observatorio contra el acoso callejero

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    Era una tarde cualquiera, yo iba caminando por una de las calles más transitadas de Antofagasta, hacia el dentista. Sentía las miradas babosas de algunos hombres, pero las ignoraba porque no sabía qué hacer, así que seguí caminando. Luego de un rato, pasó al lado mío un hombre de treinta y tantos años y se atrevió a tocar uno de mis senos y decirme: “me lo comería todito, mi amor”. Quedé en shock, me di la vuelta y por un rato me quedé ahí mirando cómo se alejaba como si nada hubiese hecho, como si no acabase de tocarme, de agredirme y de humillarme. Comencé a maldecir hasta a mi genética por tener muchas curvas y entre esos pensamientos, se me cruzó el “no es tu culpa”. Me decidí y comencé a correr detrás del tipo, estaba esperando el semáforo como dos cuadras más allá y yo no me iba a quedar de brazos cruzados. Corrí y cuando lo tuve al lado mío, me miró y me dijo: “ah, te quedé gustando”. Me enojé y le pegué con el codo en todo lo que se llama cara. “¡Maraca de mierda, puta, zorra” y otros garabatos me siguió gritando mientras le sangraba la nariz y yo me alejaba de su lado.

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      Esto pasó en invierno. Hacía mucho frío y yo andaba demasiado abrigada. Me dirigía a mi casa, luego de salir temprano de la universidad como a las 11 y tanto de la mañana. Tomé la micro I09 en dirección a Maipú. Iba muy poca gente, así que me senté junto a la ventana para irme durmiendo en el camino.

      De repente comencé a sentir como unas cosquillas en mi espalda, pensé que podía ser la etiqueta de la camisa. Pasó un rato y en eso siento un agarrón cuático en mi guata. Me doy vuelta y veo un viejo con cara de excitado, un viejo de unos 60 años. “Conchesumadre…” pensé. Me paré rápido y veo que el viejo se estaba masturbando. Salí corriendo para delante de la micro. Quedé en shock, sólo atiné a sentarme al lado de una señora. Me sentí pésimo, un nervio cuático indescriptible, un hormigueo por todo el cuerpo. Me sentía paralizada. El viejo luego se bajó de la micro.

      La verdad, yo siempre me defendía. Soy de las que le responde a los hombres asquerosos que me gritan cosas en la calle y los enfrento. Siempre decía que si alguien me toca, le saco la cresta. Pero jamás me habían vulnerado de esa manera. Realmente, no supe qué hacer, no hice nada. Es cuático, una se siente sucia y queda temerosa de andar sola.

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        Me acaba de pasar algo terrible. Todas hemos pasado por el acoso callejero, pero este hueón me dejó mal. Estaba entrando a Dimeiggs, y como en esa tienda te ponen seguridad hasta por si acaso, preferí preguntar si vendían de los vasos que andaba buscando. Eran dos guardias: uno abuelito y muy amable, y un loco joven con pocas cejas. El segundo, comenzó tratándome de “mi reina”, “washita linda”, “washita rica”, etc. Luego me dijo que no sabía si había lo que necesitaba, así que le respondí que pusiera la seguridad a mi bolso. Andaba de cartera y cada cinta que le ponía, venía una cosa cerda que me decía al oído, como “en un ratito te voy a hacer de todo, washita”. Además, me rosaba el pecho con su mano. Quedé mal, helada, no supe qué decir, sentí impotencia. Me dije: “yo que tengo una facilidad para tirar chuchás y no salió ni una sola”. Avancé medio pasillo y colapsé.

        Salí de la tienda, entré por la otra puerta y le comenté al caballero que estaba con otro guardia en el mesón. Salí porque no quería verlo. Lloré. Dos tipos que entregaban panfletos me preguntaron qué me pasaba. Se acercó una señora y me separó de ellos, porque desconfió. Igual sentí que se aprovechaban de que estaba llorando y pensé que quizás me podían asaltar o no sé; ya no sabía qué pensar. La señora me agarró del brazo y me llevó al retén de Carabineros y me dije “por la chucha, lo único que faltaba”. Hablamos con los pacos, me calmaron y fueron a buscar al loco. Él se defendió diciendo: “yo nunca le falté el respeto ni la traté con garabatos ni nada. Yo tengo señora, tai súper mal, flaca”. A todo esto, la señora me dijo que este tipo igual la trató de “cosita rica”.

        Cuando lo vi y escuché, me sentí peor. Me dijo cosas como: “ni que te hubiera violado que le poní tanto color”. Le dije a los pacos que no lo quería ver, salí por otro lado del retén y quedaron de hablar con su jefe para que lo despidiera.

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          Salí de la estación de Metro Príncipe de Gales y un tipo me siguió, me puso un arma en la cabeza e intentó llevarme al canal que pasa por Tobalaba. Hice la denuncia en Puente Alto ya que Carabineros nunca acudió a la estación de Metro. Se demoraron demasiado y como era de noche, decidí irme. Entregué una descripción del sujeto. Tengo miedo ya que el sujeto se quedó con mi celular. Al no querer bajar con él, me obligó a desbloquear mi celular y entregárselo, luego de eso salió corriendo. Se quedó con todos mis datos y desde esa fecha me están acosando por todas las vías existentes

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            Mi vecino, a quien sólo conozco de vista, me saludó y me pidió que le diera un beso en la boca. Me negué y me dijo que por último le diera un beso en la cara. Le dije que parara de molestarme y seguí caminando (casi corriendo). Empezó a gritarme que me quería mucho, que le alegraba el día cuando me veía y que esperaba verme todos los días.

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              Tengo 23 años y desde que me creció el busto, a los 11 o 12 años, estoy acostumbrada a salir a la calle y saber que alguien me dirá algo. Al principio me daba asco y rabia, pero ahora ya me acostumbré. No salgo de mi casa sin audífonos, porque no quiero escuchar saludos, besos ni silbidos que no le pedí a nadie. Estoy cansada de que la mayoría de las personas atribuya la vestimenta como causante del acoso callejero; el usar short, faldas o poleras no debería ser pasaje directo a obscenidades.

              Hace unos días, salí con mi papá en auto para ir a buscar a mi mamá y mi hermana que andaban visitando a un tío. Yo había flojeado todo el día y aún andaba en pijama, así que para salir rápido me puse lo primero que encontré: unos jeans, hawaianas, un chaleco y la misma polera de la pantera rosa que tengo de pijama. Ropa muy simple y para nada provocadora. Ese día con suerte me había lavado la cara y ni hablar del pelo.

              Mientras caminaba por los pasillos del supermercado, un hombre cuarentón o cincuentón en compañía de un chico de unos 20 años, posiblemente su hijo, pasaron por mi lado dos veces, suspirando, mirándome de arriba a abajo y susurrándose cosas entre ellos.

              Mi paseo al super duró 10 minutos como mucho, andaba mucha gente y estoy segura que alguna persona que andaba cerca también pudo percatarse de la situación. No fue la gran cosa, no vi a nadie tocándose y nadie me tocó a mí, pero no puedo evitar sentir vergüenza al pensar que alguien más vio todo.

              Podría relatar otros momentos, como la vez en que haciendo la cola en la barra de una disco alguien me tocó el trasero o las muchas veces que me han gritado de todo en la calle, pero preferí contar esto intentando desmentir un poco cosas como “te pasó eso por cómo te vistes”.

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                La iniciativa legislativa de OCAC Chile espera ser discutida en la Cámara de Diputados y cuenta con gran apoyo ciudadano. 

                Una rápida tramitación ha tenido el proyecto de ley “Respeto Callejero”, impulsado por el Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC) Chile, desde que fue ingresado el 17 de marzo del año pasado al Congreso Nacional. La iniciativa, que cuenta con un gran apoyo ciudadano, ya fue aprobada en la Comisión Ciudadana de forma unánime y espera ser discutida en la Cámara de Diputados para luego, ingresar al Senado.

                El proyecto busca implementar una sanción  penal para  el acoso en espacios públicos y semi públicos, como comentarios con connotación sexual, toqueteos y punteos, delitos que no están tipificados en la legislación actual.

                Al respecto, la abogada y Directora Ejecutiva de OCAC Chile, Bárbara Sepúlveda, destacó la rapidez con que ha avanzado la iniciaiva en el Parlamento. “Sabemos que en el Congreso algunos proyectos de ley no corren la misma suerte que el nuestro, y creo que la rapidez con que se ha tramitado se debe al excelente trabajo que OCAC ha realizado para evidenciar el acoso callejero como un tipo de violencia de género, además del amplio respaldo que hemos recibido de actores sociales y políticos que se han comprometido con la lucha por una sociedad igualitaria entre hombres y mujeres”.

                Actualmente el Observatorio Contra el Acoso Callejero ha recolectado más de 10.000 firmas para que el proyecto de ley siga avanzando en el Congreso (para firmar puedes pinchar aquí). Apoyo que, en palabras de Sepúlveda, devela un mayor grado de consciencia social sobre la violencia que constituye el acoso callejero, pese a que aún no existe suficiente claridad sobre las sanciones.

                “Reconocemos que aún existen prejuicios, escepticismo y dudas en una parte importante de la población sobre este nuevo tipo penal y sus sanciones, por lo que nos gustaría que los medios de comunicación social abordaran con mayor responsabilidad y seriedad el problema, a fin de no generar incertidumbre y desinformación en las personas”, explica la Directiva Ejecutiva de OCAC Chile.

                CIFRAS DE ACOSO CALLEJERO

                OCAC Chile ha realizado dos encuestas sobre acoso callejero. La primera en el año 2014, en la que  3.234 personas entre 10 y 64 años de todas las regiones del país fueron consultadas.  Entre los datos más relevantes encontrados está que las formas más recurrentes de acoso, superando el 90% de los casos, son los silbidos y otros sonidos, como besos, jadeos, bocinazos, y las miradas lascivas. En tanto, el 71% ha tenido una experiencia de acoso callejero que considera traumática.

                La segunda, se llevó a cabo en el año 2015 se realizó con el apoyo de ONU Mujeres, denominada “¿Está Chile dispuesto a sancionar el acoso callejero? Estudio de caracterización y opinión sobre el acoso sexual callejero y sus posibles sanciones”, que reveló que el 84,2 % de las y los chilenos encuestadas/os cree que las prácticas de acoso callejero deben ser sancionadas por la ley.

                Si quieres apoyar el proyecto de ley “Respeto Callejero”, ingresa a http://chn.ge/21tL9e7 y firma por su pronta aprobación en el Parlamento.

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                  Más que un testimonio es un descargo. Ya es cosa de que todos los días, salgo a la calle y algún hombre pasa por al lado mío mirando de manera descarada o tocando la bocina. Esto es algo habitual en avenida Departamental, en la comuna de San Miguel que es donde vivo. Siempre hay algún personaje que se queda mirándote o los típicos bocinazos.

                  Me da mucha impotencia no poder hacer nada. A veces me cuestiono a mí misma, empiezo a analizarme, quizás me maquillé mucho y eso está mal (el cuestionarme a mí porque ellos son los del problema). Incluso me bajo yo misma el autoestima diciéndome que soy fea y no deberían mirarme. Para qué mencionar el hecho de que muchas veces pasan por al lado mío diciéndome hermosa, preciosa, linda, etc. No necesito que me lo estén diciendo, la verdad no logro entender qué logran con eso, ¿que yo me de vuelta y los bese?

                  Hasta cuándo será considerado como algo normal o típico de los hombres. Últimamente he usado mi colon irritable para andar con la panza hinchada por la calle, simulando que estoy embarazada para que no me miren y luego analizo, hasta este punto hemos llegado para que no me miren, pero lamentablemente miran igual. De verdad me siento muy pasada a llevar con todo esto que me ocurre diariamente, ojalá algún día esto deje de suceder.

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                    El Consejo de autorregulación y ética publicitaria (CONAR) acogió la denuncia del Frente de Género, de Revolución Democrática, contra el comercial con que WOM busca atraer nuevos clientes.

                    La “Revolución Wom” fue denunciada a través de redes sociales, con hashtags como #ChaoWom, por el Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC) Chile, el Frente de Género de Revolución Democrática, el Movimiento de la Diversidad Sexual y la agrupación lésbica Rompiendo el Silencio, entre otras agrupaciones. ¿La razón? La fórmula sexista con la que la compañía telefónica promociona sus planes para celulares, con un video que retrata a las mujeres como objeto.

                    Esto queda claramente explicado en la columna de Betania Bunster, “WOM y su conservadora ‘revolución’ publicitaria”. Allí, expone que el problema no es la poca ropa que usan las protagonistas, sino que WOM juega “a la revolución con esas imágenes, mostrándolas como escandalosas y prohibidas, cubriéndolas con un halo negativo. Simulan abordarlas como algo natural, al mostrarlo “sin tapujos”, pero en realidad el cuerpo femenino está ahí como mero recurso para seducir a su audiencia, por su valor erótico”.

                    Por eso, el Frente de Género Revolución Democrática interpuso una denuncia ante el Consejo de Autorregulación y ética Publicitaria (CONAR), el que fue acogido. El Frente explicó, a través de un comunicado publicado en su página de Facebook, que el motivo de su descontento y el de otras organizaciones, se debe a que el mensaje de WOM se sustenta en la cosificación de la mujer como “una cosa deseable y atractiva”.

                    María Francisca Valenzuela, Presidenta de OCAC Chile, fue consultada por TVN al respecto. La socióloga sostuvo al noticiero central que “Wom, como muchas otras marcas, han usado el cuerpo de la mujer para vender sus productos con una hipersexualización, erotización al extremo y poniéndolo como un objeto de acceso fácil”.

                    Por su parte, la agrupación lésbica Rompiendo el Silencio, manifestó su postura, declarando que “no somos fantasía heterosexual, no soy tu chiste”, ya que WOM utiliza la imagen de dos mujeres besándose como herramienta de erotismo masculino y no para representar la diversidad.

                    Chris Bannister, CEO de WOM Chile, también fue consultado por TVN. Conocido como el “capitán”, en el comercial de la compañía, se disculpó explicando que no era su intención denigrar a nadie y que “la idea era celebrar la diversidad”.

                    Tanto OCAC Chile como las demás agrupaciones por la igualdad de género están atentas a la respuesta de CONAR.

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                      Desde que salió el sistema del pase escolar, lo he perdido como ocho o nueve veces, por lo que me sé de memoria los pasos para poder sacarlo de nuevo. Una vez, yo tenía como 15 años y haciendo el trámite de la constancia en una comisaría, el carabinero me quedó mirando y dijo: “¿por qué miras para atrás? ¿Te portaste mal? ¿querís que te lleve al calabozo?“. Yo, como era chica, no supe qué hacer. Agarré mi papel y, asustada, me despedí. ¿No se supone que los Carabineros deben cuidar? Nunca me sentí tan vulnerada.