Violencia

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    Salí de fiesta con mis amigos de la universidad un día de semana. Me quise devolver a mi casa casa entre 00:00 y 01:00 horas, pedí un Uber y me canceló el recorrido. Por eso, caminé a tomar colectivo como a dos cuadras de distancia de donde estaban mis amigos.

    Mientras esperaba colectivo se acercaron dos hombres como de mi misma edad. Uno de ellos se acercó a mi oído y me dijo piropos tipo “mijita rica”, “guachita, qué no le haría”, etc. Me enojé mucho y le respondí “aléjate ctm”. Mientras me alejaba evitando mirarlo, me empujó por la espalda y caí al suelo. Me empezó a golpear y a presionar la cara y el cuerpo contra el pavimento diciendo “te voy a enterrar la cuchilla”. El otro hombre que andaba con él le decía que se calmara, pero seguía pegándome. Yo no podía creer que me estuviera golpeando, sentía mucha rabia y le decía: “¡entiérrame el cuchillo po, me pegai por la espalda!”.

    Un colectivero se dio cuenta de lo que estaba pasando y  tiró el auto encima. El tipo se corrió y yo atiné a subirme rápidamente al colectivo. El colectivero me dejó en la puerta de mi casa. No conversamos en el camino. Tenía la cara hinchada con marcas y la mano sangrando. Estuve toda una semana en reposo, con medicamentos y haciéndome curaciones en las heridas. Quedé con nariz hinchada, moreteada, dolor de espalda, costillas, rodillas y manos.

    No denuncié, nadie me dijo que debía hacerlo, al contrario, cuestionaban por qué estaba a esa hora esperando colectivo, cuestionaban mi reacción al ser agredida, que no recordara su cara, me cuestionaban a mí y nadie me llevó a denunciar. Me arrepiento de no haberlo hecho. Mi primera reacción fue minimizar todo, contarlo con risas, entre bromas. Me costó entender la gravedad de lo que pasó. Hasta el día de hoy tengo el reflejo de asustarme cuando alguien se acerca mucho en la calle.

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      Después de la fiesta de un amigo, decidí volver en micro para acercarme lo más posible a mi casa y que saliera más barato. Yo vivo en La Reina y no se puede llegar en transporte público. Cuando me fui de la fiesta, me llevé un vaso de vidrio conmigo que guardé en un bolsillo de mi chaqueta, sin intención alguna. Debo haber salido tomando lo que quedaba de mi trago y me quedé con el vaso nomás.

      Tomé la micro y me bajé en Colón con Vespucio a eso de las 4am. Para abaratar aún más el taxi, aunque fueran 100 pesos, decidí caminar hasta Isabel La Católica. Me fui por la vereda pero vi que a lo lejos iba un hombre caminando solo, entonces decidí cruzar y seguir por el parque. Al poco rato, el hombre también cruzo y se detuvo en un semáforo para “hablar por teléfono”. Como él se quedó parado, yo seguí y quedó atrás mio, lo que me dejó en desventaja ya que no podía verlo. Seguí caminando, pero como siempre he sido súper precavida (algo que no celebro, sino que más bien me entristece, ¿por qué debiese ser algo bueno que tenga caminar estando constantemente en alerta?) daba vuelta la cabeza para mirar donde veía el hombre caminando reiteradamente. Al poco rato, segundos, noté que se estaba dirigiendo hacia mí. Venía directo hacia mí. En ese momento, me di vuelta para enfrentarlo y el tipo estaba al frente mío. Rápidamente, habló: “elige, tu celular o tu vagina”, me dijo.

      Ahora viene la parte inexplicable de la historia. No sé cómo, ni de dónde vino, pero en dos segundos saqué el vaso que tenía en mi chaqueta y lo levanté gritándole con la voz quebrada: “sale conchatumadre o te lo reviento en la cabeza”. El tipo salió corriendo, al igual que yo. Menos mal que lo hicimos en direcciones contrarias.

      Sinceramente, no logro explicar mi reacción, pero con el tiempo creo entender de dónde puede haber provenido: la rabia interna de tener que caminar con miedo, de que los hombres crean que nos pueden usar, violar y matar, la furia de que esto sea el status quo y de que la situación no cambie.

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        Tal vez estoy escribiendo esto de paranoica, pero más vale tener cuidado. Hace un tiempo (2 meses aproximadamente) fui a una tienda del Mall el Trébol en Concepción. Como nadie me atendía, entré a probarme una polera. Estaba en eso cuando me di cuenta que la cámara de seguridad se reflejaba en el espejo. No se si se veía algo, pero entré en pánico y salí espantada, lo más rápido posible. No me había acordado de eso hasta hoy.

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          25 ciudades del país se unen a la convocatoria.

          En 1975, las Naciones Unidas declaró el 8 de marzo como la fecha oficial del Día Internacional de la Mujer, en recuerdo de los cientos de mujeres de una fábrica de textiles de Nueva York que salieron a protestar en contra de los bajos salarios que recibían, que eran menos de la mitad de lo que percibían los hombres por la misma labor, y que terminó con 120 mujeres fallecidas debido a la brutalidad con la que la policía actuó.

          Desde ese entonces, cada 8 de marzo, se conmemora a estas valientes mujeres que se atrevieron a alzar la voz y a luchar por sus derechos, pero también se recuerda a los movimientos políticos, sociales y culturales que a través de la historia han luchado por lograr la igualdad de derechos entre hombre y mujeres.

          Es por eso que este jueves más de 150 países preparan movilizaciones para exigir demandas históricas de las mujeres. En España las organizaciones feministas, emulando la huelga simbólica de las islandesas que en 1975 paralizaron el país, llamaron por primera vez a una huelga general contra la discriminación de género bajo el lema “Si nuestras vidas no valen, ¡produzcan sin nosotras!”. Mientras que Argentina por segundo año consecutivo realizará un paro general de mujeres; el año pasado fue bajo la consigna #NiUnaMenos y esta vez por #AbortoLegalYA.

          Chile tampoco queda ajeno a estas movilizaciones. Diversas organizaciones sociales, feministas  y sindicales estarán realizando actividades a lo largo del país para exigir un futuro más justo, menos violento y más feminista.

          Si bien en el actual Gobierno se han realizado avances como la despenalización del aborto en tres causales y la urgencia que se le dio al proyecto de ley de Identidad de Género, aún queda mucho por avanzar en temas de brechas salariares entre hombres y mujeres; en la falta de mujeres en altos puestos; en la discriminación por la maternidad; en la desvalorización del trabajo no remunerado que las mujeres hacen en las casas; en la violencia de género, en el acoso sexual callejero, entre otros.

          En ese contexto, el Observatorio Contra el Acoso Callejero de Chile (OCAC Chile) invita a hacer un alto en la rutina diaria, a reflexionar y a adherir a las movilizaciones convocadas para exigir igualdad de derechos, construir un mundo libre de discriminación y exclusión, y frenar todo tipo de violencias, en especial, las que se ejercen a diario en las calles y en el transporte público.

          Proyecto de ley Respeto Callejero

          Caminar en paz por la calle es un derecho, pero no todos ni todas lo disfrutan por igual. La primera encuesta nacional que realizó OCAC arrojó que, en promedio, las encuestadas comenzaron a sufrir acoso a los 14 años y que un 20% de las mujeres adultas lo sufrían todas las semanas. En un segundo estudio, realizado entre noviembre de 2014 y enero de 2015, llamado: “¿Está Chile dispuesto a sancionar el acoso callejero? Estudio de caracterización y opinión sobre el acoso sexual callejero y sus posibles sanciones”, se constató que tres de cada cuatro personas habían sufrido acoso sexual callejero en Chile, en los últimos 12 meses. Es decir, un 75% de la población. En el caso de las mujeres, la cifra llegó al 85% y de los hombres al 55%.

          Tras estos estudios es que en marzo de 2015 OCAC ingresó al Congreso el proyecto de ley Respeto Callejero que tipifica y sanciona el acoso sexual. Luego de un año de tramitación, la iniciativa legal fue aprobada de forma unánime en la Cámara de Diputados. Sin embargo, desde su aprobación, no ha habido voluntad política para aprobar este proyecto de ley que lleva dos años durmiendo en el Senado.

          Marchas a nivel nacional

          25 ciudades de Chile se unen a la convocatoria de la jornada de protesta del Día de la Mujeres Trabajadoras #ContraLaPrecarizaciónDeLaVida.

          calendario

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            Me gustaría contar el ‘‘incidente’’ absolutamente asqueroso del cual nunca me voy a poder olvidar.

            Había ido a correr al cerro con mi pololo y nuestros dos perros. Estábamos de vuelta en el auto, yo manejando y él en el asiento de pasajero, cuando aparentemente me tiré en la línea de otro auto (señalicé, pero el tipo venía muy rápido). Él trató de pasarme como pudo, me hacía cambios de luces y lo típico, y cuando estábamos llegando a una luz roja, se puso al lado mío y se dio la libertad de bajar la ventana y empezar a insultarme a diestra y siniestra. Entre “fea”, “pendeja” y otros insultos, los cuales yo le contesté, le salió esta joyita: “además con perros, ¿qué te pones mermelada para que te la chupen?”. Esta frase nunca, pero nunca se me va a olvidar, la tengo grabada en una parte bien oscura de mi cerebro. Mi pololo se bajó, e indignado le empezó a pegar patadas al auto del señor, quien también se bajó. Entre que ellos estaban a punto de agarrarse a combos, la señora de este caballero también se bajó y le empezó a pegar a mi auto. La historia de lo que pasó después es larga. Mientras su hija lloraba en el asiento de atrás, este insaciable caballero vio que estaba sudada por haber hecho ejercicio, y me dice: “además estás pasada a ala”. Por último amenazó con pegarme, pero varias personas, que a esa altura ya se habían bajado de sus autos, lo pararon. Cuando todo se acabó, seguí temblando por varios minutos, no podía ni encender mi auto.
            Todos los días veo el abollón que dejó en mi capó. Me he cuestionado mucho si mi respuesta y la de mi pololo fueron las adecuadas, ya que la otra opción era quedarnos callados, aceptar la falta de respeto, resignarnos e irnos.
            Me da una pena enorme su pobre niña, criada por dos padres machistas y violentos.
            En fin, son varias las cosas que me siguen doliendo del hecho. Primero, que este sujeto arruinó la relación inocente que yo compartía con mis perros, se metió en mi cabeza y ahora tengo que estar acordándome de esa asquerosa frase a cada rato. Además logró alterarme al punto de ver rojo, algo que no me hace sentir para nada orgullosa. Por último, me molesta enormemente que luego del horrible rato que nos hizo pasar, se fue, solo para volver a insultar a la próxima mujer automovilista que tenga el “descaro” de ponerse en su camino.
            Sé que esto, en comparación con lo que les pasa a muchas mujeres, no es nada, pero para mí se siente mucho, muchísimo.

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              Es verdad que siendo mujer eres acosada y discriminada diariamente, aun más cuando eres lesbiana. Mi pareja, con la que estoy en una relación hace ya dos años, y yo tenemos una opinión muy negativa respecto de cómo son vistas las relaciones lésbicas en Chile. Casi nunca nos tratan de forma normal, como quisiéramos que nos tratase, solo es un gusto distinto y ya. Sin embargo, la gente es cruel y juzga todo desde su punto de vista, en cómo se debería vivir para ser “normal” porque de lo contrario eres rechazada por la mayoría de las personas.

              Debido a la relación que tenemos, hemos sufrido la discriminación incluso por parte de nuestras familias que no nos aceptan. La familia de mi pareja no me deja entrar a su casa y me trata de lo peor. También nos ha pasado en lugares públicos; recuerdo una vez que estábamos en Santa Lucia, me recosté en el pasto con mi pareja y un tipo empezó a mirarnos, a hacer gestos vulgares, sonidos e intimidaciones acercándose mucho a nosotras.

              También fuimos discriminadas en una entrevista de trabajo. Con el fin de cuidarnos la una a la otra decidimos trabajar juntas para darnos apoyo y compañía en un mal momento de nuestras vidas. Fuimos a ciudad empresarial a una entrevista para call center en Virgin Movile. Nos preguntaron si éramos pareja y dijimos que sí ya que ya estábamos hartas de que nos miraran como cosas raras. Ante nuestros ojos, fue claramente una situación de discriminación ya que de todo el grupo que estaba en la entrevista, nosotras éramos las únicas con experiencia en el rubro, vivíamos cerca del lugar en cuestión y además sabíamos bastante bien cómo manejarnos en el trabajo indicado. Finalmente, después de la gran pregunta nos hicieron salir de la sala y esperar fuera, los demás quedaron dentro y esperamos bastante rato. Al final, le consultamos a un guardia qué pasaba y llamó a una chica que confirmó que ya hace bastante se había terminado esa selección y que ya estaban casi en la última etapa para comenzar a trabajar. Nadie se dignó a decirnos algo para que nos retiráramos.

              Sin embargo, el último y más violento, traumante y humillante episodio por el cual pasamos ocurrió un día que íbamos desde Lo Espejo a Puente Alto en metro para hacer un trámite. Pagamos nuestro pasaje, entramos al tren y nos sentamos. Todo iba bien y tranquilo hasta que se subió un mimo que hacía reír a los pasajeros burlándose de algunos. En cuanto lo vimos, él nos miró feo y se fue acercando a nosotras con sus bromas e imitaciones. Nos empezó a molestar a los minutos de haber subido con una señora que se había subido y nos increpó con gestos y burlas para que nos paráramos y le diéramos el asiento. Ante estos gestos, la señora señaló que no necesitaba sentarse ya que se bajaría en la próxima estación, este tipo siguió con las burlas hasta más no poder, haciendo gestos obscenos y burlas respecto a ser pareja. Nosotras en ningún momento le prestamos atención y eso más le molestó, porque siguió y siguió. Finalmente llegamos donde debíamos bajarnos, nos paramos y cuando se abrieron las puertas del vagón, el mimo nos gritó algo como “bájense lesbianas maracas conchesumadre”. Al escuchar esto, me di vuelta y después de aguantar harto, me defendí diciendo que parara el hueveo y le lancé unas gotas de agua de una botella prácticamente vacía que llevaba porque con los nervios me había tomado toda el agua. Este tipo me respondió inmediatamente, se lanzó encima de mí, me agarró fuertemente del cuello y con el otro brazo me tiró un combo. Mi única reacción fue intentar taparme con los brazos para que no me golpeara la cara. Recuerdo ese segundo como eterno ya que me quedé inmóvil y en shock, solo sentí miedo y no sabía qué hacer. Mi pareja rápidamente al ver lo que pasó, se abalanzó encima de él y lo sacó para que no me siguiera golpeando. Lo increpó y comenzaron a pelear a golpes. La gente nunca intervino y él, como un cobarde, nos tiraba golpes con patadas y puños mientras se escondía detrás de la gente, burlándose. La gente, como en un circo romano, lo defendía diciéndonos que habían niños, que tuviéramos cuidado, que para qué le hacíamos caso, etc. Yo les pregunté que cómo eran capaces de ver cómo se burlaba, que no hicieran nada ante los golpes que este tipo me propinó, la gente respondía una y otra vez de la misma forma.

              Entre todo este caos, dejaron parado el metro ya que él mismo salía y entraba al tren para golpearnos. Después, llegó un guardia y nos hizo subir hacia la boletería donde estaba carabineros, que allí arregláramos nuestro “problema”. Yo estaba llorando de impotencia y por la humillación que nos hizo pasar a mi pareja y a mí.

              Le pregunté a los guardias y hasta a las personas del aseo para saber a quién le podía pedir las grabaciones del metro con el fin de demostrar que él se lanzó encima de mí y que mi pareja solo me defendió para que no me siguiera pegando, pero fue inútil porque nadie dio una respuesta y nos ignoraron; se lavaron las manos diciendo que las grabaciones las debía pedir Carabineros. Por otro lado, el mimo seguía burlándose de nosotras mientras carabineros tomaba su declaración.

              Nos llamó mariconas de mierda delante de Carabineros, pero ellos siguieron escribiendo lo sucedido. Él contó que nosotras le pegamos de la nada, bastante ilógico ya que nadie se lanza de la nada a pegarle a alguien, a excepción de él. El mimo reiteró que nosotras lo golpeamos, sin embargo, físicamente no teníamos ninguna posibilidad de defendernos ante alguien como él. Un hombre que pesaba unos 85 kilos, medía 1,80 y tenía 35 años. Nosotras por otro lado, teníamos 22 años, pensábamos 60 kilos y medíamos 1,58.

              Carabineros decidió que era riña y nos llevó a los tres detenidos y a constatar lesiones ya que él tipo indicó y aseguró que lo golpeamos, que estaba mal y dando lástima cambió su actuar para salvarse .

              Fuimos a constatar lesiones y gracias a dios no alcanzó a hacernos nada tan grave salvo las evidentes lesiones de golpes, patadas, además de mi cuello en donde tenía las uñas y manos marcadas del tipo .

              Llegamos a la tenencia de carabineros y empezaron con hacer el informe o algo así para relatar y dejar por escrito lo sucedido. Dimos toda la información que nos solicitaron y solicitamos nuevamente las grabaciones de las cámaras del Metro para que quedara en evidencia el actuar del sujeto. Carabineros dijo que tendríamos que pasar todo el día, tarde y noche en el calabozo para pasar al otro día a la fiscalía e indicar lo sucedido .

              Nosotras no podíamos quedarnos ahí todo ese tiempo ya que teníamos comprado unos pasajes a Viña del Mar porque nos íbamos para allá y teníamos todo listo y, obviamente no esperábamos que ocurriera lo mencionado anteriormente, ni tampoco teníamos como deshacer todo de un momento a otro.

              Carabineros nos mandó al calabozo. A él a uno de hombres y a nosotras a otro de mujeres donde gracias a Dios una Carabinera que nunca esperé que se compadeciera me trató de una manera decente y me preguntó qué había pasado. Yo le conté y me dio frases de aliento y lamentó lo sucedido.

              Finalmente pasamos unas dos horas en el calabozo y nos preguntaron si seguiríamos el caso. El tipo obviamente se rehusó porque no le convenían las pruebas que podrían encontrar, estableció que ya se sentía mejor y que no quería seguir el caso. Nosotras por otro lado ya teniendo planes y cosas por hacer, dijimos que tampoco podríamos ya que no disponíamos de tiempo para seguir con eso. Sé que quizás fue un error por parte nuestra, pero realmente solo queríamos irnos y olvidar lo sucedido. Luego de unas horas, lo dejaron salir a él y después a nosotras.

              Ese día quedó en mi mente para siempre. Desde ese entonces que mantengo mucha angustia cada vez que ando en metro o en micro, tampoco quise volver al lugar ni tener alguna relación con lo sucedido ese día. Debo confesar que a pesar de que ya han pasado unos cinco meses de esto, todavía no lo olvido, siempre está en mi mente el miedo y pánico del momento y no sé cómo superarlo.

              He tenido constantes sueños y recuerdos de lo sucedido y siempre me inunda una gran pena, además de un sentimiento de asco y humillación. Este tipo me trató así y me golpeó solo por algo que a no le gustó.

              Desde ese día siento miedo de los homofóbicos y sus reacciones. Hasta cambié mi forma de ser con mi pareja, sé que no es su culpa, sin embargo, desde aquel momento no quise tomar su mano, ni besarla, ni tocarla en público nuevamente.

              Me siento muy perseguida y siempre que salimos estoy muy alerta de todos, con miedo en mi corazón y un nudo en la garganta.

              Sé que mi pareja me ama y entiende, pero para mí es muy difícil olvidar lo sucedido.

              Después de las cosas mencionadas, perdí la fe en la gente y me ha costado mucho avanzar. Últimamente me siento mejor encerrada y le pido a Dios que por favor se lleve el miedo y el trauma que me atormenta día a día .

              Se perfectamente cómo es sentirse acosa y violentada por ser mujer y por ser lesbiana.

              Agradezco mucho sus artículos y espero que algún día historias como esta no ocurran y nuestras próximas generaciones vean la discriminación y el acoso como un delito repudiable.

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                Hace un par de años fui a estudiar a la universidad, así que tuve que vivir sola, caminar sola, moverme por la ciudad sola. De chica, me incomodó mucho pasar cerca de muchos hombres ya que siempre me miraban y gritaban cosas. Con el tiempo fui superando eso y ya no sólo me incomodaba, sino que también me daba rabia; con cualquier ropa alguien podía decir algo.

                Entre varias malas experiencias, hubo una que me asustó más que las demás. Salí de mi casa un día de primavera con una falda y una blusa que me encantaba. Mi pololo me sugirió ponerme pantalón o algo así para que no me sintiera mal en la calle, ya que podían decirme algo. Yo no quise, hacia calor y me encantaba esa ropa. Cuando salí de la casa, di dos pasos y un tipo en un auto comenzó a gritarme de todo. Casi se salía por la ventana del auto, mirándome y gritándome las cosas sexuales que haría conmigo. Habían varios autos, y muchas personas pasaron por mi lado. Caminé media cuadra con él siguiéndome al paso, hasta que acercó el auto a mi y se estacionó. Ahora me gritaba y me miraba de frente. Todos vieron y nadie le dijo algo. Yo le gritaba también que dejará de acosarme, que era un pervertido, que era mi cuerpo, etc. Estaba aterrada y con tanta rabia, no se cómo me atreví a pegar una patada en su auto y salir corriendo. Corrí unas cuadras y no pude más, solo me senté en la vereda mientras lloraba desconsolada, con mucho miedo. Me habían pasado situaciones incómodas en el centro o en otros lugares, pero el que fuera al salir de mi casa y que nadie fuera capaz de decir algo, me hizo sentir insegura y culpable.

                Hoy, escribo a las 02.00 de la madrugada porque desperté con una pesadilla de esa situación que viví. Son tantas las situaciones de ese tipo que pasamos desde niñas, que cuando sé que tendré que andar sola, tengo pesadillas horribles mientras duermo. Son cosas que a veces parecen tan normales para los demás, pero que una no la dejan ni dormir.

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                  La iniciativa se llevó a cabo en la Biblioteca de Santiago y logró juntar a diversas generaciones de feministas luchando por la equidad de género.

                  El pasado martes 6 de septiembre, el Observatorio Contra el Acoso Callejero realizó en conjunto con la Fundación para la Promoción y el Desarrollo de la Mujer (PRODEMU), el “Encuentro Intergeneracional Feminista: Discutiendo la Violencia de Género”. Esta iniciativa se llevó a cabo en la Biblioteca de Santiago y logró juntar a diversas generaciones de feministas luchando por la equidad de género.

                  En palabras de María Francisca Valenzuela, Presidenta de OCAC Chile, “son muy importantes las instancias para democratizar el conocimiento del feminismo, para que empecemos a expresar y ordenar un poco este conocimiento y crear estrategias de acción colectivas.”

                  En primera instancia, el evento contó con exposiciones de María Francisca y también de Roxana Valdés, por parte de la Red Chilena Contra la Violencia hacia las mujeres. Con esta introducción se dio paso a las mesas de trabajo, en donde más de 50 personas se juntaron a discutir acerca de la violencia de género y la importancia del feminismo para abordar este desafío. Finalmente, se dio cierre a una jornada de casi tres horas con una plenaria en donde se expusieron y debatieron los principales puntos del ejercicio anterior.

                  En relación al trabajo que se generó, Javiera Prieto, Directora de Intervención de OCAC Chile, señaló que “en las mesas de trabajo se vio que todas estaban muy motivadas por dar su opinión y a pesar de que las opiniones que tenían sobre violencia de género, feminismo y sobre cómo la mujer vive los distintos tipos de violencia eran muy diversas; se pudo llegar a consensos entre los grupos y la discusión fue muy enriquecedora. Yo creo que para todas las asistentes esto fue muy educativo”.

                  Por su parte, Valenzuela recalcó la importancia de tener instancias de discusión de feminismo como la que se vivió en este encuentro feminista. “Es importante que las nuevas generaciones empiecen a tener instancias de discusión de feminismo, como también que generaciones más antiguas de feministas nos traspasen su conocimiento y su experiencia como por ejemplo, la Red Chile que existe desde la década de los 90, cuando en Chile empezó a verse una institucionalización de los temas de género”, concluyó.

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                    El director, Maxime Gaudet, quiso plasmar la realidad machista que viven muchas mujeres en la vía pública.

                    Si te da miedo caminar sola por la calle y, en más de alguna ocasión, te han acosado, entonces te vas a sentir identificada con el cortometraje del francés Maxime Gaudet “Au Bout de la Rou (Al final de la calle)”, que retrata el acoso callejero y el miedo que, a diario, sufren muchas mujeres cuando tienen que transitar solas por espacios públicos a altas horas de la noche.

                    Al cineasta se le ocurrió representar esta triste y lamentable realidad, luego que un hombre insultara a su novia y a su madre en plena calle, y sin motivo aparente.

                    En el vídeo, donde apenas hay diálogos, la protagonista recorre las calles de noche tras salir de fiesta con unos amigos. De repente, aparece un joven que la increpa y la sigue, mientras ella lo ignora. Sin embargo, el mal rato no acaba hasta que entra en su casa.

                    El corto ya lleva más de medio millón de visitas en Youtube, y ha generado fuertes debates sobre los métodos que las mujeres utilizan para protegerse de la violencia y acoso sexual callejero.

                    Cabe recordar, que el último estudio de OCAC Chile arrojó que “tres de cada cuatro personas han sufrido acoso sexual callejero en Chile, en los últimos 12 meses. Es decir, un 75% de la población. En el caso de las mujeres, la cifra llega al 85% y de los hombres, al 55%”.

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                      Sí, yo viví con un acosador callejero. Durante cuatro años creí estar en la relación perfecta. Perfecta desde el punto de vista de lo clásico: vivir juntos y planificar parte de lo que vendrá. Estándares, por supuesto. La verdad es que nunca sospeché las perturbadoras intenciones que escondía mi pololo de aquella época. Quizás existieron señales que indicaban que estaba en una tóxica relación. Lamentable no fui capaz de reaccionar a tiempo.

                      Crecí, como tantas otras mujeres, con violentos estereotipos que se presentan en nuestra sociedad como entidades inmodificables que a la larga terminan limitándonos como mujeres, con ideales de belleza imposibles de alcanzar,  además de otras tantas absurdas construcciones sobre el amor romántico, naturalizando situaciones que nos destruyen como mujeres pero sobre todo como sociedad.

                      Con el paso de tiempo, las cosas ya no andaban bien. La inseguridad era algo que vivía a diario. Conductas machistas, celos, y por ahí otras cosas que ya no vale la pena mencionar, confirmaban que aquella relación no tenía ningún futuro. Pero finalmente lo que terminó por quebrarla fue descubrir que mi pareja era un ACOSADOR CALLEJERO.

                      Aquello que repudiada con el alma y que rechazaba a diario estaba mucho más cerca de lo que yo pensaba. “Sin querer” comencé a hurgar en su computador. Realmente no imaginaba con qué me iba a encontrar. Para ser sincera, no era algo que acostumbraba a hacer. Entiendo que vivir en pareja no es sinónimo de coartar espacios. Pero para mí desgracia, y la de muchas mujeres, encontré algo  horrible: carpetas llenas de fotografías y vídeos de alto contenido erótico y sexual tomadas silenciosamente – a través de un celular- por quien era en ese minuto mi pololo.

                      El puto miedo me paralizó. No supe cómo reaccionar. ¿Tenía yo la culpa de aquello que estaba pasando? ¿Cómo no pude ver esta situación antes? ¿Con quién estaba viviendo realmente?

                      Descubrir que este “hombre” fotografiaba de forma silenciosa las partes íntimas de cualquier mujer que pudiese estar a su alrededor, fue algo que me mantuvo en shock durante horas, días y meses. Hasta el día de hoy lamento que mujeres de mi familia, amigas, conocidas, compañeras de su trabajo y gimnasio hayan sido violentadas de esa forma, sin que muchas de ellas- hasta el día de hoy – tengan conocimiento de lo ocurrido.

                      Sentí pena y vergüenza con lo ocurrido. Me sentí completamente vulnerable. Transgredió completamente mi cuerpo, mi confianza y mi libertad. Me violentó y no sólo la mí sino también a muchas mujeres que caminan libres por las calles sin saber qué cosas como estas se viven a diario. Me aterra pensar que se trata de una práctica naturalizada por muchos hombres. Realmente me perturba pensar que muchas de las fotografías son de mujeres desconocidas que caminan a diario por Valparaíso. Hoy recuerdo cada detalle, cada lugar con rabia. Siento haberlas expuesto sin quererlo. Hoy comprendo que no fue mi culpa.

                      A los 15 años tuve que soportar que un hombre me encañonara con una pseudo pistola y me llevará por un callejón bajo amenaza. Hace unos días, y consecuencia de un asalto, tuve que aguantar que un puto de mierda me manoseara como si nada. ¿Hasta cuándo tenemos que aguantar que cosas como estas continúen ocurriendo? Nos vulneran, nos violentan, nos violan, nos maltratan. Pero hoy no estoy dispuesta a seguir callando.

                      El acoso callejero es – en todas sus formas- una práctica totalmente abusiva y patriarcal. Sé que es complejo tomar conciencia sobre lo que ocurre en torno a esto, sobre todo si pensamos que vivimos en una sociedad androcéntrica, donde se presenta a la mujer en completa subordinación del hombre.

                      Hace mucho tiempo debí levantar la voz. Hoy renuncio a la culpa. Hoy renuncio al miedo. Hoy vuelvo más segura que nunca. Hoy escribo, porque tal como leí hace algún tiempo escribir te permite dar las cosas por zanjadas: los fantasmas, las obsesiones, los remordimientos y los recuerdos que nos despellejan vivos. Hoy no tiemblo, hoy lucho.