Últimamente he estado muy interesada en el tema del acoso sexual callejero, porque sé la impotencia que se siente cuando viejos degenerados (lo digo así porque no hay otra forma de referirse a ellos) abusan de tu espacio y de tu libertad de tránsito; y lo hacen de tal manera que te hacen sentir vulnerable y violentada. Me ha pasado tantas veces que ya ni recuerdo la cantidad. He sufrido de piropos, tocaciones, seguimientos, alusiones sexuales a mi cuerpo, entre otras cosas. Y lo que más me enfurece es que he quedado tan frágil que no he podido responder.
Una de mis peores experiencias ocurrió cuando tenía 13 años y venía de vuelta de la playa con una amiga. Un tipo viejo nos empezó a seguir y me asusté mucho, ya que él estaba cada vez más cerca. Caminaba hacia mí de forma tan intimidante que mi corazón se aceleró y mis piernas empezaron a temblar. Finalmente el viejo se acercó, me tocó el poto y me dijo al oído: “Tan hermosa que es usted”. Yo no sabía qué hacer hasta que un cuidador de autos le empezó a gritar que era degenerado y el acosador se fue. Desde ese día que siento un constante temor a salir sola a la calle. Además, ya me han pasado muchas cosas más como palabras al oído, agarrones o punteos en la micro que me hacen sentir, además de vulnerable, víctima de acoso.