frase sexual

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    Tengo el pelo colorín. Iba caminando hacia mi casa, cuando un tipo me apunta mientras conversaba con otro, ese otro me dice: “oiga mi Hurrem, venga para acá con su sultán y va a ver lo que es bueno”. Como ellos eran dos, me dio miedo enfrentarlos, pues paso regularmente por ese lugar y pensé que después podrían hacerme algo.

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      Me ha costado compartir este testimonio, ya que pensaba que otros creerían que soy maricón, pero ya no me importa su opinión.

      Lamentablemente, el acoso callejero no es solo contra las mujeres, porque, aunque no sea visible, también afecta a los hombres y reconocerlo no te hace un afeminado. A mí me violaron y por muchos años me escondí. Ahora tengo una polola (feminista hasta la médula) que me acompaña al psiquiatra y me está ayudando a enfrentar mis temores. Pero hace algunos días mientras iba camino a la universidad, me acosaron desde un auto. El hueón me gritó que quería comerme, que era rico y otras cosas que prefiero no reproducir. Quizás por mi pasado o simplemente porque no me esperaba que otro hombre me dijera algo así a plena luz del día, me paralicé, me sudaban las manos, me sentí sucio y vulnerable.

      Por mucho tiempo me escondí por vergüenza y pensé que era mi culpa lo que me había pasado, pero con el apoyo de mis cercanos ahora sé que no depende de tu fuerza física, tu condición social o de si eres mujer u hombre.

      De verdad espero que otros hombres puedan empatizar con este problema; respetemos a los demás y dejemos de creer que el poder se gana humillando a otros.  El daño de las palabras no deja marcas físicas, pero genera daños permanentes en la valoración personal. Ninguna persona merece vivir con miedo. Los hombres de verdad cuidamos y respetamos a las mujeres.

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        Tenía 17 años. Iba camino al Preu, temprano en la mañana. Como todos los lunes, crucé la plaza de armas de Concepción. Vestía mis jeans regalones y un polerón nada “provocador”, además llevaba mis audífonos puestos, que musicalizaban el ir y venir de la gente. En eso, vi a un hombre de unos 50 años que me miraba fijamente y se acercaba hacia mí. Bajé el volumen de la música pensando que me preguntaría algo, porque caminaba acercándose cada vez más. No me quería preguntar nada, solo necesitaba susurrar de la forma más asquerosa posible lo que me haría en el culo. Aún recuerdo la frase exacta. Me quedé inmovilizada por el espanto y este sujeto aprovechó para rozar su brazo con mis piernas. Luego aceleré el paso, apagué la música, guardé mis audífonos y caminé en silencio. Han pasado seis años desde esto y muchas situaciones de acoso, pero sin duda ese susurro aún me despierta un asco terrible.

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          Un día caluroso en el que regresaba a mi casa del colegio, tomé una micro en el paradero de siempre y me senté. Iba con mi falda y blusa del uniforme y debido al calor llevaba mi chaleco en la mano. En el mismo paradero subió un heladero a la micro y después de promocionar y vender, se me acercó y con la voz más asquerosa del mundo me dijo al oído “te chuparía todas las tetitas”. No supe cómo reaccionar, tenía 12 años. Desde ese día sin importar el calor que hiciera, yo siempre usaba chaleco. Me tomó años salir a la calle con ropa veraniega.

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            Tengo 15 años, pero lo que voy a contar pasó hace tiempo. Mi madre y yo estábamos cerca de nuestra casa en una plaza pequeña en la que hay varios negocios, como un puesto de completos y una botillería. Yo y mi mamá nos fuimos a sentar en una banca de la plaza y nos dio hambre. Por suerte, había un carrito que vendía cabritas dulces. Mi mamá me preguntó si yo quería y le dije que sí. Acto seguido: ella se levantó, se dirigió al carrito a comprar las cabritas y yo me quedé sentado tranquilamente en el banco esperando su regreso. Cuando llegó, se notaba que estaba triste y enojada y le pregunté que le había sucedido. Ella  respondió que un hombre borracho, sucio y hediondo le había dicho que “tenía unos ojos muy bonitos y que también tenía las mansas tetas”. Yo me sentí muy enojado, pero no sabía qué hacer con la situación porque era chico y no sabía mucho sobre la gravedad de lo que le había ocurrido en ese momento. Más tarde nos fuimos a la casa con la mala experiencia que sufrió mi mamá, algo muy lamentable.