masturbación pública

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    Esto pasó en invierno. Hacía mucho frío y yo andaba demasiado abrigada. Me dirigía a mi casa, luego de salir temprano de la universidad como a las 11 y tanto de la mañana. Tomé la micro I09 en dirección a Maipú. Iba muy poca gente, así que me senté junto a la ventana para irme durmiendo en el camino.

    De repente comencé a sentir como unas cosquillas en mi espalda, pensé que podía ser la etiqueta de la camisa. Pasó un rato y en eso siento un agarrón cuático en mi guata. Me doy vuelta y veo un viejo con cara de excitado, un viejo de unos 60 años. “Conchesumadre…” pensé. Me paré rápido y veo que el viejo se estaba masturbando. Salí corriendo para delante de la micro. Quedé en shock, sólo atiné a sentarme al lado de una señora. Me sentí pésimo, un nervio cuático indescriptible, un hormigueo por todo el cuerpo. Me sentía paralizada. El viejo luego se bajó de la micro.

    La verdad, yo siempre me defendía. Soy de las que le responde a los hombres asquerosos que me gritan cosas en la calle y los enfrento. Siempre decía que si alguien me toca, le saco la cresta. Pero jamás me habían vulnerado de esa manera. Realmente, no supe qué hacer, no hice nada. Es cuático, una se siente sucia y queda temerosa de andar sola.

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      En la micro que tomo a diario de regreso a casa, se sube un hombre de edad avanzada. Este tipo se masturba y al parecer nadie se da cuenta, o al igual que yo lo hacen pero no quieren tener problemas. Varias veces lo vi haciendo cosas raras con las manos, pero por lo general se coloca algo en su regazo para taparse. Sin embargo, ayer fue mucho más descarado, pero me dio miedo grabarlo o encararlo, porque sentí que nadie me iba a apoyar.  Ahora me siento culpable por no actuar, pero de verdad en ese momento sentí que si hacía algo no iba a pasar nada y que el tipo volvería a masturbarse en la micro que, por cierto, debo tomar todos los días. Lamentablemente, no he podido contarle a mis cercanos.

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        A los 12 años, paseaba en bicicleta con una amiga por el parque y se nos ocurrió subir un poco el cerro. En eso, sale un viejo entre los árboles masturbándose, mirándonos y riéndose. Nosotras, asustadas, nos subimos a la bicicleta y nos tiramos para abajo lo más rápido posible. Nos dio miedo, nos pusimos nerviosas, nos caímos. A mi amiga se le rompió el manubrio. Nos sentimos vulneradas.

        No lo contamos en nuestras casas, por miedo a que no nos dejaran seguir saliendo. No subimos en meses al cerro.

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          Iba en el último asiento de la micro y un viejo muy extraño  se sentó a mi lado. Me sentí demasiado incómoda con su presencia, por lo que me enfoqué en mirar por la ventana aunque pendiente de que no me fuera a hacer algo, ya que las circunstancias eran muy raras. Lamentablemente, es bastante común que en lugares reducidos o con mucha gente corran mano.

          Luego de un rato, volteé mi mirada hacia él y me di cuenta que se estaba masturbando y que no paraba de mirarme. Me puse tan nerviosa que le grité que me dejara pasar para cambiarme de asiento. Él haciendo como que nada pasaba, y sin dejar de masturbarse, tocó el timbre y se bajó de la micro. La gente miró, pero todo fue tan rápido que nadie atinó a hacer algo. Sentí miedo, impotencia y rabia.

          Luego pensé que podría haber hecho mucho más contra él, pero el estado de indefensión en el que me encontraba no me lo permitió (una no anda preparada para estas cosas). Cabe mencionar que era invierno, andaba muy abrigada, vestida con un gran abrigo y sin  nada “provocativo”.  Sentí rabia en el momento, pero no le di más vueltas al asunto. Hoy me doy cuenta de lo que tenemos que aguantar en el día a día: manoseos y piropos obscenos que nos infunden odio y temor.

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            Hoy me ocurrió una situación que todavía no sé cómo nombrarla. Iba en el Metro camino a la universidad y, como de costumbre, este iba más que repleto. Me subí en Tobalaba, cuando ya estábamos en Los Leones se subió más gente. Quedé adelante de un hombre, no tenía espacio para moverme y con suerte respiraba. Cuando el Metro avanzó, sentí algo extraño en mi mano; una vez que se abrieron las puertas y tuve espacio para moverme dentro del vagón, me di cuenta que el canalla, cerdo, asqueroso y enfermo se había masturbado con mi figura o qué sé yo. Me tiró su repugnante semen en mi trasero, piernas, manos y mochila. Quedé en shock.

            Al querer pasarle su asqueroso semen por su cara, me di cuenta que ya se había bajado, sin que nadie se diera cuenta o pudiera hacer algo.

            No entiendo cómo es posible que pasen esas cosas, me siento totalmente vulnerada como mujer, acosada, sucia y con mucha pero mucha rabia.

            ¿En que tipo de sociedad estamos viviendo?, ¿cómo es posible que ni camino a la universidad me pueda sentir tranquila sin ser acosada sexualmente? Gente depravada que lo único que hace es daño, ¿qué mierda se creen?, ¿que acaso no tienen mamá, abuela, hermana o tías? Un mínimo de conciencia.

            Espero que este tipo de situaciones no le ocurra a ninguna persona.

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              Venía de vuelta del banco ubicado en el Mall Plaza Tobalaba. Mi casa queda cerca de este lugar y como de costumbre decidí caminar. Pasé por la calle Los jardines y sentí la presencia de un auto. Iba un poco pensativa y a la vez molesta porque mi trámite bancario había fracasado, estaba en las nubes, cuando un paró al lado de mío y escuché la voz de un hombre que me preguntó por una dirección. “¡Disculpa!, me dijo, ¿dónde está el pasaje ‘x’?”. Y yo, como iba en otra onda le contesté: “No sé, acá no hay ningún pasaje con ese nombre. Esta calle tiene pasajes con nombres de flores y más arriba tienen motivos de la isla de Pascua”.

              Como iba pensando en otra cosa no le presté más atención y seguí caminando, pero el tipo no se dio por vencido y justo cuando iba a cruzar el paso de cebra, cruzó en su auto y me dijo: “¡Oye, pero dónde queda…!”.  Ahí fue cuando me di cuenta que el asqueroso se estaba masturbando. A pesar de que soy muy chora no dije nada, me quedé para dentro. Muchos dicen “ay, yo le hubiera dicho un par de ‘chuchadas‘”. Créanme que lo pensé, pero en el momento uno se bloquea. Después que reaccioné, anoté el número de la patente del vehículo y fui a la comisaría más cercana. El carabinero que me atendió me dijo que eso no se podía denunciar, que era como daño moral y a las buenas costumbres y que debía presenciarlo un funcionario público, me paré indignada. Con mi afán justiciero fui a otra comisaría donde un carabinero sí me ayudó y puso la denuncia. Estoy a la espera de que me llamen de la Fiscalía.

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                Hace un par de años, cuando regresaba de la universidad, me encontraba en un paradero de micros donde había mucha gente. En un momento, un hombre de unos 50 años se paró frente a mí en una camioneta. Me parecía muy raro que estuviese tanto tiempo ahí, cuando sentí que me observaba lo miré y se estaba masturbando dentro de su camioneta. Sin saber qué hacer, solo me corrí y advertí a la joven que estaba cerca mío. Al darse cuenta, el hombre arrancó en su camioneta, pero alcancé a anotar su patente.

                Estaba muy aflijida. Llorando, llamé a mi familia y luego a Carabineros para preguntar qué podía hacer. Simplemente me dijeron que ellos no podían hacer algo, porque esta persona estaba en un vehículo de su trabajo y no de su pertenencia. Yo ya había visto esa camioneta al menos tres veces esa semana, pero la vez que lo sorprendí masturbándose fue la última vez que pisé ese paradero y esa calle. Trato de evitar pasar por ahí para no recordar el episodio, ya que me llena de rabia que los Carabineros no me ayudaran. Espero que con la ley que se está tramitando, esto no pase más. Y que cuando alguien llame a Carabineros, sí puedan investigar, o al menos indagar quién es la persona y dar un poco de tranquilidad a la víctima.

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                  Ya han pasado más de seis años, había salido a caminar con una amiga a menos de un kilómetro de mi casa que se encuentra en un lugar relativamente seguro, ya que es un barrio residencial. Teníamos apenas trece años, íbamos en séptimo básico. Recuerdo que de un momento a otro sentimos que venía un auto, pero no le prestamos mucha atención hasta que comenzó a bajar la velocidad y quedó al lado de nosotras. Inocentemente pensamos que era alguien que quería pedir alguna dirección o algún tipo de información, pero al voltearnos nos encontramos con un señor de no más de treinta años masturbándose y mirándonos directamente a los ojos. En ese momento corrimos lo más rápido que pudimos a mi casa muy asustadas, porque pensamos que nos podría violar. Por fortuna no sucedió nada más.

                  Me dio tanta vergüenza y miedo que solo le conté a algunos compañeros de curso que inclusive lo encontraron chistoso… Personalmente a esa edad jamás había visto nada así y fue terrible saber que ese hombre estaba dando vueltas alrededor de mi casa, de mi barrio y que ya no podía salir a caminar tranquila. Nunca le conté a mis papás y hasta hoy recuerdo absolutamente todo lo que sucedió, fue terrible. Una niña jamás debería verse expuesta a este tipo de situaciones y me da mucha pena que sigan sucediendo cosas así.

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                    Estaba esperando la micro de vuelta del colegio en un paradero, con uniforme (jumper), cuando se acerca una camioneta y se para frente a mí. El conductor se estaba masturbando mientras me miraba fijamente. No supe qué hacer, solo miré a otro lado.

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                      Hace algún tiempo, caminaba en dirección a mi casa y en una de las calles divisé un auto que estaba detenido con una puerta abierta con un hombre en su interior. En ese instante pensé que quizás le había pasado algo, por eso lo miré; pasados unos segundos me di cuenta de que el hombre estaba sin pantalones y masturbándose. En cuanto se dio cuenta de que había mirado al interior del auto, comenzó a decirme: “Mírame, ven. Me corro una paja contigo“. Sentí mucho miedo, apuré el paso y bajé la mirada.

                      Situaciones como esta me han ocurrido en varias oportunidades, y creo que todas hemos pasado por episodios similares. Por eso me molesta cuando llaman feminazi a quienes nos preocupan las temáticas de género; ¿cómo negar una situación que está presente todos los días y a cada rato? ¿Cómo burlarse de las mujeres a quienes nos molesta que se nos vulneren nuestros derechos y dignidad? Quienes consideren que el acoso callejero es “un grupo de minas dramáticas”, los invito a abrir los ojos, porque situaciones como las que viví son el pelo de la cola del sin número de violaciones a los derechos humanos, sexuales y reproductivos de la mujer.