Hoy, viernes 5 de junio, estaba en una cafetería de Patronato con una amiga, sentada con vista hacia la entrada del local. Un hombre de gran contextura entró y, sin comprar nada, cargando una mochila que parecía de viaje, pasó de largo hacia el fondo, aprovechando en el camino de guiñarme un ojo, lanzarme un beso y pasar la lengua por sus labios, mientras me miraba con una cara que yo creo que varias (sino todas) conocemos.
El hombre iba a pasar de largo y le pedí, con voz firme, pero amable, que me pidiera disculpas. Él, muy sonriente, se hizo el desentendido. Cuando dije en voz alta el gesto que hizo, se acercó más a mi asiento -aún sonriendo- y dijo que no había hecho nada. Le insistí, que si me podía pedir disculpas por lo que hizo, y dijo “muy bien, señorita, discúlpeme”. Yo le dije gracias y que siguiera su camino. No parecía tener intenciones de retirarse de una distancia poco apropiada de mi puesto.
Regañó y le pedí que siguiera caminando. El hombre siguió su camino hacia el final del local, mientras me amenazaba con que no le hablara así (o no le hiciera ‘ese show’, no recuerdo bien), porque a la gente que lo trataba así, él les metía un balazo. “Si quiero te mato”, repitió un par de veces.
Nerviosa, con su presencia a mis espaldas, me puse de pie y fui al mesón a informar a los dueños de la situación, esperando que llamaran a Carabineros. No tuve tiempo de hacer la petición, a penas alcancé a decir que tenía un problema con un cliente, el hombre se encaminó al mesón subiendo la voz -aún sonriente-, y simulando estar calmado, diciendo que a él nadie lo trataba así, que yo lo estaba humillando, que lo había echado del local y que era una falta de respeto, cada vez subiendo más el tono.
Le dije “yo no lo eché, no le estoy gritando, no me grite”, pero era evidente que no escuchaba. La mujer que atendía la caja le pedía que se calmara, pero él sólo me miraba fijo a los ojos, volviendo a amenazarme con balazos e incluso con que tenía un bate y me mataría a batazos.
El hombre terminó por salir del local, me seguía amenazando y desde fuera miraba mientras caminaba. Con mi amiga quedamos tan asustadas, petrificadas, que no pudimos salir del café en un buen rato (más de dos horas), temiendo que me estuviera esperando afuera. Finalmente, mi papá nos fue a buscar en auto.
Después de lo ocurrido, se nos acercó un hombre mayor y una mujer adulta, su hija, a preguntar sobre el altercado y decir que estaban a punto de intervenir, pero más allá de eso, nadie lo hizo, a pesar de haber bastantes personas en el local. Ni siquiera el dueño dijo una palabra, mientras un hombre de estatura y contextura mucho mayor a la mía me amenazaba con matarme frente a ellos.
Agradezco que no me pasara nada a mí ni a ninguno de los presentes, pero me impresiona que por pedir respeto, por pedir amablemente disculpas, haya sido amenazada de muerte. Y sé que no todas las mujeres reaccionan (ni tienen por qué reaccionar) con tanta ‘tranquilidad’. Me da terror pensar en todos los casos de acoso que terminan en muerte porque una no les acepta sus gestos obscenos con la cabeza gacha como si nos hicieran un favor, como si una simplemente existiera para y por ellos.