“Nadie notó nada, nadie dijo nada”
Soy valdiviana y mi historia se remonta al año 2006. Tenía 16 años y asistía a un preuniversitario, porque estaba en cuarto medio. Ese día salí tarde, tipín nueve de la noche, y me subí a la única micro que pasaba a esa hora y que por suerte me llevaba cerca de mi casa. Iba escuchando música, me senté central. Según yo, fuera de peligro. Noté que un tipo -viejo para mí, tendría unos 35 o un poco más-, me miraba. No le presté atención, ya que iba sentado adelante al lado de algunas muchachas. Seguí pérdida en la ventana con mis audífonos, hasta que noté que algo me pinchaba la pierna, al lado de mi rodilla. El tipo se había cambiado de asiento, me miraba y sostenía una corta pluma que presionaba en mi pierna. Sentí miedo. Volví a mirar por la ventana, pensando qué hacer. Lo miré, otra vez él de forma desafiante me enterró la navaja un poco más adentro. Sentí su filo. En ese instante supe que él no quería mi discman, no quería mi mochila, quería petrificarme, incapacitarme y quizás asustarme tanto cómo para no poder defenderme y hacerme algo peor.
Dejé salir de mi boca un tenue “déjame salir”, el tipo ni se inmutó, siguió con la navaja pegada al costado de mi pierna, entonces saqué valor. Me paré y le dije, “te dije que me dejaras salir”. El tipo se recogió en su asiento, imagino que nunca pensó que yo iba a reaccionar así.
Me precipité sobre sus piernas, lo empujé y salí de ese asiento. Me senté atrás del chofer, al lado de una anciana. Nadie notó nada, nadie dijo nada. Me sentí asustada, no sabía que iba pasar al bajarme. No supe sí el tipo se bajó antes o siguió en la micro, pero cuándo llegué a mi parada, me bajé con miedo, aterrada de pensar que podría seguirme. No fue así. Bajé sola y rompí en llanto. Ahora podría estar tranquila. Ha sido el viaje en micro más largo que he tenido.
Mi conclusión final, rememorando mi situación por supuesto, es que estos tipos son unos cobardes, no se sí poco hombres, pero lo que sí sé, porque lo viví en carne propia, es que no hay que temerles, hay que enfrentarlos. En una situación cómo la que yo viví o muchas otras mujeres también, estos tipos pretenden anularte, atemorizarte a tal punto que no puedas reaccionar debido al temor. Mi consejo, porque a mí me ha funcionado en más de una ocasión, es que alaraqueen. Esto es como la ley la ley de la selva: no importa si no eres el más grande o el más débil, debes ser el más astuto para hacerle creer a tú enemigo que eres de temer. No callar y, sobre todo, defenderte ante una sociedad permisiva permisiva y licenciosa en cuanto a las agresiones a la figura femenina.