistema patriarcal y menos en uno neoliberal.

    El feminismo no es administrar lo que el sistema ha declarado como “La Mujer”, sino que poner en cuestión su misma constitución y por tanto también la del “Hombre”. Como ejemplo, y en términos prácticos, la crítica feminista a las AFP no debe comenzar en la brecha de sexo entre los promedios de las pensiones, ya que convengamos que pasar de una miseria a una menos-miseria no soluciona la situación, es decir, no es igualdad en la precariedad. Una crítica feminista no es una pelea sólo por las condiciones de lo que el sistema dice que es una mujer e igualarlas a lo que se dice que es un hombre.

    El tercer punto a revelar, para cuestionar la posición feminista de Paulina Núñez, es su propia concepción de mujer como sujeta de su feminismo-no-feminista. La diputada para argumentar que el feminismo está más allá de la política nombra diferentes tipos de mujeres que fueron a la multitudinaria marcha del pasado 8 de marzo. Sin embargo, los tipos de mujeres que nombra son todas hegemónicas –no por eso menos reales-. Pero ¿dónde quedan las trans, lesbianas, las que abortan, las mujeres que fueron desnudas, las travestis, las queer, entre muchas otras? En el discurso de Paulina no aparecen porque la categoría del ser mujer que defiende es una hegemónica y por lo tanto poco molesta al sistema que ella misma defiende.

    Algo que la diputada debe comprender es que la perspectiva feminista llama a historizar las categorías de género imperantes, las cuestiona y tensiona. El feminismo no es igual a Mujer, ya lo dirá Judith Butler, hace poco de visita en nuestro país, quien menciona que la crítica feminista debería poner atención en las mismas estructuras por las que se pretende lograr la emancipación, y por tanto también en su propia sujeta como bandera de lucha.

    Quizá, si la diputada quisiera aprender más, debería leer a Chantal Mouffe, quien también menciona que las teorías esencialistas feministas, por tanto no feministas, no constituyen una alternativa democrática para dar respuesta a la concepción moderna de ciudadanía, ya que no existe una esencia del ser mujer u hombre.

    Tomando en consideración lo anterior, cuando la diputada Núñez apela a que “nadie se apodere de nuestra causa, que nadie nos instrumentalice”, olvida todo lo descrito y olvida la cooptación que hace la derecha del discurso feminista. El feminismo es cuestionar, es crítica, no es política pública descafeinada. Fraser nos interpela a develar el falso aliado del feminismo, quizás la diputada también deba leerla.

    El último argumento para dar cuenta del poco feminismo presente en la declaración lo menciona la misma diputada cuando al hablar de los femicidios dice que son “inexplicables muertes de mujeres en manos de quienes fueron o son sus parejas”. Si la diputada fuera feminista comprendería que esos femicidios no son inexplicables, muy por el contrario, existe un sistema que los reproduce, los fomenta y los legitima: Patriarcado. Y es ese mismo sistema el que el feminismo quiere destruir.

     Sí, los feminismos buscan más oportunidades y más derechos, pero no en una economía neoliberal, no con una neoliberalización de la vida. Los feminismos no quieren emparejar la cancha entre las concepciones patriarcales, neoliberales, coloniales, xenófobas, etc. de “hombres” y “mujeres”, sino que pensar una cancha distinta, donde la diversidad, el pluralismo y la igualdad sean la orden del día.

    Finalmente quiero mencionar que no hay que confundir las políticas de género del Estado (o para mujeres tal como son entendidas) con el feminismo. Efectivamente la derecha puede gestionar políticas para mujeres, pero eso no implica que sean feministas. Podemos, incluso, estar de acuerdo en muchas de ellas y trabajar en conjunto para su aprobación, mas no confundamos los planos. Uno cuestiona el discurso hegemónico (feminismo), otro administra las consecuencias del discurso hegemónico (política pública para mujeres).

    Hago el llamado a que la derecha no tema en decir que no es feminista, las feministas ya lo sabemos.

    Revisa acá el video:

     

    Esta columna fue escrita por María José Guerrero y publicada originalmente en The Clinic el 12 de abril de 2019.

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      El acoso sexual no es algo que pedí, sólo me pasó. La primera vez tenía doce años, iba en la micro, con jumper. Un viejo que estaba al lado empezó a tocarme detrás de la pierna, hasta llegar a mis calzones. Fue acoso sexual, eso lo sé ahora, con la edad resignifiqué el recuerdo, en ese minuto sólo fue desconcierto, una suavidad incómoda en el muslo. Miré al tipo y él me miró de vuelta. El instinto me hizo moverme de ahí, pero no hablar o gritar a toda la micro: miren a este viejo rancio, funémoslo que me viene toqueteando.

      Una vez íbamos en Metro con la María Francisca Valenzuela, la fundadora del OCAC, y como sucede en espacios seguros entre mujeres y como pasó mucho al comienzo en las reuniones del OCAC, íbamos contando experiencias de acoso, de violencia. Recuerdo que dije: amo este espacio, siempre pensé que era la única. Y la Fran dijo: yo siempre supe que no era la única.

      Hay algo de lindo en esa frase. Saber que no eres la única en un dolor amplifica el daño, porque significa que la mancha machista es más grande de lo que pensamos. Pero a la vez, no ser la única con esa herida crea inmediatamente una comunidad de apoyo, de ayuda, de abrazos de mujeres que han sentido lo mismo que tú. No soy la única que ha sufrido violencia, eso quiere decir que no estoy sola.

      La comunión se logra hablando. Comunicación y comunidad tienen la misma raíz, las personas conectamos a través de las palabras, del lenguaje. Nombrar es hacer aparecer. Hablar es hacer revolución.

       

      Foto: Francisco Flores.

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        Esta compañía se llama a sí misma “valiente e innovadora”, pero se cuelga de una receta publicitaria sexista y conservadora, que existe hace décadas. ¿Cuántas cervezas, lavadoras y autos se han vendido con cuerpo de mujer?

        La nueva marca de telefonía móvil WOM (Ex Nextel) inició sus operaciones con una campaña de lanzamiento que, buscando ser “disruptiva e innovadora”, ha caído en el recurso dañino y facilista de mostrar a la mujer como un objeto.

        Lamentablemente, no es la primera ni la última vez que la publicidad se sirve de la hipersexualización del cuerpo femenino para vender y llamar la atención, contribuyendo a naturalizar el machismo.

        El femicidio, el maltrato físico y psicológico hacia las mujeres, la discriminación y el acoso sexual callejero, son parte de un engranaje patriarcal, que esta clase de publicidad, por muy inocua que parezca, ayuda a replicar. Imágenes en las que un hombre aparece rodeado de varias mujeres, como si fueran de su propiedad, o en las que se muestran pezones censurados, mientras un par de manos animadas las tocan, como si el “agarrón” fuera algo simpático; cosifican y deshumanizan a las personas, perpetuando una de las tantas desigualdades de nuestra sociedad.

        Esta compañía se llama a sí misma “valiente e innovadora”, pero se cuelga de una receta publicitaria sexista y conservadora, que existe hace décadas. ¿Cuántas cervezas, lavadoras y autos se han vendido con cuerpo de mujer?

        WOM llega con el lema “hay mucho de qué hablar”, pero no escucha el descontento general por la violencia de género. Invita a la revolución, pero sigue perpetuando que quienes protagonizan sus comerciales sean mujeres extra delgadas, de piel clara y dientes perfectos. Y esta observación, gente de WOM, no es una reivindicación moralista, no hay nada malo en el cuerpo desnudo de una mujer ni en dos chicas besándose. No. El problema es que juegan a la revolución con esas imágenes, mostrándolas como escandalosas y prohibidas, cubriéndolas con un halo negativo. Simulan abordarlas como algo natural, al mostrarlo “sin tapujos”, pero en realidad el cuerpo femenino está ahí como mero recurso para seducir a su audiencia, por su valor erótico. En su lógica de reproducción de discursos –y no de revolución–, las mujeres, como los teléfonos, están ahí sólo para ser usados.

        ¿Por qué no eligieron una chica morena de rasgos originarios, un tipo que mida menos de un metro setenta, un hombre transgénero besándose con otro hombre? Porque ahí sí está presente la diferencia, pero, al parecer, la verdadera diversidad no les sirve para vender.

        *Columna escrita por Betania Bunster, publicada originalmente en El Quinto Poder.

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          Crecí en Asunción, Paraguay. Una ciudad hermosa, tropical, con calor, con shorts, con vestiditos. Cuando tenía unos diez años, empecé a salir sola a comprar el pan. Fue un tremendo triunfo en mi corta vida, porque el almacén estaba a unas tres cuadras de la casa y mi mamá ya no me quedaba mirando desde la puerta. La primera vez que fui, fue una hazaña interesante: conté el vuelto, no me equivoqué y volví casi corriendo de lo contenta. La segunda, no tanto: a media cuadrada de mi casa, por la vereda de enfrente, habían empezado una pequeña construcción que implicaba unos seis albañiles trabajando todo el día.

          Para desgracia mía, a la hora a en que yo iba por el pan, ellos estaban sentados tomando mate, mirando. La mayoría de las veces gritaban cosas en guaraní, así que yo no entendía nada, pero sí recuerdo los gestos obscenos que hacían, gestos que entendí varios años después, claro. La vergüenza, el miedo, eso lo entendí de inmediato. No le conté a mis padres, porque no sabía cómo explicarlo, porque pensaba que era culpa mía, así que iba a comprar corriendo, con la cabeza gacha.

          Siempre pensé que eso pasaba allá nomás, por el calor y los vestidos, pero cuando volví a Chile, me di cuenta de que no, de que el acoso callejero ocurre cuando hay hombres que no respetan. No tiene nada que ver el calor o la ropa. Jumper, faldita plisada, jeans o buzo, daba lo mismo, bastaba con ser adolescente y salir a la calle para escuchar comentarios groseros que ahora sí entendía mejor. Pensé que se iba a quitar con el tiempo, que sólo era una especie de bautismo oscuro al que todas debíamos someternos por crecer. Tampoco les dije nada a mis padres, porque seguía sintiendo culpa y vergüenza.

          Con el tiempo entendí que no es un bautismo, que es el estado normalizado de las cosas. Aprendí que mientras haya hombres existe una posibilidad importante de que me griten cosas y que no sacaba nada con encararlos porque me iban a insultar más. Ahora, con más madurez y más entendimiento de los derechos que tengo -por el sólo hecho de ser persona- tengo menos miedo y si me gritan, grito de vuelta. No, en realidad no grito, me detengo a pedir explicaciones. Y normalmente lo que recibo son insultos, porque no hay explicaciones.

          Cuando viví hace unos años en Buenos Aires, la situación fue la misma, aunque un poco menos soez, los comentarios en la calle tendían a ser más “románticos” por tener menos eufemismos para genitales, pero seguían siendo acoso. Son acoso. Cualquier comentario que cualquier persona haga sobre la apariencia de alguien más, sin que ese alguien le haya pedido la opinión, es acoso. Desde el “linda”, hasta la ordinariez más grande jamás escuchada, todo es acoso. Y no, no está bien acosar. Nadie se lo merece, nadie debe hacerlo y es vital que se entienda que no estamos dispuestas a seguir aceptándolo.

          *Columna escrita por Bárbara Conejeros originalmente para Zancada

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            Esta semana, OCAC Chile presentará al Congreso su proyecto “Ley de Respeto Callejero”, que sanciona el acoso sexual en los espacios públicos. ¿En qué consiste esta propuesta y por qué es necesaria?

            Uno, porque el acoso callejero es violencia, afecta a tres de cada cuatro personas y lo sufren tanto hombres como mujeres. Además, el 90% de la gente opina que debe sancionarse.

            Dos, porque hoy no existe una figura legal para denunciar y proteger a las víctimas. Por ello, proponemos crear la falta y el delito de acoso callejero. Serán falta actos como frases sexuales, exhibicionismo y persecución, que podrían sancionarse con multas en dinero. También se inscribe en el Código Penal el delito de acoso callejero, que acogerá los ataques que actualmente la ley no considera dentro del abuso sexual, como “manoseos”, “agarrones” y “punteos”, que podrían sancionarse con presidio.

            Tres, porque nadie irá a la cárcel por “piropear”. No es meta de OCAC Chile criminalizar meramente el hecho ni privar a las personas de su libertad, por ello, el proyecto establece sanciones alternativas, como asistir a sesiones de sensibilización sobre acoso callejero o pedir disculpas públicas. La privación de libertad será la última opción, aplicada sólo cuando haya reincidencia o cuando la agresión vulnere a grupos con dificultades para defenderse, como niños, niñas o embarazadas.

            Cuatro, porque contempla un foco educativo y preventivo. Paralelo al proyecto de ley, OCAC Chile presentará al Gobierno un conjunto de recomendaciones para impulsar políticas públicas educativas y preventivas, como programas de sensibilización para policías y conductores del transporte público.

            Con la “Ley de Respeto Callejero”, Chile se sumará a los países de Latinoamérica y Europa que ya han avanzado hacia normativas que abordan, previenen y sancionan el acoso sexual callejero. Gracias a esta ley, como ciudadanía, por fin contaremos con una herramienta que nos permita usar la calle con libertad, seguridad y sin violencia.

            Columna escrita por Pamela Olivares, publicada originalmente en HoyxHoy.

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              No es meta de OCAC Chile encarcelar y criminalizar a quienes cometen acoso callejero. Al contrario, creemos en el poder de la sensibilización y de la educación, por eso, hemos propuesto medidas alternativas.

              Vamos a partir con la verdad: nadie irá a la cárcel por decir “piropos” en el espacio público. Ese temor es sólo un mito. El proyecto de ley que sanciona el acoso sexual callejero, que esta semana fue presentado por OCAC Chile en el Congreso, es mucho más amable y astuto que eso.

              Primero, la idea de legislar se basa en una cuestión social grave, que hemos denunciado desde 2013 y que este año, gracias a nuestro segundo estudio, fue validada por la ciudadanía. En el último año, tres de cada cuatro personas ha sufrido acoso callejero, afectando especialmente a mujeres jóvenes. Asimismo, las víctimas y los testigos de acoso no son indiferentes: más del 90% opina que es necesario sancionar estas agresiones. El problema existe y es innegable.

              Como respuesta, en OCAC Chile elaboramos el proyecto “Ley de Respeto Callejero”, que incorpora a la legislación chilena toda manifestación de acoso callejero, desde la más leve hasta la más grave, porque consideramos esta forma de violencia en su globalidad y proponemos que la normativa también lo haga. Sin embargo, entendemos que no es igual recibir un comentario sexual al oído, que sentir genitales ajenos en medio de un tumulto. El proyecto se hace cargo de esa diferencia y propone tipificar faltas y delitos.

              Todo contacto corporal, de connotación sexual y no consentido, como “punteos” o “agarrones”, será considerado delito. El acoso callejero sin contacto físico, como frases sexuales, toma de fotografías, masturbación o persecución, será falta. En el proyecto, proponemos, como máximo, multas de 20 UTM para las faltas y de 540 días de presidio para los delitos. Pero, honestamente, esperamos que dichas sanciones no sean aplicadas.

              Qué queremos decir. El objetivo esencial de tipificar faltas no es repartir multas a destajo por cada comentario sexual que ocurra en el espacio público, sino empoderar a las víctimas, quienes necesitan acogida luego de sufrir una agresión. Hemos leído decenas de testimonios en los que las personas lo único que buscan tras un episodio traumático es que la autoridad las considere y levantar una alerta para prevenir futuros ataques.

              En la actualidad, si una persona acude a Fiscalía, PDI o Carabineros para denunciar acoso callejero leve, no encuentra acogida, ya que las policías no pueden iniciar procesos por faltas que no existen. De todos modos, algunos funcionarios bien intencionados inscriben las agresiones bajo otras tipificaciones. El problema: las denuncias de acoso callejero se pierden en cifras negras, dificultando la creación de políticas públicas que traten el asunto.

              Este vacío legal es alarmante cuando ocurre acoso callejero grave. Un caso: ¿qué pasa si una adolescente quiere denunciar que una persona mayor tocó sus pechos sin su consentimiento? Nada, hoy no pasa nada, porque la legislación chilena exige que haya contacto genital, anal o bucal para constituir el delito de abuso sexual. En consecuencia, las víctimas que sufren agresiones como “punteos” o “manoseos” quedan desamparadas. Así, el proyecto de OCAC Chile crea el delito de acoso callejero en el Código Penal, que corresponde a agresiones sexuales lesivas, que hasta ahora eran inexistentes para la legislación.

              De este modo, la “Ley de Respeto Callejero”, en primera instancia, es una herramienta para las víctimas, sean éstas hombres o mujeres. En segundo término, como ya decíamos, establece sanciones. No es meta de OCAC Chile encarcelar y criminalizar a quienes cometen acoso callejero. Al contrario, creemos en el poder de la sensibilización y de la educación, por eso, hemos propuesto medidas alternativas. Las multas y la pena privativa podrán sustituirse por asistir a, mínimo, cinco sesiones de sensibilización sobre acoso callejero o, en el caso de falta por acoso verbal o no verbal (comentarios sexuales, abordajes intimidantes), la multa podrá ser reemplazada por disculpas públicas.

              Con todas estas alternativas, apelamos a que el presidio sea la última opción, que se aplique solamente cuando exista reincidencia o cuando la agresión vulnere los derechos de los grupos que tienen más dificultades para defenderse, como niños, niñas o embarazadas.

              La cárcel no sólo priva a las personas de su libertad, sino que segrega e impide vivir en diversidad. Las medidas alternativas de este proyecto apuntan precisamente a eso, al cambio cultural a partir del reconocimiento del otro u otra. Por eso las disculpas públicas, por eso la educación. No pretendemos que la gente deje de acosar por miedo, sino que a través del aprendizaje comprenda que sus actos son dañinos y atentan contra los derechos de los demás.

              Por último, para que la transición desde el acoso callejero al respeto callejero sea completamente sana, en paralelo hemos entregado al Ejecutivo un conjunto de recomendaciones para impulsar políticas públicas educativas y preventivas. Por ejemplo, sugerimos capacitar a Carabineros y PDI sobre acoso callejero, ya que serán estas policías las que realicen las futuras denuncias. O, también, sensibilizar a conductores de transporte público, para que sepan cómo actuar ante una situación de acoso.

              De ser aprobado, este proyecto sería un tremendo primer paso, uno imprescindible, para avanzar hacia espacios públicos seguros, donde se respete y se resguarde la libertad sexual no sólo de las mujeres, adolescentes y niñas, sino de toda la ciudadanía. Ésa es la voluntad de OCAC Chile y ése es el espíritu que impulsa esta propuesta de ley.

              Columna escrita por el equipo de OCAC Chile, publicada originalmente The Clinic.

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                Me imagino que tus piropos, tan sanos y halagadores, tienen una noble función: buscas la mujer de tu vida. ¿O sólo una cachita rápida para jactarse ante tus amigos? Creo que lo que realmente quieres es masturbarte con tu propia hombría.

                Veamos cómo funciona esto: vas por la calle, haciendo tus cosas importantes y pasa una mujer guapa o quizá no tanto, pero quieres hacerle un favor. Le lanzas un comentario inteligente y picarón, porque eres un hombre y sabes lo que ella quiere. Ella lo escucha, se paraliza y se siente tan halagada, que agradece en silencio tu gesto. O quizás te cruzas con una chica más atrevida, que se da vuelta, te sonríe, toma un papel y te entrega su teléfono. La hiciste, campeón.

                ¿No es eso lo que te siempre te pasa? ¿No? Entonces, ¿cuál es la motivación, por qué lo haces? Creo que ésta es la realidad: te importa una mierda halagarla, te inventas esa justificación. Piropeas para reforzar tu hombría, les silbas porque eres amo y señor de la calle y quieres que ellas y que tus amigos lo sepan.

                Te tengo una noticia: eres un machista. No te vuelvas loco con esto, pero a ella no le importa tu opinión, no se viste para ti y de seguro va por la calle pensando cosas más interesantes. Pero estás a tiempo, puedes dejar hoy de ser un machito que se masturba con su propia masculinidad y ser un verdadero héroe para ella y para ti: quédate callado y enseña a otro machito a hacer lo mismo. Serás más que un héroe anónimo: serás un humano con empatía y no un imbécil del montón.

                Puedo adivinar la siguiente pregunta, ¿qué pasa si ella es linda y quiero conocerla? Si tu instinto de macho cazador es imparable, intenta ser respetuoso: saludar y pedir disculpas por la interrupción, igual como cuando preguntas la hora o la ubicación de una calle si estás perdido. ¿O acaso le hablas a todo el mundo gritando de una vereda a otra o a cinco centímetros de su oído? Lo más importante: espera lo que ella tenga que decir. Quizá así establezcas una relación humana civilizada, algo que jamás lograrás con un agresivo “piropo”.

                *Columna de Francisco Rojas Fontecilla, publicada originalmente en El Ciudadano

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                  Se nota cuando no se ha leído nada sobre género, cuando algunos hombres se dedican a repetir como loros lo que dicen y hacen sus amigos o a reproducir lo que leyeron en algún foro de internet, más descontextualizado todavía, que alimenta argumentos disonantes y sin peso.

                  Los estudios de género proponen la reivindicación de identidades sometidas: mujeres, masculinidades críticas, LGBTIQ y otros nativos y parias, en pos de una igualdad política y social. Pero claro, muchos no tienen idea, porque sólo hablan sin entender nada.

                  Efectivamente la desigualdad entre géneros existe y se manifiesta en diferentes instancias, como el acoso sexual callejero. Aunque no lo crean, hay personas -mujeres en su mayoría- que son acosadas más de tres veces a la semana, incluso varias veces al día, con silbidos, tocaciones y punteos.

                  Algún imbécil dirá “pero mira cómo se visten”. La ropa nunca es una justificación para ser vulnerado en el espacio público. Todos tenemos derecho a transitar en paz. Y ante la lógica “tengo derecho a expresarme”, respondo desde ya: ese derecho no tiene por qué violentar la sensación de seguridad de los demás.

                   ¿De verdad creen que es un problema menor? ¿Tienen idea de cuántas mujeres deciden su ropa cada mañana en función de “qué me van a decir en la calle”? Modifican sus rutas para evitar ser acosadas o sacan valor para salir a la calle como ellas quieren. Muchos varones no tienen idea de esto, porque sólo están tan preocupados de masturbarse en su propia idea de lo femenino, que no miran más allá.

                  ¿De verdad es menor que un tipo salga a masturbase frente a niñas? Hay casos de eyaculaciones sobre menores en la vía pública o de gente que se reúne a tomar fotos a las mujeres por debajo de la falda. Eso es acoso sexual callejero, no está penado por la ley y aún así hay quienes se preocupan por defender los “piropos”.

                  Esta reivindicación no es “hembrismo”, el “hembrismo” lo inventaron los varones machistas y se reprodujo en masa para minimizar algo tan revolucionario como la igualdad de derechos.

                  Les doy un consejo: en vez de hacerse un auto-felatio de su propia masculinidad, pregúntenle a sus amigas qué les pasa cuando salen a la calle, si las siguen, qué cosas les gritan. Verán que el famoso “piropo” poético es sólo un mito. A ver si así se pegan el alcachofazo de que están dando la cacha y reproduciendo un sistema, a ver si así aportan algo al mundo, porque si vienen a decir que deberíamos “preocuparnos de cosas más importantes”, estoy ansioso de saber que es eso más importante que la igualdad de las personas.

                  *Columna de Francisco Rojas Fontecilla, publicada originalmente en El Ciudadano

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                    Chile está en deuda con la mitad de su población: con las mujeres y niñas víctimas de acoso sexual callejero. Y la deuda crece al sumar a los varones y LGBT que lo sufren. ¿Qué ha hecho nuestro país para contrarrestar este fenómeno? Poco o nada. Chile está en deuda, pero puede enmendar y aprender de las experiencias exitosas de otros países, que han decidido combatir el acoso callejero.

                    Tal es el caso de Bélgica, donde el acoso sexual callejero se visibilizó por del documental “Femme de la Rue” (Mujer de la calle), que mediante una cámara oculta mostró las diversas formas de acoso en las calles de Bruselas. Gracias al documental, se expuso en el tapete público una realidad que muchas mujeres belgas experimentaban a diario, lo que luego se materializó en la creación de una ley para combatir el acoso sexual callejero.

                     Específicamente, la ley belga contra el sexismo define el acoso callejero como cualquier acción o conducta que tenga el evidente propósito de expresar desprecio por un persona o considerarla inferior, a causa de su género, dañando su dignidad. Bélgica ya contaba con una ley para luchar contra la discriminación entre hombres y mujeres, pero en

                    palabras de la Ministra Federal de Igualdad de Oportunidades, Joanne Milquet, era necesaria “una gama de facultades mucho más amplias para poder enfrentar el acoso callejero”, por lo que la ley anti sexista apunta a complementar dicha normativa.

                    Asimismo, esta norma considera variedad de circunstancias: reuniones o lugares públicos, en un lugar no público, pero abierto a una cantidad de personas con derecho a reunirse allí; en cualquier lugar en presencia de la persona ofendida y delante de testigos; a través de documentos, impresos o no, ilustraciones o símbolos, que hayan sido distribuidos, vendidos, o expuestos públicamente, o a través de un escrito o documento no hecho público, pero enviado o comunicado a varias personas.

                    La preocupación por legislar no sólo ha surgido en Europa, sino también en Latinoamérica. Perú y Paraguay tienen proyectos de ley en tramitación, que abordan el acoso sexual callejero desde una perspectiva integral, apuntando a la participación de diversos ministerios, con el fin de prevenir este tipo de prácticas dentro de un contexto global de violencia contra la mujer.

                    Y mientras tanto, en Chile, la deuda persiste: nuestra única iniciativa legislativa relacionada al acoso sexual callejero es del año 2011, cuando un grupo transversal de diputados presentó un proyecto de ley que tipificaba el delito de acoso sexual en público. Sin embargo, este proyecto no avanzó en su tramitación legislativa y solo consideraba las situaciones de acoso sufridas por mujeres.

                    Así, la legislación chilena se queda corta a la hora de enfrentar el acoso sexual callejero y entregar respuestas a sus posibles víctimas. Y aunque el tema haya logrado posicionarse en la discusión pública, esto no se ha materializado en acciones concretas por parte de los legisladores, quedándonos relegados en comparación a la experiencia internacional.

                    Parte del trabajo de OCAC Chile es tomar medidas concretas para combatir el acoso callejero, siendo una de ellas la creación de un proyecto de ley con un enfoque comprehensivo. Como Observatorio, consideramos necesaria la tipificación de esta conducta, un paso necesario para enfrentar de manera real las prácticas de acoso y abuso sexual callejero. Sólo así comenzaremos a saldar esta deuda con quienes sufren sistemáticamente esta violencia sexual.

                    *Columna de Constanza Parada, publicada originalmente en El Quinto Poder

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                      "El supuesto derecho a la libre expresión no puede ser más importante que el derecho que tenemos todos y todas a usar el espacio público."

                      Después de lanzar la primera campaña contra el acoso sexual callejero en Chile -que tuvo una gran recepción- aparecieron las voces conservadoras de siempre, defendiendo el “piropo” y el derecho a expresarse. Una crítica que se se aclara rápido al explicar que el supuesto derecho a la libre expresión no puede ser más importante que el derecho que tenemos todos y todas a usar el espacio público.

                      Esta crítica es persistente y creo necesario aclarar algunos puntos a los defensores de los pseudo-poetas-urbanos. Primero, deben saber que ellas no están allí para el deleite masculino, que no se visten y salen a la calle para seducir hombres, sino que quieren sentirse lindas y seguras para sí mismas y que tienen cosas que hacer en el espacio público. Lo más probable es que les importe poco lo que otros piensen de ellas. De seguro están cansadas de los “héroes del ego femenino”, que por más buenas intenciones que tengan, diciendo un comentario al aire o halagando su cuerpo, sólo terminan cabreándolas. ¿Por qué no se guardan sus comentarios? Aunque les signifique “sufrir” por no poder expresarse.

                      Otro argumento intragable, que llega a dar miedo, son los que justifican el acoso por el atuendo de las mujeres, en especial en esta época de calor. Argumento que también se usa para defender violaciones. En este supuesto, ellas se vestirían para provocarnos a nosotros, los varones. Queridos cabezas duras, ¿no han pensado que quizás, ellas no se visten para nosotros? En la mañana se ponen tal o cual pantalón, porque les gusta cómo luce, tal como tú y yo elegimos una camiseta. Y si ellas quieren verse sexy, ¿eso nos da derecho a gritarles nuestra opinión o, incluso, a tocarlas? Si su respuesta es sí, les digo, amigos, son todos potenciales violadores. Háganse ver.

                        Es divertido ver a los reyes del verso callejero, tratando de enseñar a las mujeres cómo deben vestirse, dictándoles cátedra de cómo deben actuar en la calle o poniéndonos al día de cómo sentirse ante sus preciados piropos y agarrones. ¿Quienes somos nosotros para dar lecciones a quienes tienen que cruzar la calle cansadas de gritos o ponerse la cartera en el culo porque no quieren que las toquen sin su autorización? ¿Creemos que por ser hombres sabemos más de lo que implica ser mujer que las mismas mujeres?

                      Al parecer, con estos argumentos, los hombres nos pensamos como víctimas de las mujeres, que salen de sus casas con el demoníaco afán de exhibirse ante nosotros, seducirnos y obligarnos a gritarles cosas. Y luego, hipócritamente, nos dicen que somos unas bestias. ¿Para qué se visten así si ya saben cómo nos ponemos? Los varones somos animales de instinto. Ay, mi querido macho dominante de las calles, te digo: ¡EMANCÍPATE, MACHO ALFA! Guárdate tu opinión y záfate de estas malas mujeres, que sólo quieren ser libres y caminar tranquilas por la calle.

                      *Columna de Francisco Rojas, escrita originalmente para El Ciudadano.