“Tengo 52 años y de inmediato pensé en mi hija de 20, ruego que esto no le pase nunca”
Eran las 8.30 de la mañana e iba camino al trabajo. Cerca de mi casa, hay una vereda angosta en la que no caben más de dos personas. De repente, apareció un tipo que me empujó contra la reja y me dio un agarrón en el trasero. Le dije un par de garabatos y salió corriendo. Lo seguí. Yo iba de tacos y él, con zapatillas. Cuando llegó a la esquina, se dio vuelta para mirarme. No alcancé a ver su cara, solo vi que llevaba un polerón rojo, jeans, y mochila.
Dejé de seguirlo y me puse a llorar. La impotencia que se siente es muy grande. Me sentí violentada. Tengo 52 años y de inmediato pensé en mi hija de 20 años. Ruego porque esto no le pase nunca.