fotografías

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    Sé que todavía recuerdan las piernas sin cuerpo de Tritón, esa campaña que invitaba a fotografiar “tentaciones” en el Metro. Sé que todavía recuerdan el comercial de Sprite donde el protagonista tenía tortícolis de tanto fotografiar el cuerpo de mujeres desconocidas. Sé que todavía recuerdan al tipo que filmaba con su celular a escolares por debajo del jumper.

    Sé que aún no olvidan estos casos porque son especiales, porque impactaron al vincular el acoso sexual callejero con una variable particular, con algo que todos manejamos a diario: los celulares.

    Las nuevas tecnologías pueden usarse para lo que soñemos, incluso si ese sueño es tan distorsionado como filmarle los calzones a una adolescente. La tecnología es nuestra aliada, pero también es una potencial amenaza. Cada día, más mujeres sufren violencia por el uso de Internet y de los smartphones. Y no sólo en la calle, también en Internet. Ya es toda una maldita moda el porn revenge: gente que difunde en la web fotos eróticas de sus ex parejas a modo de venganza.

    Entonces, la felicidad que produce descargar y compartir libremente contenidos se vuelve una pesadilla cuando lo que se está viralizando son nuestras imágenes, tomadas con o sin nuestro consentimiento, y que no queremos que sean públicas.

    Lección número uno: la tecnología es nuestra amiga, siempre y cuando tengamos el control de la información. Si está a nuestro alcance, pensémoslo bien antes de compartir esa foto hot, porque una vez en la red, la información es imparable y casi imposible de eliminar.

    No se asusten, como dije al principio, la tecnología también es nuestra aliada. Porque así como el tipo que fotografiaba escolares por debajo de la falda desarrolló una sórdida estrategia para concretar sus acosos, también hay personas poniendo la tecnología al servicio de una causa: elcese de la violencia de género. Esa es la labor del proyecto Everyday Sexism o Take Back The Tech, los que buscan que las mujeres se empoderen a partir de las TIC, que las pongan al servicio de sus necesidades y causas.

    Tal es el caso del OCAC, que en su cruzada contra el acoso sexual callejero usa las tecnologías de diversas formas: recibimos testimonios a través de nuestro fan page, con lo que contribuimos a crear redes de apoyo y escucha para las víctimas de acoso callejero. Usamos este mismo canal para difundir nuestras propias opiniones y contenidos, ya que muchas veces la prensa nacional distorsiona nuestros discursos o los invalida.

    También usamos Twitter para estar al tanto de las conversaciones que fluyen en las redes sociales, plataforma en la que batallamos, en primera fila, para denunciar el caso con el que abrí esta columna: la campaña de Tritón que invitaba a fotografiar a mujeres en el espacio público.Un gallito que ganamos, gracias al apoyo de otros internautas.

    Sabemos que hay potenciales acosadores, pero también hay gente como el OCAC, usando la tecnología para sensibilizar, educar y erradicar la violencia sexual del espacio público. Una tarea a la que todos los que leen esta publicación digital pueden contribuir. Por ejemplo, denunciando abusos o no difundiendo material que inste a la violencia sexual.

    La idea: que en el futuro, los casos que más recordemos sean aquellos en los que la tecnología estuvo del lado de los activistas contra la violencia sexual y no al servicio de acosadores que incitan a la violencia. Al menos para eso trabajamos todos los días.

    * Columna escrita por Arelis Uribe originalmente para El Quinto Poder