
Un día de semana del verano del año pasado, alrededor de las 23 horas, iba caminando por el pasaje en que vivo y revisando el celular, cuando sentí que un auto a mis espaldas entró al pasaje. Me hice a un lado sin mirar atrás para permitirle el paso, ya que el pasaje es bastante pequeño y no tiene vereda. Pasaron unos segundos y el auto no pasaba a mi lado y esto me pareció extraño, por lo que pensé en mirar dónde estaba en ese preciso momento y me di cuenta de que el auto iba justo atrás mío. Aceleró y se cruzó bloqueando mi camino y desde la ventana del conductor, un tipo sacó la mitad del cuerpo para poder introducir su mano por debajo de mi vestido y darme un ‘‘agarrón’’.
En un principio, no supe cómo reaccionar. No me lo esperaba y quedé congelada. Supongo que esto duró una fracción de segundo, porque sin pensarlo, arrojé con todas las fuerzas que el momento me permitió un puñetazo a su cara asquerosa de placer que se encontraba a centímetros de mí. Supongo que esto lo hizo reaccionar, su rostro se transformó. Se acomodó y aceleró todo lo que el pasaje le permitió para irse a toda velocidad de mi vista. Fue tanto el shock, que lo único que se me ocurrió fue gritar improperios a todo pulmón, mientras las lágrimas empezaban a salir.
Traté de recordar su patente mientras se alejaba, pero mi mente estaba tan nublada que no la pude retener. Estaba a pasos de mi casa. Caminé lo más rápido que pude y llegué llorando donde mi mamá, a contarle la historia. Ella, que estaba en pijamas, se enfureció y se levantó rápidamente para pedirme que me fuera al auto y fuéramos a perseguir al desgraciado, ya que si bien no recordaba la patente, sabía que podía reconocer el auto si lo veía nuevamente. Era algo que jamás podría olvidar. Lamentablemente, a pesar de nuestro esfuerzo, el pervertido se había esfumado y no logramos dar con él. Pasaron días para dejar de sentir su mano en mi cuerpo, era algo tan desagradable y me sentía tan pasada a llevar, tan ultrajada. Es algo que no le deseo a ninguna mujer. Aún me pesa no haber recordado la patente para dejar algún tipo de denuncia, solo me consuela que todo cae por su propio peso y espero que la propia vida se encargue de darle lo que este tipo se merece.
No es el primer caso de acoso que he vivido, pero sin duda ha sido uno de los que más me ha marcado. A pesar de que ya pasó un año, hasta el día de hoy, cuando un auto baja la velocidad a mis espaldas, no puedo evitar sentir miedo, angustia y mirar rápidamente.
Espero que algún día, tipos como éste paguen por estos acosos, que de una vez por todas no queden en el aire estos abusos y que se tome conciencia sobre el hecho de que hay que respetar a las mujeres.