Me encontraba en Manquehue esperando a mi polola, que venía de Providencia, eran las cinco de la mañana. Estaba sentada en un paradero y en eso paró un taxista, me dijo: ¿qué hace acá tan tarde y sola, señorita? Tenga cuidado, que la pueden asaltar. Yo le dije que sabía y que estaba esperando a una amiga para irme a casa con ella. Me preguntó que a dónde iba y yo le dije que a Los Dominicos.
Él se ofreció a llevarnos, pero yo le expliqué que mi “amiga” llegaba en un buen rato, él dijo que no era problema, así que esperamos. Mi polola llegó y nos subimos al taxi, que en vez de subir por Apoquindo, siguió por Las Condes. Yo pensé que se metería por Padre Hurtado, pero seguimos por varias cuadras más arriba, hasta que nos habíamos pasado de cualquier salida o conexión lógica hacia nuestro destino.
Yo le dije que se fuera por tal calle, pero no me hizo caso, estábamos casi en Cantagallo. Él nos preguntó si nos molestaba que se bajara a hacer pipí, yo ahí ya noté algo extraño. Le dije, sin embargo, que no había problema. Se metió en un callejón pero había mucha luz y dijo que a esa hora andaban muchos pacos y le podían poner problemas. Nos metimos a otro callejón y el tipo dejó el auto estacionado.
Cuando volvió, abrió la puerta de atrás y nos explicó que se le bloqueaba la puerta de adelante. Yo cerré la puerta que había abierto y abrí yo misma la delantera. Él nos dijo, “tranquilas si nos les voy a hacer nada”. Yo y mi polola estábamos peleadas, entonces no habíamos hablado nada en todo el camino, ni entre nosotras ni al taxista.
El taxista se subió por adelante y vi que se había sacado lo pantalones, entonces nos dijo: ay, ay, ay, ¡ahora sí, señoritas!”, y yo le dije “ay, ay, ay, qué conchetumadre”. Inmediatamente con mi polola le empezamos a pegar al tipo. Yo le empecé a pegar combos en la cara, mientras ella le pagaba combos a la ventana y patadas al asiento. Traté de abrir las puertas pero no podía. El tipo solo nos gritaba que paráramos.
Entonces le dije que abriera la puerta o le íbamos a reventar el taxi. Él se empezó a desesperar, tenía toda la cara rota, abrió el seguro. Mi polola se bajó corriendo y yo también, entonces el tipo aceleró y casi me atropelló. Se fue arrancando. No alcanzamos a anotar la patente ni nada.