Seguridad

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    Las personas creen que se pueden dar libertades con el cuerpo femenino en la playa, ¿será porque están acostumbrados a ver bikinis pequeños y mujeres disfrutando del sol para adquirir un buen bronceado para sentirse bellas?

    Ellos, sí los hombres (aclaro que algunos, no todos), se dan el lujo de sentir que están en un centro de entretención, viendo el “botín”, para la ” buena caza”, como si la playa fuera un lugar para observar. Creo que aquello les da un toque de “hombría”, que los hace sentirse más que las mujeres.

    Una noche, caminando por mi condominio, abrigada por el frío que hacía, me acerqué al portón, lugar de ” seguridad”, donde la luz encandilaba. Ahí, junto a una caseta, divisé  a tres personas; una de un porte que daba a entender que era el “guardia” y dos pequeños, que como hace justicia la herencia del lugar, eran niños que se acercaban a charlar con el hombre para entretenerlo un rato. Recordé mi infancia y me acerqué, llena de nostalgia, para llegar a un lugar iluminado (por fin) y recordar viejos tiempos.

    Mientras me fui acercando, sentí un silencio sepulcral. Un niño se acercó a mí, rodeándome. Una nunca piensa mal de los niños, por lo que, continué el camino. Casi en la esquina de mi destino (sí, mi casa), empezaron las risas y los gritos. Unos gritos con una voz aguda, propia de un niño de 12 años, pero los improperios que salieron de su boca, definitivamente, no respondieron a esa edad.

    Acoso callejero queda pequeño. A ese niño sólo le faltó pedirme sexo oral por medio de gritos que, a las diez de la noche, retumbaron por todo el condominio. Me sentí usada y sucia por una sociedad que no enseña a los niños a tratar bien a las mujeres, por la que es mal visto que andemos solas en la noche, sin importar la ropa que usemos.

    Simplemente, tener un órgano sexual distinto es causa de que dos días después me preguntara, desvelada a las 3:30 de la mañana, por esa madre, ¿le enseñará respeto hacia las mujeres? Ese padre, ¿le enseñará cómo tratarlas? El sistema educacional, ¿será capaz de enseñar, de una vez por todas, el respeto hacia las personas? ¿Seremos capaces, algún día, de caminar tranquilas por las calles sin pensar que es “normal” que los hombres nos griten improperios, justificándolos como “piropos”?

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      La campaña fue implementada durante el mes de marzo de 2014, primer mes de clases de liceos y colegios del país, con el fin de mostrar que el acoso callejero comienza a ocurrir durante el periodo escolar, es decir, entre los 23 y 13 años. La encuesta aplicada por OCAC Chile en febrero del mismo año demuestra que la mayor parte de los acosos callejeros considerados traumáticos ocurren a escolares.

      Las fotografías fueron tomadas por Nicolás Aros Marzá y contaron con la colaboración de estudiantes anónimas y voluntarias, con el respectivo permiso de sus padres, por ser menores de edad.