Fiscalía

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    Tengo 25 años, soy una profesional del área de las ciencias sociales y procuro trabajar por el bienestar de otros. El camino ha sido difícil.

    La primera vez que me sentí violentada fue a los 16 años mientras iba camino al colegio. Todas las mañanas un vecino mayor, de 60 años, se sentaba al mi lado cuando viajábamos en la micro. Un día me tocó y al mirarlo, él me pidió que no dijera nada. Al comienzo creí que no había sido intencional, pero luego volvió a tocarme y yo lo enfrenté. Llegué a mi colegio y no hice más que llorar de impotencia. Después con mis padres establecimos una denuncia en Carabineros y con el tiempo nos citaron a la Fiscalía para declarar. En aquella ocasión, el persecutor me señaló que no tuviera esperanzas, porque por lo general estas denuncias no terminaban en nada.

    Han pasado cerca de 10 años, he vuelto a ver a este hombre en distintas ocasiones, y me sigue generando miedo. Algunas personas creen que hacer este tipo de actos puede ser insignificante, pero pienso que poca gente dimensiona el daño que esto produce en las víctimas. En mi caso tuve que enfrentar un tratamiento psicológico, ya que afectó mis relaciones interpersonales. Comencé a sentir miedo a los hombres, miraba con desconfianza las muestras de cariño y dejé de sentirme cómoda con las ropas más llamativas.

    Es por esto que escribo mi testimonio, porque estoy cansada de sobrellevar una situación que atentó contra mi voluntad y que me ha perjudicado tanto. ¡Es necesario que todos y todas terminemos con el acoso y volvamos a sentirnos seguros y seguras en nuestros propios espacios!