
Estábamos en la Cineteca Nacional, mi hermana, mi pololo y yo. Íbamos saliendo de la última función de Gloria y ya estaban cerrando el centro cultural. Quedábamos sólo nosotros tres, un guardia y otro funcionario. A eso de las 21:50 le pregunté al guardia dónde estaban los baños y me los indicó, así que me dirigí para allá, pero él se quedó caminando lento por el lugar, mirando el piso, lo que me pareció raro.
Entré al baño, que quedaba bastante alejado y solitario. Mientras me lavaba las manos, tuve un presentimiento extraño, luego me metí al cubículo del fondo. Mientras orinaba, sentí a alguien entrar al baño, hacer correr el agua y meterse de inmediato al cubículo de al lado. Me pareció muy raro, ¿por qué esa persona no se lavó la manos, sino que hizo correr el agua como para meter ruido y se quedó en silencio al lado, sin pasar al baño?
De pronto, siento un ruido debajo de la puerta y veo una mano asomada en el piso y luego la cara del guardia tratando de mirar para adentro. Alcancé a reaccionar, me subí los pantalones y salí del cubículo inmediatamente. Él salió arrancando. Como lo increpé en voz alta, se detuvo todo nervioso, intentando dar explicaciones. Enojada, le dije todo lo que pensaba, que me di cuenta de que me estaba mirando, que era un patudo, que es una falta de respeto. Él, todo nervioso, me dijo que era su trabajo, que estaba viendo si quedaba gente en el baño, porque tenía que cerrar, que era nuevo en la pega, que yo me había metido al baño de hombres -lo que no es cierto, porque antes de entrar me fijé en el letrero, además, en ese baño no había urinarios-, que no era su intención ofenderme. Evidentemente, estaba mintiendo.
Cuando salí le conté a mi hermana y mi pololo toda molesta y entonces fueron a increparlo. Alcanzaron a detenerlo, porque se estaba yendo rápido, y repitió las mismas excusas, pero ellos tampoco las encontraron creíbles. Mi pololo lo hizo contradecirse muy fácilmente. Ante el “era mi trabajo”, mi pololo le preguntó si no le parecía raro que tuviera que mirar por debajo del cubículo. El guardia le respondió que igual sí. Pidió disculpas y, como para salir del paso, dijo que tenía esposa e hijos, que lo que hizo era su trabajo. En fin, en eso quedó.
Luego, hablamos con el otro funcionario y le contamos lo sucedido. Nos dijo el nombre del guardia y al preguntarle el apellido dijo que no sabía pero que “iba a hablar con él”. Para que sepan quién es el acosador, es un guardia joven de unos veintitantos años, moreno, delgado, estatura media, pelo corto y parado hacia adelante. Usa uniforme azul de guardia y estaba en el turno de cierre por el sector de la cineteca de La Moneda.
Es obvio que estaba mirando, le pregunté únicamente dónde estaba el baño y no había nadie más. Él sabía que solo yo estaba en el baño. Además, hizo todo ese show para despistar antes de mirar y sus excusas eran muy poco creíbles. Para saber si hay alguien en el baño no es necesario tratar de mirar para adentro del cubículo. El tipo tenía el típico perfil del acosador asolapado, que se caga de miedo cuando lo pillan.