Iba escuchando música en el Metro. Frente a mí, estaba un viejo con su celular en la mano. No le preste atención hasta que vi cómo levantó su celular apuntando a la zona de mi busto y me pasé el rollo de que me había tomado una foto. Miré de reojo su celular y vi que envió la imagen de mis pechos por Whatsapp.
No supe cómo reaccionar. No sé de dónde saqué fuerzas. Lo increpé, le grité e incluso lo golpeé. La gente miraba sin hacer nada, sin ayudarme. Me bajé junto con él y una mujer. Comencé a llorar mientras el mostraba su álbum de fotos diciendo que no había hecho nada.
Mientras llegaban los guardias, aún tenía su celular y aunque intentamos quitárselo, él no lo soltó y debió haber borrado la foto. Carabineros tomó la denuncia, le revisaron el teléfono, pero no encontraron nada.
¡Me siento sucia, ultrajada, pasada a llevar y con rabia de que no encontraran pruebas en su contra! No puedo olvidar lo que vi y lo que él hizo. Él se rio de mí. Me sentí impotente. Aunque se fue con los Carabineros, ya no había pruebas.