“Cuando paso por su lado, me queda mirando… recuerdo esa cara y me da asco”
Iba caminando hacia mi hogar por la calle Matucana, un domingo en la tarde. Voy caminando tranquilamente, feliz, cuando veo que en la siguiente cuadra un viejo se da vuelta y se queda mirando babosamente a una curvilínea colombiana que pasa por su lado.
Seguí caminando. Alcanzo a este viejo y, cuando paso por su lado, me queda mirando. Recuerdo esa cara y me da asco. Una cara que no era para dejarla pasar y hacerse la hueona. “¡Qué mirai tanto, pobre hueón!”, le dije. “Qué te pasa, ¡enferma!”, me dijo el viejo, medio balbuceando, cuando yo ya estaba un poco más lejos. Lo único que atiné fue a gritarle de vuelta un “pobre hueón”.
En fin, yo me pregunto qué tan mal está esta sociedad patriarcal, que lo “enfermo” es que una mina de 20 se defienda de los dichos de un viejo de 40, y que sea aceptable andar expresando sus deseos sexuales a desconocidas que pasan por la calle. ¿Esos viejos culiaos tendrán su ego tal alto que pensarán que ese deseo es recíproco y por eso te dicen hueás? No sé, pobres y tristes hueones es lo que les digo, cuando puedo.
Lo rescatable es que después de gritarle a ese viejo, sentí toda la choreza camino a mi casa, ja, ja já. Así que ya saben, lo único que hacen acosando en las calles es DAR PENA Y VERGÜENZA AJENA. Yo los dejaré en vergüenza cada vez que pueda, a ver si paran de alguna manera.