“Una vez a mis tiernos 11 años, había un viejito pascuero al que le sonreí. Él me tiró un beso y me dijo ‘cosita'”

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    Sufro acoso callejero desde los once años, desde la primera vez que pasé sola la puerta de mi casa. Nueve de cada diez mujeres sufren lo mismo. Desde pequeña, empecé a escuchar morbosidades y a ver hombres masturbándose en la calle.

    Una vez a mis tiernos once años, en la época de navidad, miraba la vitrina de una tienda vestida como una niña de once años. Había un viejito pascuero al cual le sonreí y seguí caminando. Él me sonrió de vuelta, me tiró un beso y me dijo cosita.

    La primera vez que me fumé un cigarro fue a los 12 años, con una amiga de mi edad. Fuimos a un parque que quedaba detrás de una iglesia, sacamos el pobre cigarro robado a nuestros padres y lo prendimos. Había un hombre fumando, pero no le dimos importancia hasta que escuchamos: “chiquillas vengan a chupármela”. Miramos y se estaba masturbando, por lo que corrimos como locas; no entendíamos nada. La situación no la comentamos, ya que no teníamos por qué estar en ese lugar y menos fumando.

    Casi siempre eran viejos y eso es lo que más me llamaba la atención. Los besos y sus ‘‘piropos’’ te los tiraban en la oreja, de manera muy invasiva. Podría estar todo el día contando experiencias sufridas cuando era niña y hasta el día de hoy como adulta, hace una semana.

    No soy solo yo, son la mayoría de las mujeres. Y a las que no les dicen obscenidades las tratan de feas o gordas y se mofan en su cara, sin importar los sentimientos. ¡BASTA!

    Hombres piensen en sus hijas, en sus esposas, en sus hermanas y en sus mamás que algún día fueron jóvenes. Porque a estos enfermos no le gustan pasaditas de los 40.